Capítulo 09: La dulzura de una telaraña (4)

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IV.


Recuerdo no haber podido dormir mucho esa noche. Tuve sueños inquietos y me levantaba a cada tanto, asustada por cosas que no podía recordar una vez que recuperaba la consciencia por completo.

A mi lado se encontraba Freya. La dulce niña dormía despreocupada, balbuceando palabras que no lograba entender. Ya me había acostumbrado a que a veces se acostaba sobre una de mis alas; por fortuna esa noche no era el caso y pude sentarme en el borde de la cama sin despertarla.

Mis orejas rozaron las piernas de Chika. Había fabricado (cuando no la veíamos) una especie de cama que se balanceaba en el aire, sujetándose a dos extremos de la habitación. Envuelta en ella tampoco parecía tener problemas para tener dulces sueños. ¿Estaría soñando con más panes gigantes?

Sacudí la cabeza, tratando de no pensar en nada, de intentar que el cansancio se hiciera parte de mí. Volví a acostarme, pero inmediatamente el cuento de Rookwod se repitió en mi mente. De nuevo me incorporé en el borde de la cama. Hubiera gritado si hubiera estado sola en la habitación.

Si algo del cuento era cierto solo podía significar una cosa: Tsuno no estaba muerto, su reina oscura de alguna manera evitaba su muerte o algo así. Podía entender que antes habría sido alguna criatura más común en este mundo, pero su forma actual era una especie de sombra, algo único, algo que podía viajar a mi mundo para traer personas a este lugar transformándolas en monstruos. Algo así solo podía atribuirlo a un poder casi divino. Me llenaba de angustia pensar que alguien como yo no tenía oportunidad de enfrentarlo.

Y pensar que a mediodía me sentía alegre ante la perspectiva de no tener que verlo nunca más.

Suspiré.

—Tsuno —susurré—. ¿Dónde estarás ahora mismo? ¿Qué es lo que planeas hacer conmigo y con Mayu? —Pensé en algo inquietante—. ¿Y a cuántos más habrás invocado aquí?

Otra idea escabrosa llegó a mi mente:

¿Y si me escucha o lo invoco al pronunciar su nombre?

Sentí hielo en mi espalda y mis cabellos se erizaron. Escudriñé a mi alrededor, pero no había nada diferente. La sombra galante, como le decían, no estaba en esa habitación durante esa madrugada. No había forma de que un ser como él estuviera cerca.

Escuché a Affarossa en la parte de abajo, arrastrando las lecheras para ordeñar a las Kambras. No estaba sola, otro par de pasos la acompañaban. Cerré mis ojos, concentrándome lo mejor que podía. Un susurro muy leve llegó a mí y pude escucharlo como si hablaran junto a mí.

—En serio no tienes que ayudarme, eres una invitada. —Era la voz de Affarossa.

—Quiero ayudarte —Esa era Ika, hablando aún más bajo—. Dos cabezas son mejor que una, ¿no es así?

La puerta principal se cerró, ambas se habían marchado. En serio que lindo de su parte que no quisieran despertarnos para ayudar. Por otra parte me sentí triste, ya no había mucho tiempo para dormir. En cualquier momento tendríamos que levantarnos para ir a ayudar o algo. Solo lamentaba no poder dormir más.

Abrí los ojos y miré por sobre mi hombro. Un par de ojos brillosos estaban casi pegados a los míos, un rostro pequeño casi rosaba con el mío, en una curiosa expresión.

—¿Qué haces? —preguntó Freya.

—¡Waaaaaah!

Se terminó el silencio. Con un susto de muerte, salté de la cama, golpeando con mi cabeza la cama especial de Chika. Ella se despertó con un grito ahogado, perdiendo el equilibrio y cayendo sin control: su cabeza hizo un sonido sordo contra la madera del suelo. El estruendo fue bastante y, cuando Freya y yo estábamos tratando de apaciguarla porque lloraba frotándose la cabeza, Rista entró con un portazo.

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⏰ Last updated: Sep 03 ⏰

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Blumengarten: Sobreviviendo en este mundo como una chica murciélagoWhere stories live. Discover now