Capítulo 04: El momento de elegir un arma (5)

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Parte 5


Aquél sábado era especialmente frío. Lo normal es que todo el día una fina capa de nieve cayera sobre la villa de forma gradual, pero justo la noche anterior una fuerte tormenta había azotado. Como resultado la temperatura era extrema, pues los ventarrones aleatorios persistían, amenazando con derribar los puestos de los mercaderes que querían obtener ganancias a través de la venta especial de pieles gruesas y bebidas preventivas de enfermedades comunes como el catarro.

Cualquiera diría que era una gran suerte que fuese sábado. Nada como quedarse en cama todo el día, tomando algo de chocolate caliente y quizás repasar las diferentes formas de combinar la naturaleza de las setas con extrañas piedras volcánicas para elaborar munición básica de ballesta. Elaborar munición, así como preparar trampas básicas además de bebidas vitales eran las cosas más importantes que un cazador tenía que dominar durante su primer año de entrenamiento.

Pero yo... ¡Mis orejas estaban congeladas!

—¡Qué buen entrenamiento el de hoy! Ja, ja, ja. ¿No lo crees, Korelia? ¿Korelia? Oye... ¿Korelia, me escuchas? ¿Korelia? ¡Oye, Korelia!

Por supuesto que la estaba escuchando. ¿Cómo podrías no escuchar a alguien que irradiaba tanto como Lächelnd? Sobre todo si ella caminaba a tu lado.

—Hoy estás muy callada —dijo mirándome con preocupación—. ¿Te sientes mal?

—¡Tengo frío! —me quejé—. Si abro la boca siento que se me congela la lengua.

—Descuida —replicó con una risilla—. Vamos al gremio, te daré una taza de café... Oh, pero creo que aún eres algo pequeña para tomar café. Además, ¿tu raza puede tomar café? Hay ciertas razas que reaccionan de manera muy especial ante determinadas bebidas y alimentos que serían normales para los humanos. Los arachne, por ejemplo, si toman tan solo un poco de café se ponen...

No podía creerlo. Lächelnd y yo vestíamos de la misma manera —contrastando mi capa de infierno vieja con su llamativa capa rosa—, inclusive yo portaba una bufanda que la recepcionista me había regalado. Con todo, ella no parecía tener ni gota de frío. De verdad estaba acostumbrada a estos climas tan raros.

Pero, ¿por qué estaba yo arrastrando una pesada caja mientras salía del bosque en compañía de Lächelnd?

Dos semanas habían pasado desde que la chica me diera lo que ella llamaba mis armas definitivas.

Si bien eran letales, eran bastante pesadas para mi cuerpo actual. Adalia decía que era cuestión de acostumbrarme a moverme con él. La gran ventaja que mis superiores habían visto en ellas era que, lejos de estorbar mis alas, podían acoplarse a los movimientos que podría hacer con ellas, sobre todo si es que aprendía a volar. Un arma capaz de realizar daño y bloquearlo a la vez, tenía que estar agradecida con Lächelnd.

Pero a raíz de ello el entrenamiento no había hecho más que volverse pesado. En resumen, durante los últimos quince días esto es lo que hacía. Tenía que sobrevivir a una mañana sin desayuno —gracias a Hayashi—, soportar el entrenamiento teórico de Gupta. Tras la hora del almuerzo, donde Chika tenía la amabilidad de compartir de sus panes de melón, y Gabrielle del chocolate hecho en casa, era tiempo del entrenamiento de armas. Adalia se dedicaba a mí en este lapso, esforzándose al máximo por su recomendación. Durante este tiempo practicaba usando armas de madera porque Gupta había dicho que tenía que evitar que los demás niños me vieran usando armas reales, aquello traería muchas molestias para el guapo hombre.

Usar armas de madera no era ningún consuelo si tu oponente era Adalia. La pelirroja me golpeaba sin piedad en cada oportunidad por lo que tuve que aprender muy deprisa a reaccionar en todo momento. Pero el peligro de ser golpeado con un arma de madera no era nada si lo comparaba con tener que escapar de una bola con pinchos. Así es, no importaba que tan duro fuera entrenar bajo supervisión de Gupta, Adalia me llevaría cada tarde al bosque para entrenar con las armas reales, dónde era mucho más sádica. Según ella, romperse a diario una pierna o un brazo forjaba el carácter. ¡Estaba realmente loca!

Blumengarten: Sobreviviendo en este mundo como una chica murciélagoWhere stories live. Discover now