Parte 4
Creí que verla sonreír un poco sería lo más alegre que lograría ver a Adalia aquel día. Estaba muy equivocada. Caminando de regreso a la villa, Adalia estiraba sus brazos para relajar los músculos, esbozando la más grande sonrisa de todas.
—¡Ese fue un buen entrenamiento! —exclamó satisfecha—. ¿No te parece así?
—¡Eres una tonta!
—¿Te parece que esos son modos de hablarle a tu instructora? ¿Así pagas mi preciado tiempo?
—¡Me rompiste el brazo!
El dolor proveniente de mi brazo derecho no dejaba de astillarme. Balanceándose de manera extraña al momento de andar, parecía ser solo un pedazo ajeno a mi cuerpo atado de algún modo. Todo por un mísero segundo en el cual había tenido que detenerme a respirar. En ese pequeño intervalo de tiempo el impactó de aquella gran púa había hecho estragos con mi condición.
¡Y Adalia no le daba importancia!
—Nada que no pueda ser recuperado —dijo la tonta sin dejar de sonreír—. El encargado de la enfermería en el complejo de entrenamiento seguro ya no está allí, pero debe estar en el gremio bebiendo un poco.
—¿¡Un borracho me atenderá!?
—No estará borracho, tonta... creo.
Eso no sonaba nada prometedor. ¿Es qué no había otro sanador en esta villa? Probablemente no. Era un sitio demasiado pequeño, además de que, en caso de que sí hubiese otro, sería difícil saber si estaría dispuesto a darme una mano.
—Esto es tu culpa, Ditzel —reclamé—. Pudiste medirte un poco.
—Lo hice. Todavía tienes cabeza, ¿no?
Me pareció escuchar a alguien gritando mi nombre a la distancia. Segura de no estar imaginándolo —mi oído era perfecto— miré en la dirección de dónde provenía. Chika se acercaba a toda velocidad... ¿Con Gabrielle sobre ella?
Parecía una niña mimada montando su montura para jugar a las carreras. Realmente Gabrielle se veía muy ufana sobre nuestra amiga arácnida. ¿A qué estaban jugando ahora?
—¡Korelia! —Tan pronto llegar a mí, Chika me abrazó con fuerza—. ¡¿Dónde te metiste?!
—Te estuvimos buscando —explicó Gabrielle—. Los demás se habían marchado y tú no estabas por ningún lado. Ni siquiera encontramos al entrenador.
—¡Me duele! —grité, sintiendo que me desmayaba—. ¡Chika, mi brazo!
Por suerte Chika me soltó enseguida, mirándome con genuina preocupación. No le llevó mucho tiempo darse cuenta de la condición de mi brazo y entonces se volvió hacia Adalia, con gesto sombrío.
—¿Qué le has hecho a Korelia? —preguntó con voz extrañamente gélida.
No me sorprendió ver a Adalia retroceder un par de pasos. Ver a Chika con aquella expresión —que no era ni de ira o disgusto— al tiempo que se erguía cuan alta era, aterraría a cualquiera. Sin embargo, la pelirroja recuperaría pronto la compostura para responder con su habitual tono de mandona.
—Nada que no pueda ser solucionado, araña. Si tanto te interesa el bienestar de tu compañera hazme un favor y llévenla con el sanador del gremio —dicho esto se dio la vuelta para marcharse—. Nos vemos mañana, ratona.
—¡Espera! —gritó Chika, pero fue ignorada.
—Pierdes tu tiempo —dijo Gabrielle—. Ese tomate es la persona más insoportable que he conocido.
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Blumengarten: Sobreviviendo en este mundo como una chica murciélago
FantasyTras el asesinato de su familia a manos de un incomprensible ser, Korelia es arrojada a un mundo fantasioso, donde adopta la forma de una las criaturas más aborrecibles del lugar: una semi-murciélago. No por su apariencia, sino por la mala fama de l...