Mi trabajo normalmente consistía en atender a cualquier cazador que quisiera aceptar una misión. Ellos tenían que cumplir cierto numero de ellas para subir de rango y el sueño de muchos era el cumplir las suficientes para ascender por lo menos a oro para poder viajar a la ciudad.
La idea de todos era tener una mejor vida en las grandes ciudades. Por ello era común que todos pidieran misiones como locos, tratando de aumentar su reputación.
La cantidad de cazadores, sedientos de éxito, que había visto morir por esto era exorbitante. Era algo muy común: un grupo de cazadores creían tener lo necesarios para enfrentar a bestias grandes y recibir una promoción. Luego ese grupo era completamente aniquilado por una bestia poderosa cuyas fuerzas excedían su imaginación.
Había visto a varios morir así a manos del Basilisco, la bestia más grande y peligrosa de la montaña. Era una criatura enorme que había podido incluso inhabilitar a Gupta, el mejor de nuestros cazadores.
Por ello, Gupta había tenido que retirarse y conformarse con el cargo de entrenador de cazadores novatos. Era un buen trabajo, supongo. Compartir sus conocimientos con los novicios era una tarea loable.
No cualquiera había enfrentado al Basilisco y sobrevivido para contarlo. Por ello la historia de que Hayashi, el cazador ebrio del pueblo, había derrotado a dicha criatura era algo increíble.
Y ahora, gracias a la muerte de la gran bestia, un Kobold asolaba el pueblo.
—Sé que tengo razón, Ika. ¡La maldita akubat tiene algo que ver con esto!
—Mulciber, no puedes culpar a una niña por esto.
—¡Es una Akubat!
—Una niña. Y más vale que te calles o si no...
Mi trabajo normalmente consistía en atender a cazadores.
Pero a veces tenía que aguantar a sujetos insidiosos como Mulciber, un leñador del pueblo. Él estaba convencido de que el ataque del kobold estaba relacionado con la niña Akubat que había llegado a la villa.
—Piensalo —me decía— el gran Basilisco murió el día que ella llegó. Y ahora una abominable criatura invade la villa. ¡Es obvio que es su culpa!
—¡No hay pruebas de ello, Mulciber!
Además de cazadores tenía que atender quejas de idiotas como Mulciber que estaban dispuestos a depositar la culpa de las desgracias en cualquiera. No soportaba a gente como él.
Si tengo que ser franca, más de un cazador no se encontraba alegre en la villa. Ya mencioné que todos querían realizar muchas misiones, pero con el Kobold cerca eso no era posible. Todo cazador del pueblo tenía la orden de no alejarse de la villa y servir de vigilancia.
No había recompensa por esto, nada de trabajo pagado por horas ni esas cosas. Era tiempo muerto y el hecho de ofrecer dos porciones de comida a cambio no levantaba la moral.
En fin, al menos esos cazadores se conformaban con quejarse en voz alta de esto y culpar a la Akubat entre dientes, sin molestarme directamente a mí como lo hacía el idiota que ahora tenía enfrente.
Discutí unos minutos más antes de lograr que Mulciber dejara de molestarme. Cuando se retiró, continué con mi trabajo, pendiente a cualquier visita en el gremio.
Las grandes puertas del lugar se abrieron y ella entró.
Los Akubat eran vistos como una raza maldita, pero solo se necesitaba un vistazo para darse cuenta de que esta niña estaba llena de bondad. Me enfurecía saber de todo el odio que ella recibía en la villa, víctima de creencias infundadas.
Pero la niña Akubat siempre sonreía. Y, como siempre, venía en compañía de la chica arachne y la niña albina de la familia Odd-eyes.
Era Lindo ver que había hecho al menos un par de amigas que no la juzgaban por ser parte de una de las razas que mayor devoción había demostrado a la reina Lisa.
Nadie quería a esta niña. Nadie estaba dispuesto a acercarse a ella. Por ello me correspondía a mí atenderla cuando venía de visita al gremio. ¿Cómo era posible que una niña recibiera tal rechazo?
Yo era la única que podía ofrecerle servicios cuando visitaba el gremio. Como una semi humana del tipo pulpo —Aunque en realidad solo queda un octavo de sangre especial en mis venas—, sabía lo que era vivir en un lugar donde eras temido u odiado por los demás. Quería que esta niña supiera que al menos podía contar con mi apoyo.
—Buen día, Korelia —saludé a las niñas—. ¿Lo mismo de siempre?
—Hola, Ika —Como siempre, la niña Akubat parecía tener cierta pena al hablar—. Claro, malteadas de fresa, por favor.
Los Akubat eran una de las razas más fieles a la reina Lisa. Incluso cuando su comandante había caído, ellos habían preferido replegarse y volver junto a ella. Por ello, pensar en una niña Akubat entre nosotros era algo imposible para la mayoría del pueblo.
"¿Cómo sabemos que se puede confiar en ella?"
Era la pregunta de siempre. Los Akubat eran una raza vengativa después de todo. Era seguro que no estarían tranquilos después de su derrota, pero aun así era improbable que Korelia fuese parte de ellos.
Después de todo por ella corría sangre humana. Era la hija de Hayashi, el peor cazador del pueblo. Esto era el único soporte que le permitía seguir viviendo en la villa.
Ser mitad humana podría tener algo que ver en sus facciones, más finas y hermosas que las de ningún otro Akubat que se haya visto jamás. Además, su cabello...
El cabello de un Akubat normalmente era de un negro azabache, tan oscuro como sus almas. La excepción había sido la comandante de los Akubat, por supuesto. Nunca la había visto, pero decían que destacaba por su llamativo cabello albino, puro y limpio.
Solo la comandante podía presumir de ser diferente a las demás, al menos eso decían los rumores.
Pero Korelia era una Akubat de tipo nature.
Los mercaderes la llamaban así por su cabello verdoso, que recordaba a los bosques, praderas y naturaleza en general. Su cabello llamativo y sus ojos ámbar, aunados a su piel pálida la hacían ver como una frágil muñeca de colección. Si había en el mundo una Akubat tan distintiva como la comandante muerta, esa sería sin duda la niña que ahora disfrutaba de una malteada junto a sus amigas.
Sé que no era coincidencia que esta niña apareciera en la villa a tan solo unas semanas de la derrota de la comandante Akubat. Tenía que significar algo.
No. No pensaba que ella era algo como el siguiente gran peligro o un estandarte nuevo para los Akubat, como muchos aldeanos creían. A mi parecer esta niña significaba algo más, significaba esperanza.
Korelia podía ser la prueba de que no debía juzgarse a nadie por su raza o procedencia. Ella crecería, se convertiría en una excelente cazadora y se ganaría la confianza de todos. Yo creía en eso.
Y, quién sabe, quizás algún día ella haría algo realmente grande por este mundo...
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Blumengarten: Sobreviviendo en este mundo como una chica murciélago
FantasiTras el asesinato de su familia a manos de un incomprensible ser, Korelia es arrojada a un mundo fantasioso, donde adopta la forma de una las criaturas más aborrecibles del lugar: una semi-murciélago. No por su apariencia, sino por la mala fama de l...