Parte 2
Aquella figura caminaba con calma, sin preocuparse por el ruido que ocasionaba su pisar sobre las hojas secas que se hallaban esparcidas por aquél bosque. De cualquier modo, con aquella luna llena, anaranjada, las sombras no serían sus aliadas.
El gruñido de una bestia lo hizo volverse, creyendo que algo había pasado. Pero aquel pequeño kobold solo emergía de entre los árboles, desesperado por no hallar aún algo que le sirviese de alimento.
Sonrió.
No importaba, pronto se darían el festín prometido. Todo un asentamiento lleno de gente débil esperaba más allá, cerca de las montañas donde, pese a que el invierno no se había instalado, la crudeza de la nieve siempre reclamaba su sitio e imponía su baja temperatura.
Detrás de su acompañante surgieron al menos una veintena más. Después, una cantidad similar surgió de los árboles opuestos mientras detrás suyo ya gruñían, babeaban y chillaban otro tanto.
De diversos tamaños, ninguno era tan pequeño como el primer Kobold. No. Todos eran tan fieros, tan grandes, tan letales como para imponer terror al más experimentado de los cazadores.
—Ha sido un viaje largo —dijo la figura encapuchada, deteniendo su lento andar—. Vayan, coman lo que quieran, pero recuerden... A ella la quiero viva.
Tras un sonoro aullido, uno capaz de resonar por todo el bosque, sin recato por delatar su ubicación, cual bandada desatada, cada kobold se abalanzó por el bosque. Sus aullidos, aquél característico chillido que recordaba macabramente al llanto de un bebé humano, no hacían más que anunciar su llegada, con toda intención de intimidar al posible enemigo.
Él sonrió. ¿Quién consideraría enemigo a un puñado de inútiles cazadores?
A cuatro patas, el kobold más pequeño iba a la cabeza, ansioso por encajar sus tiernos colmillos en carne humana por primera vez. La tibia sangre corriendo por sus fauces, los gritos de desesperación amenizando cada desgarro. ¿Cuánto más tendría que esperar?
Sintió algo irregular debajo de sus patas, confundiéndolo en el acto. Al instante siguiente su cuerpo ya estaba atravesado por una empalizada de madera. No pudo siquiera aullar, pues una gran estaca atravesó su garganta, obligándolo a ahogarse mientras el ultimo sabor que probaba era el de su propia sangre.
Junto a este, dos más murieron por la trampa que se había alzado con una altura cercana a los tres metros. Un par más de kobolds morirían al trepar sobre los caídos, solo para sufrir el mismo destino que ellos.
Pero el resto, desaforados, utilizando el sacrificio de los caídos, usaron los cuerpos cercenados para sortear el obstáculo, continuando así su carga.
Más trampas fueron activadas, colocadas estratégicamente por los cazadores de la villa Utah. Un par de flechas se incrustaron en los glóbulos de algunas bestias, privándolas de la vista; Pesados troncos hicieron sonar el crujido de costillas siendo pulverizadas; El suelo se perdería en algunas partes, llevando a los kobolds a conocer el mismo dolor de ser empalados.
Aquél encapuchado permanecía quieto, mirando con gesto neutro como su pequeño batallón era mermado poco a poco, sin siquiera haber provocado daño alguno. Tenía que admitir que era una buena estrategia. Se preguntó si acaso los débiles cazadores sabrían de antemano que serían asediados por tantas bestias.
No.
No había manera en que los cazadores pudiesen prever algo así. Considerando lo inteligente que podía ser un kobold como para tener la capacidad de hablar, habían dispuesto un gran número de trampas con la finalidad de detenerlo. Ahora todas éstas servían para mitigar el avanza de un numero de enemigos mucho mayor.
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Blumengarten: Sobreviviendo en este mundo como una chica murciélago
FantasiTras el asesinato de su familia a manos de un incomprensible ser, Korelia es arrojada a un mundo fantasioso, donde adopta la forma de una las criaturas más aborrecibles del lugar: una semi-murciélago. No por su apariencia, sino por la mala fama de l...