Corría, escapaba con total desespero entre la espesura del bosque, dejando un rastro de sangre a su paso. Por mucho que intentara no era capaz de marcar una significativa distancia entre él y su perseguidor. ¿Cómo podía hacerlo cuando dos de sus extremidades habían sido dañadas y, una más, arrebatada?
Era un arachne, sí, pero no parecía ni de cerca tan feroz como se supone que debía ser. Allí, habiendo tropezado con una maraña de enredaderas, muriendo lentamente, era un monstruo patético.
Jadeando, intentó levantarse de nuevo. Fue imposible, tuvo que arrastrarse aunque de nada valía. Escuchó unas risotadas detrás de él.
—Por favor... —suplicó—. ¡Solo buscaba alimento! ¡No estaba molestando a los tuyos!
—Tu sola presencia me enferma, bestia —repuso el hombre que se abría paso hasta él.
Un aventurero, de nombre Rupert, sonrió al ver los ojos llorosos de un chico de escasos trece años, cabello revoltoso y lleno de ramitas. Al menos del torso hacia arriba era humano, pues por debajo tenía un despreciable torso arácnido color magenta, chorreaba sangre de la pierna arrebatada gracias a una trampa que su jefe, Chilhala Cayote, había puesto con todo acierto. Un horror en su máxima expresión si se lo preguntaban.
Sujetó con fuerza la ballesta entre sus manos. Disfrutó al ver como ese simple movimiento provocó que el chico temblase sin control. Pensó en llamar a los demás aventureros, pero al final decidió que no. Quería matarlo él mismo, y no sería rápido. ¿Qué debería hacer primero?, pensaba. ¿Arrancar cada una de sus piernas? ¿Destrozar esos repugnantes ojos? Vamos, necesitaba imaginación.
—¡Yo no he hecho nada! —gritó el arachne. Lágrimas empañaron su vista—. ¡Sólo buscaba alimento para mi hermana!
—Bestias malditas, deberían morirse de hambre de una vez —gruñó Rupert. Disparó una flecha, ensartándola en el brazo izquierdo, disfrutando con el grito de dolor del otro—. ¿Alimento? ¡No me jodas! Ustedes atacan a cada viajero que se cruza en su camino.
—¡No es verdad!
No le gustó para nada la actitud de desafío del chico. Lo solucionó con otra flecha, esta vez incrustada en una de las piernas heridas. Soltó una carcajada al ver como se revolcaba, eran tan sensibles... Sí, comenzaría quemando cada una de ellas, tenía tiempo de sobra.
La suerte para ambos comenzaría a girar velozmente, como una rueda de la fortuna o, mejor dicho, del infortunio.
Una rama se quebró a sus espaldas. Giró velozmente, apuntando con precisión para evitar ser sorprendido por quien quiera que estuviese allí.
Con torpeza, una figura relativamente más pequeña tropezó, revelando haber permanecido oculta entre los arbustos cercanos.
No pudo ser más feliz.
Otra arachne, esta vez una niña. ¿Diez años? ¿Ocho? Era una cría de cabello corto dorado y ojos grandes con un brillo amatista. Todo un asco, cada una de sus patas exigía a gritos ser destajada.
—Vaya, vaya, ¿y tú quién eres, pequeña?
No respondió a su pregunta. La pequeña no parecía mucho más valiente que el chico detrás suyo, el cual parecía haber perdido el conocimiento debido a la pérdida de sangre. Se acercó a ella, contemplando con gusto como esta no intentaba retroceder.
—Déjanos... —dijo la niña con voz débil—. Tengo hambre, solo quiero... un poco de fruta.
—Oh, ¡fruta! —Rupert ensanchó su sonrisa. Acababa de ocurrírsele una gran idea—. Te diré esto niña, no importa que tan horrible seas, no me interesa matar infantes, no lo disfruto. ¿De verdad sólo quieres fruta?
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Blumengarten: Sobreviviendo en este mundo como una chica murciélago
FantasyTras el asesinato de su familia a manos de un incomprensible ser, Korelia es arrojada a un mundo fantasioso, donde adopta la forma de una las criaturas más aborrecibles del lugar: una semi-murciélago. No por su apariencia, sino por la mala fama de l...