Prólogo (Volumen 2)

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El carruaje avanzaba lentamente, abriéndose paso a través del inhóspito paraje. Bruma ligera cubría el valle que ahora atravesábamos, como era usual por esos lares cuando el sol apenas se asomaba por el horizonte. La poca frescura del ambiente no sería nada comparada con el alto calor que nos asaltaría más tarde, una vez el astro reclamase por completo los cielos.

—Korelia, ¿estás bien?

Quién se dirigía hacia mí lo hacía con demasiada preocupación. Aquella chica de hermoso cabello rosado, un poco más largo tras tres semanas de no recortarlo, destacaba más que ninguno de los presentes, y no precisamente por su rostro de finas facciones.

Su nombre era Chika Mashiro, se trataba de una arachne. Ya saben: mitad humana, con un tórax de araña desde la cintura y cuatro pequeños ojos adicionales en la frente. Ella había sido mi primera amiga desde que llegué a este mundo. Era normal que lo hiciera después de... lo ocurrido en la villa.

Supongo que debo retroceder un poco para ponerlos en contexto.

Mi nombre es Korelia Daidouji.

Solía tener un trabajo como programadora con el cual hacía lo mejor posible para ayudar económicamente a mi familia. Era lo que llamarían una asalariada promedio, no esperaría que cosas importantes me pasaran.

Hasta que, durante una noche de mal augurio conocí a Tsuno. Aquel maldito no podía ser descrito de otra forma que no fuese una masa de oscuridad con grandes cuernos. Este ser no solo mató a mi madre, sino que secuestró a Mayu. Por razones que solo él conocía, también me atrapó a mí. ¿Resultado? Fui transportada a otro mundo con el cuerpo de una pequeña niña murciélago, una raza muy odiada aquí.

Me las arreglé para sobrevivir en una pequeña villa junto a un hombre de poca inteligencia, pero aparentemente muy poderoso. Por desgracia, mi estadía allí no duró mucho: extraños sujetos autoproclamados como «Los jueces de Frieden» redujeron todo a cenizas, obligándonos a iniciar un viaje hacia el norte del continente donde esperábamos encontrar una mano aliada.

Apenas nos habíamos encontrado con un par de criaturas hostiles durante el viaje, pero tras tres semanas de pasar horas en la carreta de viaje no podía calificar esto de otra manera que no fuera agotador.

Desde el último día en la villa mis brazos no habían parado de dolerme. No es que fuera mucho, pero era molesto estar sintiéndolos astillados todo el tiempo. Era una sensación similar al envaro ocurrido tras una sesión exhaustiva de ejercicio. Por esto era que Chika constantemente me preguntaba por mi salud.

—Estoy bien —respondí, estirando mis delgados brazos—. El dolor no se va, pero por suerte tampoco aumenta.

—Insisto en que deberíamos descansar más seguido —se quejó Chika—. Estar todo el día aquí dentro es agotador.

—Por una vez estoy de acuerdo contigo, araña —terció una voz cargada de exasperación.

Ella era Adalia Ditzel, una chica pelirroja que siempre ataba su cabello en una larga trenza. Su rostro casi siempre conservaba una expresión malhumorada, como si fuese de esas personas que preferían que nadie les hablara, y la verdad es que así era. Para sus dieciséis años, cuatro más que mi edad actual, era ya una chica muy fuerte, quizás la más fuerte de las pequeñas de la partida.

Era ella quien me entrenaba un poco durante las noches para que aprendiese a combatir. Incluso ahora que ya no éramos cazadoras en entrenamiento, ella seguía tomándose muy en serio su papel como superior. Era una buena tipa siempre que no la obligaras a que descargara su malhumor.

—Adalia —Me moví un poco, tratando de encontrar mejor comodidad—. ¿Cuánto más crees que falte para llegar?

—Ni idea —respondió la pelirroja, mirando hacia el frente. Una gran cortina evitaba que pudiésemos ver a quien conducía el carruaje y a su acompañante—. Cada que le pregunto solo dice: "no tengo idea, deja de molestarme que quiero beber" —dijo con una voz fingida de hombre—. En serio odio a ese tipo.

Blumengarten: Sobreviviendo en este mundo como una chica murciélagoWhere stories live. Discover now