Capítulo 34

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—¡¿Se va?!

El grito de la sirvienta resonó por toda la mansión.

—Tranquilízate Shiela. —dije, a la vez que pasé mi mano por mi oreja.

—Pero ¿por qué?

Dejando de empacar, volteé a mirarla, incrédula.

—¿De verdad estás preguntándomelo?

—Bueno...

La chica no pudo terminar de hablar, ella sabía que no me quedaría demasiado tiempo, pero, aun así, parecía haberse encariñado demasiado.

—Shiela, tengo cosas que hacer en Tryon, no puedo quedarme aquí. Para empezar, ya no pertenezco a Irimus.

Regresé mi atención a mis maletas, metiendo ropa, una tras otra.

El día de ayer fue el baile en casa del Duque, pero, debido al retrato, terminé durmiendo hasta la madrugada, así que no fue hasta hace poco que desperté.

Era bastante tarde, tenía planeado partir en la mañana para avanzar lo suficiente y luego descansar, sin embargo, a la una de la tarde, aún seguía aquí, empacando.

No me faltaba demasiado, para empezar, no traje casi nada, pese a eso, cuando llegué aquí obtuve muchas cosas, así que volvía con el triple de cosas de las que tenía.

—Su señoría.

Saliendo de mis pensamientos, le contesté, sin dejar de mover mis manos.

—¿Qué pasa?

—Iré con usted.

Dejando caer lo que sostenía, la miré y, alzando la voz, la cuestioné:

—¡¿Qué estás diciendo?!

—¡Quiero ir con usted!

—¿Eh? ¿Por qué?

—...Seguiré...a Su Alteza, Estrella del Imperio y futura Emperatriz de Tryon.

Con los ojos abiertos, y completamente nerviosa, intenté preguntarle cómo es que lo sabía, pero no pude hablar.

No se supone que nadie lo supiera, no me extrañó que Lennart se hubiera enterado dado su historial, sin embargo, que Shiela, una simple criada de la mansión vacacional de un marqués de Tryon estuviera al tanto.

—N, no tiene que sorprenderse tanto, es solo que, cuando llegó la carta abierta, accidentalmente...La miré...

—¿Accidentalmente?

Jugueteando con sus manos, me miró con una leve sonrisa incómoda.

Ante su expresión, no pude evitar reír.

—Entonces, ¿quieres venir conmigo debido a que me convertiré en Emperatriz?

Dije, colocando la última prenda en la maleta marrón, a la vez que la cerraba.

—Ya no soy una esclava, a pesar de que la marca en mi cuerpo permanecerá ahí por siempre. Pero quiero ser más, deseo convertirme en una persona que los demás vean, no por la cicatriz en mi cuerpo, sino por lo que he logrado con mi esfuerzo.

El silencio reinó en la habitación después de que ella terminó de hablar, no me atreví a decirle nada, sentí que aún no era momento de intervenir y, tal como pensé, su discurso no había terminado.

—Le dije antes que, con mis antecedentes, nadie querría estar conmigo ni me dejarían acercarme, sería una plaga en cualquier lugar al que vaya y, con quien sea que esté, solo le causaré problemas. Pero, su señoría me dio la solución.

No soy CenicientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora