Pasaron tres días tras la repentina aparición del ensangrentado Fausto, cada noche lo iba a visitar debido a que durante el día Amira no se separaba de él, a pesar de la molestia que sentía no podía hacer nada al respecto, así que solo me mantuve callada y seguí mi rutina, de un modo u otro finalmente lo veía.
-Buenas noches. -entré y silenciosamente cerré la puerta para dejar la bandeja en la mesa de noche, en ella un vaso de agua y un par de pastillas se veían bajo la lámpara que adornaba la mesa. Además de ser lo único que iluminaba el lugar.
-¿Estás aquí otra vez? Ya es muy tarde solo ve a dormir.
-Si hiciera eso, estarías muerto desde ayer. -sólo rió.
-Bueno, bueno, tomaré mi medicina como un buen niño. -se enderezó y tomó el par de pastillas, mientras yo le entregaba el vaso de cristal.
-Entonces hazlo y no hables.
-Déjame preguntarte algo. -una vez que hubo pasado las pastillas y dejado el vaso de vuelta a su lugar, me miró.
-¿Qué pasa? -no quería escuchar, sabía que no me gustaría nada lo que iba a oír.
-¿Qué harías si muero? -tenía la bandeja en las manosy, al escuchar lo que dijo, todo cayó al suelo, resonando en la habitación-. Nain, ¡¿estás bien?! -preocupado, intentó levantarse.
-¿Qué clase de tonterías estás diciendo? Ñ
No podía voltear a mirarlo.
-Por la Diosa, no creí que reaccionarías así, creo que de verdad ya puedo morir en paz.
-¡Deja de escupir tonterías! -lo miré de frente, sintiendo un nudo en la garganta.
Por otro lado, él estaba sentado en la cama con las manos entrelazadas, su mirada era apacible, sin embargo no me veía.
-Parece que ya puedes confiar un poco más en las personas.
-Me voy. -volví a voltear para irme, ya no quería escucharlo.
-En serio, deberías considerar abrir tu corazón a otras personas, no todos te traicionarán. -sin hacerle caso, salí de la habitación, dando un portazo.
No pude evitar volver a visitarlo, sabiendo que, cada vez que intentara irme, él volvería a sacar ese tema a relucir. Me arriesgué a escuchar su patética charla con tal de oír el inicio, que valía la pena.
Pienso que simplemente no debí venir.
-Creo que te verías bien si usaras vestido, ¿qué piensas? ¿Te gustaría intentar usar uno?
-¿Por qué haría eso? Son realmente incómodos, si usaras uno lo entenderías.
Ante mis palabras, rió a carcajadas.
-¿Imaginas a un viejo como yo, usando un vestido?
-Entonces, ¿puedes imaginarme usando un vestido?
Mi aversión por los vestidos era grande, comenzó desde que era pequeña cuando mi madre me obligó a usar uno junto con todo los demás "accesorios". Tal vez pudiera verme usando un vestido, pero seguramente la única imagen que aparecería en su mente sería la de aquella niña ingenua.
-Touché.
Bueno, él no tiene la culpa, pero es incómodo...No quiero.
[...]
¿Por qué estoy haciendo esto?
De repente, cuando quise salir de mi habitación para visitar a ese hombre, algo me detuvo y, entonces estaba poniéndome esto.

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No soy Cenicienta
Teen FictionTodos conocen el cuento de Cenicienta, ya saben esa historia sobre una niña estúpida que no sabe defenderse de su madrastra y hermanastras, y que, por ser tan amable, el cielo la recompensa con la fortuna de un príncipe. Siempre pensé que era realm...