Capítulo 42

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Al llegar al primer pueblo, lo primero que fue captado por la caravana y nos sorprendió a todos, fue la intensa luz que lo iluminó todo.

Una gran torre, apenas cuatro veces más ancha que una espada, y tan alta como 6 hombres apilados uno sobre otro, mantenía sostenido en lo alto una especie de caja de cristal, la cual, al mismo tiempo, resguardaba en su interior una resplandeciente bola de fuego amarilla.

Y, por supuesto, no había solo una de estas inusuales construcciones, sino que se esparcían estratégicamente por todo el lugar, debido a esto, también era complicado cruzar por las calles, ya que varios hombres parecían estar introduciendo en el suelo largos gusanos negros.

—¿Qué está pasando?

La pregunta de Daveth era la que todos los que me habían acompañado se hacían, entonces, cuando el carruaje se detuvo en una posada para que descansáramos por última vez antes de llegar al Palacio, un hombre se acercó a nuestro cochero y, tras cruzar algunas palabras, aquel que conducía a los caballos rápidamente bajó de su asiento y corrió hacia nosotros.

—¡P...! Quiero decir, mi Lord, escuche esto. —Terryal, que por su entusiasmo pareció olvidar por un segundo que estábamos en cubierto, tocó la puerta del carruaje con impaciencia.

Inclinándome para abrir, le pedí que subiera, obteniendo mayor privacidad.

—¿Qué sucede?

—Su Alteza, eso es...Parece que... ¡Los nobles se unieron para llevar a cabo el proyecto de iluminación!

Ya sabía que Nain planeaba ocuparse de eso, pero jamás esperé que lo lograra tan rápido. No solo tenía que convencer a los aristócratas y reunir suficiente dinero, sino que conseguir la mano de obra tampoco sería sencillo, puesto que no había mucha gente en el Imperio que supiera cómo instalar el alumbrado.

A pesar de ello, la pelinegra había arreglado todo en tan solo 5 días, si no es que menos, considerando el progreso.

—Es imposible, ¡¿qué clase de monstruo es ella?! —el grito de mi amigo resonó en el pequeño espacio, sobresaltando al cochero.

El hombre parecía confundido, aunque igual no preguntó nada y únicamente, excusándose, bajó del carruaje. Así, una vez estuve solo con Daveth, le di un puñetazo con toda mi fuerza en el brazo.

—¡Agh! ¡¿Qué demonios?!

Ignorando sus quejas, procedí a bajar del carruaje luego de haberme quitado el saco decorado con innumerables joyas y bordado con hilos de oro y plata, el cual delataría mi identidad al instante. Necesitaba ver este proyecto más de cerca para determinar la calidad del progreso.

Conozco a Nain como ser humano, pero sinceramente jamás he visto de primera mano sus habilidades de administración y contaduría, además, tratar con las personas no debe ser nada sencillo para ella tampoco.

Eso pensé...

Pero, después de haberle preguntado a todos los trabajadores y residentes del pequeño pueblo fronterizo, me di cuenta de cuánto se esforzó esa frívola chica a la que ni siquiera le importaba del todo su vida, no hasta hace poco. Y, por unos breves segundos, sentí mucha envidia de aquel al que consideraba su padre.

Fue un poco deprimente que no haya podido ser yo quien la cambiara, sin embargo, de alguna manera, toda la desesperación que había comenzado a acumular en mi interior desde aquel día en el baile en que la perseguí sin éxito, simplemente desapareció con el frío viento que extrañamente calentó mi corazón. Pues acabo de darme cuenta de que no era el único tratando de alcanzarla.

Ahora entendía porque, no importa cuánto la buscara frente a mí, nunca lograba llegar a ella.

—Siempre estuviste justo a mi lado.

No soy CenicientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora