Capítulo 5

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Determinación, era algo que me faltaba realmente, pero con ese hombre no podía hacer lo que había estado haciendo hasta ahora, mis acciones y palabras habían cambiado y mi forma de ver el mundo también, aunque Fausto no se veía mejor cuando le pregunté al respecto me dijo que no debía preocuparme sólo era que estaba envejeciendo, aunque no le creí nada preferí no preguntar.

Amira por otro lado ni siquiera voltea a mirarme y en cuanto a la situación con su padre parece que se ha disculpado, Fausto con Amira por supuesto, esa niña tonta de verdad no tiene un poco de sentido cuando debe tenerlo y aún se atreve a reprenderme a mí. Parece que la hija de ese hombre fuera yo más que esa chiquilla inmadura

— ¿Eres la más indicada para decir eso? —volví a la realidad y al escuchar su cuestionamiento me quedé helada, ¿había acaso leído mis pensamientos?

— ¿Cómo dice?

— Digo que no eres la más indicada para hablar así, no es que sea la mejor historia del mundo, pero ¿no piensas que se parece a nuestra situación un poco?

— ¿Cómo? —no sabía exactamente de qué me había perdido, pero tal parece que, aunque estaba perdida en mis pensamientos él había continuado hablando de no sé qué.

— ¿Es qué no estabas escuchándome?

— Tal vez... —me levanté del suelo y sacudí mis ropas comenzando a dar vueltas sin alejarme.

— De verdad puedes ser realmente cruel a veces, estábamos hablando sobre la historia del reino.

Me detuve de golpe y lo miré fijamente, no creo haber aceptado iniciar una conversación como esa, es correcto que amo leer, pero hay una amplia gama de géneros para escoger y entre aquellos que leo el romance está completamente fuera; sí, puedo leer suspenso y ficción, pero cualquier otro género me hace dormir.

Por lo que había oído de esa extraña mujer la última vez la leyenda del reino era nada menos que la de Cenicienta, el cuento de romance que más odiaba en toda la historia de la literatura, siendo sincera si llegaba a leer romance eran más como Romeo & Julieta con un final trágico y un poco más llevado a la cruel realidad del amor.

— No creo haber aprobado esa conversación.

— Eres tan perceptiva como pensé, pero realmente tengo ganas de contarte la historia.

— Ya la he oído antes, así que ahórrese la molestia y guarde su saliva para otra ocasión. —comencé a caminar de vuelta a casa cuando me detuvo.

— ¿Dónde escuchaste la historia?

— ¿De qué habla? Es una historia muy popular, por supuesto que la he oído, extraño sería que no la conociera. —me miró aún más intrigado, y sin oponer resistencia, algo bastante peculiar en mí, le contesté —. Mi madre siempre nos contaba ese cuento a Nessa y a mí cuando éramos más pequeñas.

— ¿Qué inesperado? No creí que aquella mujer pudiera hacer algo como eso.

— ¿De qué hablas?

— Tu madre es un poco extraña.

— Le recuerdo que es mi madre de quién habla. —no me molestaba en realidad, pero que alguien más la insultara que no fuera yo no me era placentero, aunque fuese él.

— También es mi esposa.

Touché. —viendo cómo asentía sin expresión causó que la pregunta saliera sola —. ¿Por qué te casaste con ella?

— Necesitaba ayuda.

— Eso no es suficiente, son un par de desconocidos y tampoco es que te hayas enamorado de ella.

No soy CenicientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora