¿Alguna vez probaron dormir en el suelo? Es tan frío y duro, mi cuello dolía y mi espalda no paraba de crujir cada vez que intentaba levantarme, me temblaban las piernas y apenas podía ver. Una vez estuve sentada en el gélido suelo me acomodé el cabello que cubría mis ojos, lentamente me puse de pie y me sostuve de la pared más cercana tras soltar un pesado suspiro de cansancio.
Sentí mi aliento caliente y repentinamente estaba mareada, todo estaba borroso, mi cara dolía, bueno...en realidad todo me dolía, pero más la cara. Seguí caminando mientras me sostenía de la pared, solo podía escuchar mis pasos ligeros sobre la alfombra del largo pasillo que me dirigía a las escaleras, aún estaba ligeramente oscuro, debían ser como las 5 de la mañana, bajé hasta el primer piso silenciosa y cuidadosamente sujetándome con fuerza del pasamanos. Una vez abajo me dirigí a la puerta principal, no sabía que estaba haciendo, solo que no tenía ganas de amanecer y mirar a la gente de esta casa, así me dirigí al bosque.
Vestía un simple camisón blanco, ya un poco sucio por los constantes roces de las plantas y árboles debido al mareo, además iba descalza, no podía sentir el dolor en mis pies seguramente debido al dolor que mi cuerpo ya tenía, quizás me había vuelto a resfriar por dormir en el suelo.
Caminé por minutos que parecieron horas, hasta que logré ver la reluciente cascada, el sol estaba recién haciendo acto de presencia, pero aun así tenía frío, así que me recosté en el pasto y abrazando mis piernas me envolví a mí misma cerrando los ojos.
[...]
La luz del sol que normalmente pasaría por las transparentes cortinas no estaba allí para despertarme y al levantarme de la cama noté incluso que el lugar habitual había cambiado completamente.
Empezando por el tamaño de la habitación que era sin duda unos metros más grande y siguiendo por un montón de cosas más; la cama en la que normalmente cabrían dos personas tenía ahora espacio de sobra y una gran cortina blanca colgaba del dosel, yo, por otro lado, estaba cubierta con una colcha beige y vestía un camisón diferente, fue entonces que entré en pánico.
Me levanté de la cama tan rápidamente que cuando estuve de pie me mareé y caí.
— ¡Auch! —en unos segundo me encontraba de rodillas en un suelo de madera desconocido.
Intenté levantarme apoyándome de una cómoda cercana, pero mi cabeza dio una punzada haciéndome resbalar y que el jarrón sobre el mueble cayera a mi lado haciéndose añicos con un gran estruendo, mientras tanto yo me sostenía la cabeza.
— ¡NAIN! ¡¿Estás bien?! —debo estar alucinando, no puede ser posible escuchar su voz ahora —. ¿Te lastimaste?
Debo estar loca, ¿por qué estoy viendo a Antek hincado frente a mí? Él no pudo haber entrado por esa puerta, incluso froté mis ojos, pero su imagen no desapareció. Tras él pude ver parados en la puerta a una chica joven vestida de mucama y un hombre mayor con un traje de mayordomo.
— Tú... ¿dónde estoy? —él me ayudó a levantarme sosteniéndome estilo princesa y me regresó a la cama.
— Tranquila, todo está bien, es bueno que no te lastimaras —ignorando mi ceño fruncido me obligó a acomodarme en la cama —. Olga, podrías levantar los trozos del jarrón por favor.
— Por supuesto al...joven Antek. —la chica de cabello lavanda entró a la habitación y recogió los trozos esparcidos por la esponjosa alfombra blanca, afortunadamente el vivo color carmesí de la cerámica agilizó el trabajo evitando que quedaran residuos.
— Perdón, no quise romperlo. —miré Olga con leve arrepentimiento, ella solo se inclinó levemente y con un "No se preocupe", salió de la habitación cerrando la puerta —. Creo que ella me odia.
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No soy Cenicienta
Teen FictionTodos conocen el cuento de Cenicienta, ya saben esa historia sobre una niña estúpida que no sabe defenderse de su madrastra y hermanastras, y que, por ser tan amable, el cielo la recompensa con la fortuna de un príncipe. Siempre pensé que era realm...