Capítulo 45

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—Su señoría, espere un segundo, no puede sólo entrar así. La señora está- ¡Ah!

Con ese grito, la puerta del salón fue abierta con un estruendo.

—Lennox, la marquesa te dijo que te controlaras. —la voz calmada de Shiela hizo que el ahora pelirrojo frunciera el ceño, pero no dijo nada y simplemente cedió el paso a la silla de ruedas.

Dentro de la habitación en la que tres personas repentinamente interrumpieron, Zaira miraba estupefacta, como si dudara que fuera real, al mismo tiempo en que también la observaba fijamente a los ojos.

—¿Qué es...? ¿Cómo es qué terminaste así? —sus manos, que sostenían la fina porcelana, temblaban tanto como sus palabras.

Hacía casi dos meses que se había ido de la mansión de Le Vine, debió haber escuchado que me fui de viaje y estaba de vuelta, jamás podría haber imaginado que en tan solo unos días su precioso cofre del tesoro hubiera terminado en una silla de ruedas pareciendo un cadáver.

Viéndola así, de frente, recordé la conversación que tuve con mi hermana antes de venir.

—¿Por qué odias a mamá?

Su pregunta me sorprendió, sin embargo, igual contesté, aunque fuera con otro cuestionamiento.

—¿Tú no la odias?

—No realmente, quiero decir, aunque padre jamás nos miró, ella al menos intentó darnos una buena vida y educarnos conforme lo que creía que era correcto.

No tuve nada que decir, puesto que Nessa tenía razón. Zaira tal vez hubiera preferido mil veces haber tenido un hijo varón, así como Kahil —quién se supone es nuestro padre de sangre—; pero a pesar de eso, en comparación con ese arrogante y orgulloso hombre, ella nos cuidó y se preocupó por nosotras a su manera.

Incluso cuando la persona que amaba murió, no nos abandonó, sino que nos llevó con ella.

—Eso...Supongo que es verdad.

—No tienes por qué pensarlo tanto, no lo dije para obligarte a apreciarla. Para mí, madre es la única familia que me queda junto contigo, pese a ello, soy consciente de que no hizo por ti lo mismo que hizo por mí, después de todo, somos diferentes.

—...

A comparación de Nessa, jamás fui del tipo que gustaba de hablar de moda, matrimonio o rumores de la nobleza, por lo que mi madre y yo nunca congeniamos ni interactuamos más de lo estrictamente necesario.

Ninguna hizo el esfuerzo de cambiarlo en el pasado y no creo que eso sea distinto ahora.

—Está bien, puedo entenderlo, encontraste alguien más en quien apoyarte. Dicen que nunca es tarde para arreglar las cosas, pero hay veces en que, si no enmiendas tus errores en el momento, se vuelven imposibles de reparar después.

—Lo lamento... —por una extraña razón sentí la necesidad de disculparme.

Nunca sentí que cambiara a Fausto por nadie, ya que para empezar nunca tuve una figura paterna, aun así, debió ser complicado para mi gemela adaptarse tan bien como yo lo hice.

—Te diré una cosa, nuestra situación es como con los huérfanos que son adoptados y aman a sus padres adoptivos. —no comprendí a qué se refería, por lo que seguí escuchándola—. Si tienen la oportunidad de volver a ver a sus verdaderos progenitores, ¿qué piensas que sentirán? ¿Crees que podrán apreciarlos tal como a aquellos que los amaron y cuidaron verdaderamente?

—...

—Aunque exista el anhelo de conseguir su afecto, es imposible que dure para siempre a menos que los padres también aporten algo de esfuerzo; eso es porque no se conocen, no tienen recuerdos de ellos. ¿Cómo puedes amar a alguien que nunca has visto? ¿Cómo puedes amar a alguien...que te abandonó? Por necesidad o lo que sea, sigue siendo abandono.

No soy CenicientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora