Capítulo 20

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Las cosas se estaban saliendo de control y por primera vez en toda la noche me estaba arrepintiendo de haber venido

-¡¿Piensas quedarte ahí?! -volteé a ver a quién me llamaba, era la misma mujer que me había cambiado-. ¡Vamos!

-Demonios. -corrí hasta ella, quien mantenía la puerta de un carruaje abierta.

-Sube. -el pequeño carruaje me sorprendió, pues este era tirado por Nichab. Me acerqué a él dudando en subir, pero al oír como los soldados me llamaban para que me detuviera, casi me arrojé dentro-. Ojalá puedas escapar, esto es todo lo que puedo hacer por ti.

-Es suficiente, gracias. -dije mientras cerraba la puerta de madera, luego, me asomé por la ventana de la misma para decir: -Sabe, creo que ya sé quién es usted.

Ella solo sonrió y, después de darle la señal a Nichab, la yegua sorprendentemente obedeció y avanzó trotando.

-¡Nos veremos!

Cuando quise darle un último adiós ella ya había desaparecido. Me asomé por la pequeña ventana y lo único que pude ver fue a Antek sonriendo, mientras los soldados tras él se acercaban con caballos.

¿A caso ellos, iban a perseguirnos?

Intenté sacar ese pensamiento de mi cabeza mientras me acomodaba dentro, cuando de repente escuché las herraduras contra el suelo, una tras otra comenzaron a erizarme la piel y, sin pensarlo, me asomé por segunda vez y ordené a Nichab ir más rápido.

De un momento a otro, la yegua galopaba.

-¡Para, ¿quieres?!

Volteé a mirar a mi perseguidor, sus dorados ojos me miraban fijamente tentándome a detenerme, no obstante, el repentino recuerdo de la colérica expresión de mi madre, tomó la delantera.

Con una expresión infantil y mostrando mi lengua volví dentro del carruaje para entrar en pánico a solas.

¿Cómo escaparía esta vez?

-¡En nombre del futuro Sol del Imperio se le ordena que se detenga!

-¡Váyanse al diablo! -tercera vez asomándose por la ventana, mala idea.

Lo malo de tomarse libertades en lugares que no conoces es exactamente eso, todo a tu alrededor es ajeno a ti y por lo tanto, ¡¿cómo podrías saber que la puerta del carruaje en el que vas no está bien fija?!

Bueno, a veces debes de enterarte por las malas, así como yo, perdiendo por poco la cabeza.

Afortunadamente, esta vez sí pude controlar mis expresiones mientras me sostenía de lo que pude, nadie sabe que casi escupo mi corazón.

-¡Nain!

-¡Fíjate por dónde vas! -grité, interrumpiéndolo, la puerta que había caído se dirigía hacia él.

-Detente, te harás daño.

-Tú me harás daño, sólo deja de perseguirme.

Sin puerta, hablar con él era más complicado y tenebroso, no confiaba del todo en mi fuerza y, además, mis pies me dolían, así que me quité la zapatilla que quedaba y, soltándome la coleta, usé la cinta roja para amarrar el brillante zapato a mi cintura.

Con medio cuerpo dentro del carruaje aún, me sostuve del techo asomando mi cabeza y, tal parece que, asustando a Antek.

-¡¿Qué haces?! ¡Vuelve dentro!

-¡Sino quieres que me caiga cierra la boca!

Todos los guardias que iban detrás de Antek me miraron sorprendidos, pero inmediatamente después aceleraron el paso.

No soy CenicientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora