Capítulo 47

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El matrimonio normalmente era usado por los nobles como un contrato en el que ambos lados se beneficiaban mutuamente, era extraño que existieran parejas que realmente se amaran; la prueba inexcusable de ello eran los propios Emperadores del Imperio.

A lo largo de la historia, estos matrimonios concertados sirvieron para aumentar la riqueza de diversas familias, así como para aumentar su poder político, militar o comercial, según fuera el caso. En el caso de Lerner, podía imaginar lo que deseaba.

Considerando la fortuna que posee y que ha estado escondiendo, debe querer hacer algo con ella. Al enterarse de que estaba estableciéndose una nueva matriarca en Le Vine, debió buscar entablar relaciones; si Amira hubiera obtenido el título, pese a que no se casaría de ningún modo con un "simple" Vizconde, ignorante, efectuaría un contrato tras ser convencida por el astuto Lauryn, y Antek estaría completamente fuera del trono en unos meses, si no es que semanas.

No obstante, fui yo quien que convirtió en Marquesa; al no estar relacionada por sangre con el anterior Marqués, Fausto, y tras la expansión de los rumores de que le había arrebatado su posición a la pobre princesita, Lerner Lauryn pareció creer que no tengo ningún afecto por el territorio que gobierno y, más aún, que busco poder y riquezas ambiciosamente.

«Parece que has atraído a un posible enemigo.»

No estaba feliz por ello. Antes de ascender como Emperatriz, no; antes de siquiera convertirme en la pareja de Antek, no necesitaba que se sumaran a la lista más problemas de los que encargarme.

—¿Su señoría? —habiéndolo dejado esperando por un minuto mientras divagaba, el Vizconde volvió a preguntar.

—Eso es...

No supe que responder por un tiempo, si aceptaba su invitación los rumores sobre nosotros no se detendrán, entonces Antek no dudará en aparecerse por aquí ahora que conoce mi identidad; por otro lado, si me niego, presiente que algo malo sucederá al ponerse del lado malo de este misterioso Vizconde que parece tener más de lo que muestra.

Si bien soy una de las nobles más poderosas del Imperio, no significa que sea invencible. Ante un enemigo desconocido, es mejor no precipitarse.

Estando a punto de aceptar la invitación de Lerner con una sonrisa perfectamente actuada, cuando fui repentinamente detenida por una mano desconocida que tomó la mía y me jaló un paso atrás. Mi espalda chocó con el pecho del desconocido que me salvó de un incómodo momento con el Vizconde.

¿Cómo sabía que era un hombre? O era la mujer con el pecho más plano del mundo, o era un hombre; sólo había dos opciones.

—... ¿Qué significa esto?

Tal vez haya sido mi imaginación, pero la voz de Lerner Lauryn sonó más fría que hace dos segundos; no pude evitar pasar saliva con nerviosismo. Mirando hacia atrás para ver al causante de la posible explosión, vi el cabello tan rojo como las llamas que Lennart había pintado.

—Le... ¿Sir Lennox? ¿Sucede algo?

Antes de llamarlo, no solo por su nombre real, sino por su nombre de pila en vez de por su título, logré interrumpirme y preguntar qué demonios estaba haciendo sin levantarle la voz. Mi tono confundido fue tan convincente que hasta yo creí que no estaba realmente aliviada de que nos hubiese interrumpido.

—¿Sir? —mirando de arriba debajo de forma arrogante a Lennart, pude darme cuenta de que el Vizconde estaba menospreciándolo—. ¿Este hombre trabaja para usted su señoría?

Soltando la mano del pelirrojo, volví a mi posición original, no sin antes hacer señas por detrás a Lennart, pidiéndole que se quedara callado.

—Es mi escolta, Lord, ¿sucede algo? —pregunté con una sonrisa.

No soy CenicientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora