-¡¿Vas a ir a dónde?! -mis manos golpearon el escritorio, donde, del otro lado, se encontraba sentado Fausto-. ¡Te has vuelto loco!
Me enderecé y suspiré mientras llevaba mi cabello hacia atrás.
Hace unos días Fausto pidió volver a trabajar, desde entonces, tengo incluso que llevarle la comida a la oficina. Estoy consciente de que es el jefe de la casa y el Marqués, pero está enfermo y no pide ayuda para nada, casi como si lo hiciera a propósito.
-Tengo mucho trabajo atrasado y no quisiera irme, pero este trato necesita de mi presencia directa.
-¿Y qué hay de Amira? ¿Te dejó ir? -en ese momento tocaron la puerta y fui a abrir, del otro lado, la rubia traía con sigo una bandeja con una tetera y dos tazas.
Le cedí el paso.
-Lo dejé ir. -dijo al mismo tiempo que dejaba la bandeja en la mesa para café que decoraba la oficina.
-¡¿Has enloquecido?! ¿Por qué lo dejarías ir cuando conoces su condición?
Preparó el té tranquilamente antes de volver su mirada hacia mí, se veía pasiva, como si supiese que nada iba a pasar.
-Él dijo que volvería o, ¿es qué acaso no confías en papá?
-¿Confiar? Yo creo en lo que veo, y, en este momento, su muerte inminente es lo que puedo percibir más cerca si se va. -una risa socarrona salió de mi boca llamando su atención-. Su promesa no vale nada comparada con la progresión de su enfermedad, aún si él promete ante la Diosa, nada cambiará, morirá si hace ese viaje, debería solo quedarse aquí y recuperarse por más tiempo.
-Ya basta, no alces la voz, si él lo promete no hay manera de que no lo cumpla, confío en que regresará sano y salvo de su viaje como siempre. Entonces...¿tu podrías ayudarme a mí ahora?
De repente, la tomé por los hombros presionándolos con fuerza y, con el ceño fruncido, le hablé llena de ira.
-¡Despierta! Esto no es un cuento de hadas, la magia no existe y, si tu padre viaja tanto, ten por seguro que no volverá. Deja de actuar como una niña, usa tu cerebro, mira a tu alrededor, esta es la realidad.
Ella me miraba entre enfadad y asustada.
-Ya basta Nain. -Fausto se levantó de su silla y se acercó a nosotras, colocando su mano sobre mi hombro-. Amira, déjanos solos.
Finalmente reaccioné y la solté, entonces la chica asintió y salió de la habitación.
-Lo lamento... me disculpé en voz baja.
-Esta bien, sé que estás molesta, pero esta es mi decisión.
Lo miré irritada y volví a enloquecer.
-¿Por qué eres tan terco? ¡¿No puedes solo quedarte aquí y ya?!
-Debo ir a este viaje, es necesario que me vaya. -su mirada me hacía enfadar más, estaba tan tranquilo que me hacía querer golpearlo.
-Mientes, es mentira, nadie te necesita, lo único que quieres es morir en un lugar donde nadie pueda verte.
-¿Puedes solo...dejarme ir?
Furiosa, salí de la oficina dando un portazo y corrí hasta el ático, cerrándolo de la misma manera.
Caminando por toda la habitación, que estaba hecha un completo lío, seguí pensando. Creí que podría hacerlo entrar en razón después de todo lo que me dijo y el supuesto amor que aseguraba tener por mí; sin embargo, después de todo, él simplemente piensa en su hija.
No, él sólo piensa en sí mismo.
Si no escuchará a nadie, ¿por qué debería preocuparme por él? ¿Por qué debería estar furiosa por él? Simplemente debería morir y ya...
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No soy Cenicienta
Подростковая литератураTodos conocen el cuento de Cenicienta, ya saben esa historia sobre una niña estúpida que no sabe defenderse de su madrastra y hermanastras, y que, por ser tan amable, el cielo la recompensa con la fortuna de un príncipe. Siempre pensé que era realm...