Capítulo 44

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No comprendía en su totalidad lo que sucedía con ese hombre que parecía seguirme a todos lados para "deshacerse" de mí, aun así, decidí empujar al fondo de mi mente las complicaciones por un minuto y centrarme en encontrarlo. No serviría de nada saber su trasfondo si ni siquiera podía mirarlo cara a cara para convencerlo de ayudarme. Entonces, mientras pensaba en ello, un grito me obligó a volver a la escena en la que me encontraba.

—¡¿Qué es lo que sabes?! ¡Esto no tiene nada que ver con él! Es porque eres una zorra codiciosa que mereces morir.

La mujer, amarrada con fuerza a la silla, me miró como si fuera un insecto bajo sus pies; sin embargo, en el fondo de esos ojos marrones cubiertos por la maraña de cabello gris sucio, había un deje de desesperación. Era evidente que trataba de distraer mi atención haciéndome enfadar y, pese a que esa táctica no funcionaría conmigo, hizo efecto en otras personas.

Nessa, Shiela y Lennart caminaron frente a mí con una coordinación impresionante, obstaculizando mi visión de la sospechosa. La primera en hablar fue mi hermana.

—Esta cucaracha cree que puede hablarle así a la Marquesa de Le Vine, parece que necesita una lección de modales.

—No se preocupe señorita, seguro que Sir Lennox se encargará de deshacerse de esa cosa a la que ni siquiera se le puede llamar boca. —la sirvienta, que soltó palabras crueles sin inmutarse, también le pasó la responsabilidad de toda acción al pelirrojo a su lado.

—Sí, Nain, sólo asiente y le arrancaré la lengua a ese pedazo de mierda.

El tono de voz de las tres personas se hacía cada vez más siniestro conforme hablaban y, a pesar de que también quería castigar a esa mujer por insultarme, aún la necesitaba con vida, por supuesto, tampoco no podía perdonarla sencillamente.

Mirando la espalda de las tres personas perfectamente alineadas, escribí rápidamente un mensaje y estiré la mano para alcanzar la manga más cercana, tratando de evitar que mi pista fuera brutalmente acallada por estos "guerreros de la justicia".

Mi gemela, ubicada a mi derecha, fue la emisaria elegida.

—¿Qué pasa? —preguntó, volteando ligeramente el rostro al sentir como la jalaba.

[—Que pueda hablar.]

Esa señal fue suficiente para hacer que la castaña sonriera y susurrara mis órdenes a Lennart, situado protectoramente frente a mí. Un instante más tarde, salía de la prisión subterránea con ayuda de los tres criados, dejando atrás a mi hermana y el falso caballero.

[...]

Al día siguiente, una visita inesperada entró a los jardines de la mansión Le Vine.

—¡Señorita Nessa!

A la hora del té, el cabello plateado se iluminó con el sol del mediodía, y los ojos azules brillaban como si frente a ellos se revelara el más hermoso tesoro. Y ese tesoro, no era otro que mi hermana.

—¿Daveth? ¿Qué demonios estás haciendo aquí? —con el sonido de la taza de té derramándose sobre la mesa y la silla cayendo al suelo, Nessa se levantó abruptamente con una expresión poco clara.

La sorpresa pareció hervirle el cerebro, pues no pareció notar la manera íntima en la que había llamado al contrario.

Por otro lado, los sirvientes detrás del futuro Duque no parecieron notarlo y, en cambio, mostraban un rostro sin sangre, después de todo habían cedido el paso a un forastero del Marquesado sin siquiera anunciarlo. En el momento en que cruzamos miradas, cada uno de ellos se inclinó profundamente.

—Oh, cierto. Su señoría, me disculpo por mi intervención inoportuna. —Daveth se acercó a mí con un aire noble, levantando ligeramente mi mano y besando el dorso—. Es un placer verla una vez más.

No soy CenicientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora