Capítulo 40

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La carta que Daveth me mostró no era especialmente larga, así que, inmediatamente terminé de leerla y supe lo que estaba sucediendo, eché a mi amigo de la habitación para evitar hacer una locura.

-Déjame solo. -dije con voz suave.

-Bien.

Él parecía querer decir algo, pero únicamente cerró los ojos, suspiró y se fue.

Así, finalmente solo, recargándome en el sillón y llevando mi cabeza hacia atrás, me cubrí el rostro con frustración, dejando caer la carta y mostrando el contenido:

[Daveth:

Hazme un favor y comunícale a su alteza que puede dejar de jugar y regresar ahora. Fue divertido verlo buscando a Nain por todos lados, como si creyera que jamás la volvería a ver si paraba de perseguirla.

Da igual, trae su trasero real y el tuyo hacia aquí, les tenemos una sorpresa.

Atentamente, Nessa.

P. D: Más les vale no enfadarse.]

¿Querían que no nos enfadáramos? ¿De verdad estaban pidiendo eso?

Poniéndome de pie, caminé sin ganas hasta la cama y me dejé caer sobre ella, presionando las sábanas con toda mi fuerza para resguardar la dignidad que me quedaba, exhalé todo el aire en mis pulmones y me quedé dormido, tratando de no pensar en que me esperaba.

Al día siguiente, me levanté temprano por la mañana, dándole indicaciones a los sirvientes de que partiríamos por la tarde y prepararan todo.

Con esa orden, subí a un carruaje con Daveth, quien me seguía en silencio.

Llegamos a la residencia del conde Ilse. Si ya estaba aquí, al menos cumpliría con mis tareas como Príncipe Heredero y, para eso, había algo que necesitaba del hombre frente a mí.

Mirándome directamente con sus ojos verdes, se inclinó para saludar.

-Veo a Su Alteza, futuro Sol del Imperio; que los siete dioses resguarden su camino. Saludos también a Lord Roche.

-...Gracias conde, es un placer verlo también. -indicándole que podía tomar asiento, ambos quedamos uno frente al otro, mientras Daveth se quedó sentado un poco más atrás.

Luego de notar el nerviosismo del hombre, a pesar de saber porque vine aquí, decidí hablar primero.

-Conde, ¿no tiene algo para mí?

Pero contrario a lo que pensaba, el contrario sólo pareció ponerse más inquieto, moviendo sus manos y presionándolas juntas, no fue hasta minutos de silencio más tarde que al fin levantó la vista, en la podía reflejarse la culpa.

-Y, yo...Lo lamento.

-¿Qué sucedió? Conde, usted y yo teníamos un trato, así que espero que por lo que se esté disculpando no tenga nada que ver con eso. -la voz profunda que salió de mi boca hizo estremecer a Ilse, quien inmediatamente se levantó para arrodillarse frente a mí.

-¡Perdóneme Su Alteza! ¡Se lo ruego! Yo no quería hacerlo, pero ella...

Al oír la última frase, mi ceño se frunció, volviendo a la normalidad al instante. De alguna manera hablé calmadamente, preguntándole con un tono gutural:

-¿Quién podría amenazarlo, conde?

-S, sé cómo suena, pero es la verdad, ¡lo juro! -arrastrándose, me tomó de la solapa del pantalón, halando de ella.

Daveth se acercó desde atrás y, desenvainando su espada, la puso en el cuello del hombre que estaba de rodillas.

-¡¿Cómo te atreves a tocar a Su Alteza?!

No soy CenicientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora