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ANDRÉ

Se que soy un hijo de puta por todo lo que le dije, pero todo se salió de mis manos siento que todo esto me está ganando ¡mierda! Acelero más para poder llegar a matar de una vez a ese hijo de puta, aprieto el volante bajo mis manos al recordar toda la mierda que le grite.

Oigo el rugido de un auto, veo como un Ferrari rojo se coloca al lado y una camioneta negra detrás de mí, genial lo que me faltaba. Acelero más para poder llegar de una vez en donde mande a encerrar a ese hijo de perra, necesito matarlo ya. veinte minutos después estacionó mi todo terreno enfrente de la bodega abandonada que obviamente es mía, está en medio de un bosque nadie puede entrar a esta área.

Suspiro pesadamente al ver como los dos autos se estacionan al lado mío.

—¿Que mierda hacen aquí? —preguntó una vez me he bajado del vehículo.

—Necesito diversión y creo que tú me la darás — responde encogiéndose de hombros Dalton.

—¿y tú? También necesitas diversión — veo a Matías quien solo se nos queda viendo.

—No, vine a llevarte a casa, Dacota se puso mal—¡Mierda! Estampó mi puño en el capó de la camioneta donde venía este dejándolo aboyado.

—Regresaré una vez haya acabado con esta mierda — camino hacia adentro del lugar sintiendo los pasos de ellos también detrás de mí.

Sonrío cínicamente al ver al maldito amarrado en una silla, veo una cubeta de agua no dudo en agarrarla y acercársela en la cara, despierta bruscamente desorientado de su pequeña siesta que estaba tomando al esperarme.

—Te desperté princeso — le sonrió de lado.

—¿Piensas que con matarme te libraras de todo? — dice intentando sonreír, pero le sale más bien una mueca.

—Claro que no, pero si me librare de un hijo de puta que estorba mi camino.

—Aunque me mates aún quedan muchos para seguirte estorbando.

—Tranquilo pronto los mandare contigo— le guiño un ojo—. Pero ya fue mucha charla tranquila, ahora dime quiénes fueron los perros que te mandaron hacer toda esa mierda —gruño tomando su cabello en un puño.

— Mátame de una vez, porque no te diré nada— ataca, escupiéndome la cara, ¡oh no! Este bastardo no acaba de hacerlo, ¿o sí?

Escucho unos ¡oh! A mis espaldas, limpio mi cara sonriendo.

—Bueno vamos hacerlo a las buenas — aprieto su hombro donde mi hermosa hermana le disparó, este se remueve quejándose—. Creo que la bala no salió ¿verdad? — pregunto sacando una navaja de mi pantalón.

—Que harás hijo de puta — gruñe entre dientes intentado alejarse, obviamente algo que no sucederá.

—Solo te ayudaré a sacarla — sonrío encogiéndome de hombros.

Volteo a ver a los dos imbéciles detrás de mí, quienes solo están parados viéndome, les hago una seña y estos captan caminando y colocándose a cada lado del hijo de perra para sostenerlo. De un tirón despedazo su camisa, lo colocan de espalda a mi dejando a mi vista la herida de bala.

— Tranquilo, ya he hecho esto antes— palmeo su espalda.

No lo pienso ni dos veces y entierro mi navaja en la herida, recibiendo sus gritos de dolor, algo tan satisfactorio para mis oídos. Le entierro más hasta solo tener el mango de esta en mis manos, sonrío viendo como la sangre escurre.

—Maldito — susurra sin aliento, saco la navaja y su sangre me salpica un poco.

—Oh, esto no es nada a lo que te espera— volvo a enterrarle la navaja, siento como está topa con algo—.  Bingo— sonrío intentando sacar la bala, sus gritos de dolor son cada vez más altos y sus movimientos me hacen un poco la tarea más difícil.

—Puta madre, este imbécil me dejara sordo— sisea Dalton quien intenta sostener a nuestro querido Tomas.

Sigo intentando sacar la bala hasta que lo consigo, una vez la sacó también pedazos de su carne se vienen con ella.

—Ves, te dije que tenía práctica — me carcajeo tirando a un lado la navaja.

Vuelven a colocarlo de frente, su cara está pálida hasta lágrimas hay en su maldito rostro, está apunto de cerra los ojos, oh no esto no acaba aquí.

—Vamos no te duermas, si apenas estamos comenzando— estampó mi puño en su cara, una y otra vez hasta que su cara está ensangrentada.

Veo mis nudillos, hago una mueca de asco al ver como sus dientes quedaron marcados haciéndolos sangrar un poco. Agarro un tubo de metal jugándolo entre mis dedos.

—Sabes por tu maldita culpa desconfíe de mis hombres, por tu maldita culpa le dije cosas horribles a mi esposa — gruño estampando el tubo en su cara, y un crack hace que sonría como un maldito lunático.

Volteo y a ver a su derecha, suspiro satisfecho le bote dos dientes.

—N.…no sabes... cu...cuanto... me... alegro...escuchar eso —habla con dificultad escupiendo sangre.

Aprieto el tubo entre mis dedos, lo estampó, pero esta vez en sus costillas lo repito una y otra vez no sé cuándo tiempo estuve haciéndolo, pero sé que lo estoy haciendo bien al escuchar sus gritos de dolor diciendo que pare.

Esposa Del MafiosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora