Capítulo 7

3K 274 74
                                    

Joaquín:

Dos faros brillantes destellan en las luces laterales de mi puerta de entrada tres minutos antes de las seis.

―Está bien, niña. Él está aquí. ―No digo Emilio, y ciertamente no digo papá. Honestamente, no sé qué decir, no es que ella lo entienda de todos modos.

Con la bebé en mi cadera, miro mi reflejo en el espejo sobre la mesa de la consola, acomodando mi rizos hacía un costado, que quizá sea momento de recortar.

Mi corazón galopa, subiendo poco a poco por la parte posterior de mi garganta antes de asentarse en mis oídos.

―¿Hace calor aquí? ―le pregunto a mi hija, a pesar de que no puede responder. Una humedad nerviosa se acumula en la parte posterior de mi cuello, a lo largo de la línea del cabello. Oliendo mi camisa, me aseguro de
oler tan bien como los rosales de afuera, y luego abanico mis cálidas mejillas.

Es demasiado tarde para abrir una ventana o cambiarme este suéter por una camiseta. También es demasiado tarde para convencerme de salir de este
pequeño y extraño frenesí porque el hombre más sexy del mundo está pavoneándose por mi pasillo.

Seis pasos más y él tocará mi timbre.

Inspiro un largo y fresco suspiro, cierro los ojos, me recompongo y lo dejo salir.

No es como si tuviera que impresionarlo...

No es que importe que sea el humano más hermoso que he visto en mi vida, solo superado por mi hija.

Apartando el brillante cabello de ónix de Maddie a un lado, me aseguro de que su lazo de satén rosa esté derecho y de que su atuendo no tenga manchas. Tan pronto como hablé con él por teléfono, la cambié del
mameluco perfumado con leche que llevaba por un mameluco del color de mis ojos cubierto de flores y patos. Nada con volantes o lo mejor del domingo, pero sin embargo una mejora seria.

Está tan cerca que puedo escuchar sus pasos al otro lado de la puerta.

Intento tragar, pero no puedo.

Suena el timbre.

Maddie aplaude en mis brazos.

Tomo una última respiración purificadora, me digo a mí mismo que esto va a funcionar maravillosamente pase lo que pase, y luego alcanzo la perilla.

―Hola ―respondo con la confianza fingida de una persona que no se siente incómoda por esto. Haciéndome a un lado, digo―: Adelante.
―Hola. ―Su voz es suave como el terciopelo, y su tono casual es del tipo que usarías con un viejo amigo. Sus ojos oscuros se fijan en los míos, manteniéndolos cautivos por un solo e interminable segundo.

Una ráfaga embriagadora me atraviesa y un escalofrío recorre mi espina dorsal.

―¿Diste con la casa sin problemas? ―Es una pregunta tonta, especialmente teniendo en cuenta esta época de GPS, pero mi mente da vueltas tan rápido que no puedo pensar en algo mejor.
―Si. ―Se quita sus impecables tenis, colocándolos perfectamente en el tapete de mi puerta junto con tres pares de los míos―. Bonito barrio el que tienes, me recuerda a aquel en el que crecí, son el mismo tipo de casas.
―Es adorable, ¿verdad? ―Le indico que me siga por el pasillo hasta la sala de estar, donde ya extendí la manta y los juguetes favoritos de Maddie―. Puedes sentarte donde quieras, normalmente paso el rato en el suelo con ella...

Su mirada va de mí a la bebé, y su expresión se extiende entre la intriga y la forma en que yo me veía cuando solía mirar escaparates en busca de gatos rescatados sabiendo que era mortal y trágicamente alérgico.

Mr. Perfect Match || Emiliaco M-pregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora