Capítulo 18

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Emilio:

Me estoy vistiendo en mi habitación el jueves, con el cabello húmedo por la ducha, cuando escucho un par de voces desconocidas que vienen del pasillo.

Son un hombre y una mujer.

Asomando mi cabeza, me encuentro con Joaquín dando vueltas por el pasillo, agitando las manos.

―Mis padres están aquí.
―V... Vale.
―Estaban por la zona y decidieron pasar por aquí. ―Él se muerde el labio.
―¿Saben... de mí?
―Lo saben ahora, tuve que darles la versión resumida para que mi papá no tuviera un ataque al corazón, pero creo que lo manejaron bien. Renata los mantiene entretenidos en este momento, pero quieren conocerte. ―Joaquín toma mi mano entre las suyas―. Siento mucho haberte puesto en Miesto, pero son realmente agradables, lo prometo.
―Dijiste lo mismo sobre Eduardo... ―Inclinándome, le robo un beso antes de mostrar una sonrisa―. Pero no te preocupes, yo me encargo.

Siguiendo el sonido de la risa y la conversación, los encuentro a los tres, más Maddie, sentados a la mesa de la cocina.

En el instante en que entro, la habitación se queda en silencio, como si alguien hubiera presionado un botón de “silencio”.

―Señor Bondoni ―digo, asintiendo con la cabeza antes de pensar en lo idéntico que es a Joaquín, no mentía cuando dijo que eran dos gotas de agua, volteó mi atención a su encantadora esposa, una copia más antigua de Renata―. Señora Bondoni.
―Mamá, papá, este es Emilio. ―Joaquín coloca su mano en la parte baja de mi espalda.

Su padre se levanta y se acerca a mí con una mano extendida, pero con una cara que habla en serio.

―Emilio, gusto en conocerte. Nuestro hijo simplemente, eh, nos puso al corriente. En toda la, eh, historia.
Con una mano sobre su escote, los ojos de la madre de Joaquín brillan mientras se dirige hacia mí.
―¿Puedo darte un abrazo? ―ella pregunta―. Eres prácticamente de la familia. Quiero decir, eres de Maddie... ―Su voz se apaga, como si no pudiera
decidir una palabra.

¿Su papá?

¿Su donante?

Abriendo mis brazos, acepto el abrazo de la señora Bondoni, inhalando su champú lila y el calor maternal que exuda.

―Esto es una locura ―dice, mientras sus ojos miel brillan cuando se aparta.
―Recuerda ―dice Joaquín―. Esto debe quedarse estrictamente entre nosotros.
―Sí ―interviene Renata desde la mesa, haciendo rebotar a Maddie en su regazo―. Así que no vayas a decirle a la tía Peg o toda la familia lo sabrá el domingo.
Su madre trata de darle un golpe.
―Mis hijos piensan que soy una chismosa o algo así, pero lo prometo, mis labios están sellados.

Su padre me estudia, con la mandíbula sobresaliendo siempre hacia adelante y poniendo la mirada escrutadora tan espesa como la miel, pero apenas dulce.

Quiero reírme porque es como ver a Joaquín muy adulto enojado conmigo.

―Entonces, ¿cuáles son sus planes con mi nieta? ―él pregunta―. ¿A partir de ahora?
―Todavía estamos resolviendo las cosas, pero eso dependerá de su hijo―le digo―. Es por eso que estoy aquí.
―Emilio vive aquí ―dice Renata, lanzándome un guiño―. Hasta fin de mes.
La expresión de su madre se desvanece.
―¿Oh? Entonces, ¿te acabas de mudar?
―Me quedo en la habitación de invitados ―le digo, enunciando cada sílaba―. Pero si, pensamos que sería más fácil conocernos si... nos sumergíamos en esta situación.
―¿Y qué te gustaría que saliera de esto? ―pregunta su padre―. ¿Quieres ser su padre o quieres seguir siendo un elemento anónimo en la vida de nuestra nieta?
―No le hagas caso a mi padre, tiende a irse directo a la yugular ―dice Renata.
―Papá. ―Joaquín se aclara la garganta―. Emilio y yo todavía estamos averiguando ciertas cosas. ¿Podemos guardar las preguntas duras para otro momento?
―Es una excelente idea, Joaquín. ―Su madre desliza su mano por el codo de su padre y lo lleva de regreso a la mesa―. Estábamos haciendo algunos pendientes y queríamos pasar para una visita rápida y ver a nuestra pequeña muñeca. ―Arrastrando los pies hacia el otro lado de la mesa, toma a Maddie de los brazos de Renata, ahogando sus regordetas mejillas con besos y dejando manchas de lápiz labial rojo―. Aunque te diré, Joaco, pensé que era extraño que no hubiéramos tenido noticias tuyas en la última semana...
―Como puedes ver, las cosas han estado un poco locas… ―dice Joaquín―. Estaba esperando un buen momento para compartir todo esto con ustedes, pero de todos modos.
―La estás acaparando, Lizzie ―El señor Bondoni se acerca a Maddie, quien se inclina hacia él con una sonrisa babeante del tamaño de Neptuno―. Ahí está
mi niña favorita.
―Oye ―dice Renata
―Oh, para. ―Elizabeth levanta las patas en el aire, riendo―. Tú también eres su favorita.
—Gracias.— dice Joaquin a mi lado.

Mr. Perfect Match || Emiliaco M-pregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora