Capítulo 55

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Joaquín:

Un gemido me despierta.

Es bajo. Profundo.

Como si alguien estuviera dolorido.

Ese sería yo. Mis ojos se abren de golpe cuando uno de los mellizos me patea de nuevo.

Maldita…

Emilio viene corriendo a la habitación. Con su cabello desordenado, y su pijama que consiste en ropa interior.

—Amor, ¿estás bien? —Se arrodilló a mi lado de la cama y me quita el sudor de la frente.
—En realidad no.

Es una respuesta honesta. No estoy bien, carajo.

Estoy sorprendido por no encontrar ningún rastro de agotamiento en la cara de Emilio, y lo miró, frustrado porque me siento tan inútil en este momento. Frustrado porque no puedo darme vuelta sin levantar primero mi vientre con ambas manos.

—Lamento que no te sientas bien, cariño —susurra, ayudándome a sentarme. Porque no puedo sentarme solo. La indignidad del embarazo.
—No lo lamentes, me gusta esto solo que tengo que quejarme.

Tener treinta y cuatro semanas de embarazo de mellizos no es una broma. Apenas encajó detrás del volante de mi automóvil cuando tengo el asiento inclinado al máximo. Emilio me abraza contra su pecho amplio, y mis costillas se aprietan dolorosamente por la emoción.

Él besa mi sien. El puente de mi nariz. Mis labios.
Caen más lágrimas.

Esto también es un dilema. No puedo ver un maldito comercial de Hallmark y no llorar. ¿Dónde se han ido mis nervios de acero? ¿Por qué no puedo manejar la vida como solía hacerlo? No se sintió así con Maddie.

—Tengo aliento matutino. —Apartó mi cara, ahogada por su toque cuidadoso y su tono de voz tierno.
—Sabes que no me importa. —Suavemente, sus pulgares limpian la humedad en mis mejillas—. Lamento que haya sido un embarazo tan difícil, pero ya casi estás en la línea de meta. Sin embargo, desearía que hubiera más que pudiera hacer para ayudar. —Su pulgar frota un suave círculo sobre mi vientre—. ¿Qué pasó esta vez? ¿Te pincharon el riñón de nuevo?
—No tengo idea. Juro que uno de ellos quiere atravesar mi piel. —Me río y me limpio los ojos—. Excepto que, en vez de salir por mi pecho, salen del escondite como pequeños comandos que se ausentan sin permiso —lo digo en broma, pero él se estremece, con los ojos muy abiertos—. Estoy bromeando. —Obviamente. Pero todavía se ve un poco verde.

Después de un momento, su ceja izquierda se levanta. —¿Quieres patearme las bolas para emparejar las cosas?

Me río porque es ridículo y lo amo a pesar de que a veces se vuelve completamente loco, como cuando se movieron por primera vez y se lo perdió. Estaba sentado frente a él mientras comíamos cuando hicieron su aparición. Justo cuando se levantó y habló hicieron aparición y eso lo frustró. Tuve que explicarle que si hablaba al mismo tiempo que tocaba existían más posibilidades de que ellos respondieran. No lo hicieron ese momento y la decepción estaba plasmada en su cara.

Ese es un buen recuerdo.

—Emilio— le grité.
—¿Qué?— se levantó de la mesa tirando el salero.
—Se están moviendo.— dije mirando mi panza.
—¿Una patada?— pregunto poniendo su mano sobre mí.—¿No es una patada, verdad?
Siguió moviendo su mano pero ya se no movían. Sonreí por su mirada frustrada.
—¿Es la primera vez?— pregunta.
—Si.
—Maldita sea me lo perdí — se queja. — me he perdido todo con Maddie, ya no me quiero perder nada más.
—No te pierdes nada, siempre estás cerca. Lo harán otra vez.
Se volvió a sentar en su lugar.
—No puedo creerlo me lo perdí — dice enojado.
—¿Qué puedo hacer?—le pregunté sintiéndome triste—Puedo sentirlos porque están en mi cuerpo.
—Ojala estuvieran en mi cuerpo— dijo picoteando su comida.
—Ojalá— dije riéndome de él.

Mr. Perfect Match || Emiliaco M-pregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora