El ejército de la Luz

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- Entonces debemos regresar a Azeroth. Reuniremos a todas las naciones para la guerra - dijo Alleria.

- No será suficiente - dijo Xe'ra.

- Tendrá que bastar - dijo Alleria.

La voz del ser estaba cargada de angustia.

La Legión está lista para su Cruzada Ardiente contra tu mundo. Solo necesita un camino. La Horda casi le consiguió uno. Surgió una visión: un brujo orco, encorvado y deformado, escapando de la Horda. Turalyon
lo reconoció: era ese al que llamaban Gul'dan.

Su arrogancia fue su fin. De haber triunfado, todo se habría perdido. ¿Pero cuánto tiempo ha pasado desde que la Horda abandonó Azeroth?

- ¿Cuántos años en tu mundo? - indagó Xe'ra.

- Un poco menos de tres - respondió Turalyon.

- La Legión se ha preparado durante décadas para otras formas de guerra - dijo Xe'ra.

- No entiendo - dijo Turalyon.

Las corrientes del tiempo siempre avanzan, pero las fuerzas del Vacío Abisal son impredecibles. Mira.
Otra visión cobró vida: apareció un océano gigante, donde Alleria y Turalyon contemplaron un vórtice enorme que agitaba las aguas. En el torbellino había dos trozos de madera a la deriva, uno en el borde, donde las aguas eran tranquilas, y otro cerca del centro. El del exterior se movía de manera lenta y perezosa. El del centro se sacudía violentamente, rodeando el vórtice una y otra vez. Las tormentas sacudían las aguas y precipitaban las corrientes, agregando aún más caos al sistema.

Poco a poco, Turalyon comenzó a comprender. El mismo océano y las mismas aguas, pero afectados de distinto modo por las mismas fuerzas. Azeroth se movía más lentamente que las partes turbulentas del universo.
La Legión Ardiente tiene todo el tiempo que necesita para prepararse para la guerra.

Sus víctimas nunca tienen tiempo. Ustedes gozan de un mundo repleto de luces brillantes, pero no está listo. La visión cambió: una prisión-túmulo subterránea. Había un elfo, solo en una celda, con el rostro helado. Turalyon sintió el odio y la determinación en su alma.

Algún día la Luz purificará su corazón atribulado, y él se convertirá en nuestro campeón más grande. Él destruirá a la Legión Ardiente.

La mente de Turalyon se vio invadida de preguntas.

- Entonces... ¿por qué la Legión nos teme? - preguntaría Turalyon.

- Cuando abandonaron su mundo, nuevas posibilidades poblaron los vastos dominios del destino. La esperanza brilló en el futuro por primera vez en eras. Sus luces recorrían juntas el cosmos. Se aventuraron hasta llegar a... algo más. Algo nuevo. Algo que creo que yo no debía ver. Una estrella esmeralda. Apareció por un instante fugaz, y luego desapareció - dijo Xe'ra.

- ¿Qué era? - dijo Alleria.

- No lo sé. Algo que la Legión ha ocultado de todo ojo avizor. Cuando lo alcancen, creo que finalmente descubriremos cómo derrotar a la Legión Ardiente. Los demonios también lo saben. Por eso enviaron a un asesino para matarlos - dijo Xe'ra.

Alleria dejó escapar una risa.

- No les salió muy bien. Ahora está muerto. Ese demonio está muerto - dijo Alleria.

- No estoy de acuerdo - dijo Xe'ra ganandose la atención de la Elfa.

- Solo destruyeron un conducto. El alma del demonio regresará al Vacío Abisal. Con el tiempo, volverá a vivir y reanudará la misión que le encomendaron sus amos: extinguir la esperanza de dos luces brillantes - dijo Xe'ra.

Solo por ella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora