"No puedo vivir sin ti... no hay manera... no puedo estar sin ti..."
Abrí los ojos de golpe al escuchar el sonido de la música al lado de mi cama. ¿Yo había puesto el despertador? ¡No! Nunca lo ponía, y mucho menos a las... ¿12:00 de la mañana? ¡Jesús! Que tarde era. Probablemente me había quedado dormida al llegar a casa y debido al cansancio de ayer no había conseguido despertarme temprano.
El móvil paró de sonar y estiré los brazos mientras bostezaba, un bostezo que se vio interrumpido por el suave pataleo de una perrita que al parecer, reclamaba su comida con mala leche.
- Ya voy Vega, ya voy- con el brazo, eché las sabanas a un lado, sentándome en la esquina de la cama para ver como Vega me esperaba abajo con impaciencia- ¡Mira que tienes morro! Pasas de mi todo el día, pero cuando te interesa...- se llevó una de sus patitas a la cara, como queriendo taparse y ladró como respuesta a mi queja- ¡Venga, vamos!- introduje los pies en mis pantuflas y me levanté sin mucho ánimo, sintiendo como un par de huesos estallaban en mi espalda.
Salí de la habitación sintiendo como Vega se enrollaba entre mis piernas en cada paso, desequilibrándome por segundos. Entre eso y que estaba medio dormida, la caída estaría asegurada en menos de lo que cantaba un gallo. Conseguí llegar a la cocina sin tropiezos ni caídas y abrí uno de los cajones en busca de la comida de Vega. Lo que me hizo recordar, y no sé porqué, el sueño que había tenido con el desconocido de la piscina. Un sueño no apto ni para menores, ni mucho menos para mi. Que aún no caía en por qué soñaba con ese idiota, y mucho menos esos sueños.
- ¡Te cogí!- agarré la bolsa entre mis dedos con una sonrisa grandiosa, y me levanté de golpe ante la atenta mirada de Vega- No me mires así, que ya voy pesada- llegué al comedero y vacié una gran cantidad de comida en él. Cerrando los ojos mientras caía-
"No puedo vivir sin ti... no hay manera... no puedo estar sin ti..."
¡Jolin con el móvil! Dejé la comida en la encimera y corrí hacia la habitación esquivando algunos obstáculos como a mi perra y la silla que tenía en medio del pasillo, sin entender por qué había una silla en medio del pasillo. Al llegar al cuarto me arrojé a la cama y, con una mano estirada, conseguí coger el móvil antes de que colgara.
- ¡Eva María Barreiro! ¿Se puede saber por qué no me lo cogías?- la voz de pito sonó al otro lado del teléfono, dejándome casi sorda del chillido. Al menos con eso había conseguido algo: despertarme.
- Estaba durmiendo- expliqué levantándome de la cama para caminar hacía el baño con lentitud. Observando que todo estaba tal y como lo dejé ayer... tirado.
- ¿A estas horas?- se hizo la sorprendida- Pues despiértate y ábreme la puerta, que estoy subiendo las escaleras de tu casa- sonreí al oír eso, como si pudiera sorprenderme que Sam se presentara sin avisar.
- ¿Y si estoy con alguien?- cogí el cepillo de dientes y lo coloqué en un espacio limpio, luego intente encontrar la pasta de diente entre los geles que había en el cajón. Sin demasiado éxito.
- Si eso no lo dudo, pero no creo que a Vega le importe- será... me mordí la lengua al encontrar la pasta de dientes. Sam era peor que un dolor de muelas, aun no entendía como le seguía hablando después de ver como atropellaba a un perro. Gracias a Dios que no había abollado el coche. Y por no hablar de lo mal que se puso cuando estuvo a dieta- Pero bueno, ¿quieres lavarte los dientes, cochina?- yo reí con el cepillo en la boca.
- ¡Ca...ja...te!- cogí un poco de agua y escupí. Por fin podía empezar el día, o mejor dicho terminarlo, como una persona cualquiera- ¿Te falta mucho?- salí del baño y me dirigí al salón, cogiendo la silla y colocándola en su sitio en el camino.
- No- me colgó sin decir nada más. Yo me quedé mirando el móvil con cara de idiota. ¿Por qué será que siempre me hacía lo mismo?
¡Ding! ¡Dong!
Sonreí al escuchar el timbre, ahora entendía porqué me había colgado. Di dos pasos hacia la puerta y abrí dejando que una mujer entrara repleta de bolsas que parecían ser de comida china. Al menos no tendría que cocinar hoy, por lo que de debo una de las grandes.
- ¿Sabes que hay un camión de mudanza abajo?- gritó desde la cocina mientras oía el cerrar y abrir de los cajones. Con algún que otro ladrido de Vega.
- ¡Ya llegó!- me sorprendí, según había entendido el contrato lo había firmado ayer- ¿Y lo has visto? ¿Estaba bueno?- sí, sonó un poco interesado. Pero después de haber vivido 3 años con viejos amargados, tener un chico joven como vecino era como tener el cielo abierto a algún que otro rollito.
- No, al parecer estaba dentro del camión y como esto pesaba subí corriendo para arriba- Sam apareció en el salón de nuevo y se lanzó al sofá con cara de cansancio. Como si subir a un tercero con un par de bolsas costara tanto. Yo llevaba 3 meses haciéndolo y ya estaba casi acostumbrada. ¡A ver cuando arreglaban el maldito ascensor!
- Idiota, siempre te pierdes lo importante- abrí las puertas del balcón y salí mirando hacia abajo para poder ver como el camión de la mudanza cogía rumbo calle abajo. Yo también tenía una suerte... siempre llegaba tarde a todo.
- ¿Dejas de mirar por la ventana y comemos?- la voz de Sam me sacó de mis pensamientos, y entré enseguida al escuchar el estruendo de mis tripas rugir. Necesitaba algo que llevarme a la boca antes de que me cayera al suelo. Y la comida china olía demasiado bien.
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Deseo a las estrellas
FanfictionEva Barreiro es lo que puede considerarse, una chica normal. Con 23 años recién cumplidos se acababa de independizar, mudándose a uno de los pisos en el centro de Madrid que poseía Adri, su mejor amigo. Llevaba enamorada de él desde que casualmente...