Esto era una estupidez. Ella posiblemente se hubiese olvidado de la fantástica noche que habíamos pasado y está pensando en cómo poder ignorarme para así llevarse igual de mal conmigo. Sin embargo, no tenía ni idea de porqué llevaba aproximadamente diez minutos parado frente a su puerta con un tarro de azúcar vacio bajo el brazo. La idea era buena, un poco masoquista sabiendo lo que pasó la última vez, pero bueno, al menos ahora tenía la certeza de que se la haría probar antes de dármela.
Carraspeé la garganta para comprobar que no me saldría un hilo de voz en el momento en el que ella abriera la puerta. Miré la punta de mis zapatillas, intentando ver si estaban relucientes... segundos más tarde me di cuenta de que iba con las chanclas de andar por casa... más bien, en ese preciso momento me di cuenta de que todavía llevaba el pijama puesto.
Pero fue demasiado tarde como para girarme e irme a cambiar, porqué la puerta de mi vecina se abrió de golpe, como si supiese que estaba allí y que estaba buscando cualquier excusa para largarme.
- ¿Se puede saber qué haces?- preguntó mirándome de arriba abajó con una sonrisa dulce en los labios, sus ojos se detuvieron en el tarro de azúcar y lanzó una carcajada al aire.
- No sabía si tocar para que me dieras algo que seguramente no sería azúcar, o vestirme e ir a comprarla- ella sonrió y con la mano derecha agarró mi tarro.
- Tú no aprendes... ¿verdad?- negué con la cabeza y me encogí de hombros para lanzarle una sonrisa de medio lado a la vez que intentaba poner cara de angelito- ¡Anda, pasa!- sonreí sintiéndome victorioso.
- Si puede ser, prefiero ver como echas el azúcar- comenté haciéndome el despistado, ella simplemente me miró con cara de ofendida mientras cerraba la puerta.
- Me ofendes... ¿Es que a caso dudas de mi?- yo la miré con mala cara y ella se echó a reír. Ahí fue cuando me di cuenta de que ella también seguía en pijama aún, al parecer a los dos nos había dado por levantarnos tarde- Que poca confianza- dijo caminando en dirección a la cocina, yo la seguí sin apartar la vista de sus largar piernas ahora descubiertas.
- Es lo que tiene haber tomado café con sal- me apoyé en la pared de la cocina para ver como ella buscaba una cuchara para echarla- ¿Qué tal dormiste?- preguntó con voz de idiota, pero qué se le va a hacer, me salió así.
- Como nunca- me sonrió ampliamente al mismo tiempo que agarraba la cuchara- ¿Y tú? Tienes mala cara.
- La verdad es que he dormido poco, me llamó un amigo muy temprano y luego me volví a acostar, pero ya no era lo mismo- puse mala cara al ver como ella pasaba de lo que le estaba diciendo y se concentraba en echar la azúcar.
- Desconecta el teléfono- respondió con inteligencia, la verdad es que se le pasaban por la cabeza cosas que a mi nunca se me ocurrirían- Creo que ya está- levantó el tarro con una sonrisa y a mi me dio la sensación de que había sido demasiado rápido- es azúcar- susurró con voz de niña y yo sonreí caminando hacía ella.
- Lo sé- sin saber porqué la abracé. La verdad es que no tenía ni idea de porqué la estaba estrechando entre mis brazos, simplemente lo había echo y era maravilloso. Ella correspondió mi abrazo y me rodeó la cintura pegándose aún más contra mí. El tiempo parecía correr a nuestro alrededor, pero poco importaba. Este momento era para enmarcar.
- Hugo- susurró contra mi pecho, yo me estremecí al sentir que sus dedos acariciaban la parte baja de mi espalda.
- Dime morena- susurré contra su oído, haciendo ricitos a uno de sus mechones con mis dedos.
- ¿Solo viniste por el azúcar?- separó la cara de mi pecho y me miró sin romper el abrazo, con una sonrisa enorme en los labios. Yo reí, bajando la cabeza, avergonzado.
- Me has pillado... también venía a por sal- ella me golpeó con fuerza el pecho- ¡Eh! Que es broma- le sonreí- Venía... a decir si... si... si te apetecía ver una película conmigo, en mi casa- dije mirándola con cara de preocupación.
- ¿Tanto rollo para pedirme una tercera cita?- arrugó la frente pero aún tenía la sonrisa en los labios.
- ¿Las cuentas?- esta vez fue ella la que se sonrojo sin explicación.
- ¡No! Solo que haces que las recuerde- yo coloqué su mechón tras su oreja y besé con dulzura su mejilla. Ella parecía temblar entre mis brazos.
- ¿Eso es un sí?- pregunté inclinando un poco las rodillas para ponerme a su altura. Ella sonrió tiernamente.
- Más te vale que sea buena- le volví a besar la mejilla, esta vez con fuerza y sonoramente.
- Va a ser la mejor- sonreí agarrando el bote de azúcar de sus manos y besando de nuevo su mejilla para separarme de ella con la ilusión de un niño pequeño- A las cinco en mi casa, no hace falta que te arregles... ¡Hasta la tarde!- salí a toda velocidad por miedo a que se pudiera arrepentir. Ésta sería mi tarde, nuestra tarde.
...
Última mirada de analizamiento de la zona y todo perfecto. Me había dado tiempo de limpiar, llamar a Sam, llamar a Laura, llamar a Nia, comer, ducharme y ponerme algo cómodo. Todo esto y aún quedaban un par de minutos para que fuesen las cinco de la tarde.
¿Es que el tiempo no podía ir más rápido? El solo imaginar que iba a compartir con él, en su casa, una peli... me hacía querer babear sin parar. Y mucho más después de la manera en la que me había abrazado y besado esta mañana en la cocina.
Era tan mono, tierno y dulce cuando quería, que me resultaba completamente imposible resistirme a él.
Miré a Vega que comía plácidamente de su cuenco, ajena a todos los sentimientos que me envolvían sin poder evitarlo. Era como si me encontrara flotando en una nube esponjosa y cálida que me impedí mirar hacía el suelo y poner los pies en la tierra.
Suspiré largo y profundo. Al mirar el reloj comprobé que ya había pasado un minuto de las cinco... ¿Debía ir ya y ser puntual o hacerme de rogar?
¡Al diablo! Prefiero ser una empalagosa puntual, que una idiota que pierde el tiempo de ver al chico por el que siente algo que no tiene ni idea de lo que es. Porqué no tenía ni idea de que era lo que me pasaba.
Agarré la manta y un refresco antes de abrir la puerta, entonces miré a Vega con mala cara.
- Más te vale que te portes bien y no montes ninguna fiesta mientras estoy fuera- ella ladró cuando yo cerré la puerta. Ahora empezaba lo bueno, lo realmente bueno.
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Deseo a las estrellas
FanfictionEva Barreiro es lo que puede considerarse, una chica normal. Con 23 años recién cumplidos se acababa de independizar, mudándose a uno de los pisos en el centro de Madrid que poseía Adri, su mejor amigo. Llevaba enamorada de él desde que casualmente...