Entre Flavio y yo dejamos caer el último mueble con brutalidad, consiguiendo que un pequeño estruendo resonara en el apartamento ya completamente decorado a mi antojo con varios de mis dibujos enmarcados alrededor de la casa y una pared en blanco que esperaba ser pintada, quizás con un gran dibujo. Muertos de cansancio, nos dejamos caer a la misma vez sobre el sillón recién colocado.
- En la vida...- susurro Flavio sin aire-... te vuelvo a ayudar- cogió aire con fuerza y lo soltó aún más fuerte.
- Nunca más... lo vol....volveré a hacer- suspiré y lo miré. Reímos a la vez, y contemplamos el apartamento con curiosidad disfrutando de cada pequeño detalle en silencio, sin saber qué decir, ni qué hacer.
- ¿Y esa chica?- Flavio me bajó de mi nube sin esperármelo, y mucho menos me imaginaba que fuera con tal pregunta como esa. Él nunca había sido un chico que se preocupara por saber de las relaciones amorosas de sus amigos, tampoco es que yo hubiera tenido muchas. Siempre iba de flor en flor y sin importarle nada. Todo lo contrario a lo que yo esperaba tener con una mujer.
- ¿Desde cuando te interesa lo mío con una chica?- arrugué el ceño y lo miré sonriendo. Flavio levantó los hombros a modo decir algo que no entendí muy bien. Curioso debía de ser al fin y al cabo.
- Puede que desde que descubrí que te gustan las mujeres- ¡Zasca! Le di con toda la mano abierta en el centro de la nuca, para que volviera a decir eso- ¡Joder! Entiende... nunca te vi quedar con una y mucho menos hablarme de una. Ahora tengo que aprovechar- lo miré serio. ¿Se estaba riendo de mi?- Y...
- Y nada. No la voy a volver a ver y lo mejor sería dejar el temita- me levanté a buscar la cocina, que se unía al salón, gracias a Dios. De ella saqué dos cervezas que había metido hace un rato en el refrigerador.
- ¿No piensas buscarla?- se estiró en el sillón justo en el momento en el que salí de la cocina. Lo miré mal y me senté en el sillón pequeño mientras le pasaba una de las cervezas por el aire.
- No sé. Ayer pensaba hacerlo pero hoy... digo: tampoco va a ser el amor de mi vida- recordé los ojos azules y preciosos de esa mujer por milésimas de segundos y no pude evitar que una sonrisa sobresaliese entre mis labios. Flavio se tuvo que dar cuenta, porque sonrió de la misma forma, como si adivinara mis pensamientos.
- ¿Estás seguro?- lo dijo con ese acento murciano que solo él sabía poner, aunque fuese un poquito más forzado de lo normal. Se sentó y echó la espalda para delante sin soltar la cerveza de sus manos mientras me miraba de la misma forma que antes.
- ¡Déjame en paz!- le lancé uno de los cojines y reí al ver como se le estampaba en la cara con fuerza. En seguida me devolvió el tiro, con la diferencia de que yo sí pude esquivarlo- Idiota- reí y subí los pies al reposabrazos del sillón pequeño- ¿Y tú? Mira que hace 3 días que no te veo con una nueva conquista- me miró mal y seguí riendo. El mujeriego, Flavio, no tenía una chica para hoy. Eso sí que era un notición.
- Voy a sentar la cabeza- susurró Flavio dando un sorbo a la cerveza y con un poco de mala leche. ¡Como si yo tuviera la culpa de lo que él fuese a hacer!
- ¿Y eso?- me puse serio. Algo le debió haber pasado en mi marcha a Nueva York para que me lo hubieran cambiado al volver- ¿Dónde la vas a sentar? ¿En la butaca?- volví a reír y su mirada fue capaz de dejarme helado, siempre lo conseguía desde que éramos pequeños.
- Quiero dejar de ser el picaflor del grupo. Quiero encontrar a una chica que me merezca y que yo merezca. Y enamorarme de ella. ¿De qué me sirve estar con tantas mujeres si después de salir de la cama me quedo solo y vacio?- se quedó en silencio, y yo también.
- ¡Vaya! Me dejas sorprendido- lo miré unos segundos y luego comencé a reír- ¡A ver cuanto aguantas!- él también rió. En ocasiones me había confesado que le gustaría mirar a las mujeres con los mismos ojos que las miraba yo, no como herramientas de uso que se podían sustituir por otras con total facilidad. Y aunque no confiase mucho en su palabra, esto era un gran, pero que grandísimo paso para mi amigo.
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Deseo a las estrellas
FanfictionEva Barreiro es lo que puede considerarse, una chica normal. Con 23 años recién cumplidos se acababa de independizar, mudándose a uno de los pisos en el centro de Madrid que poseía Adri, su mejor amigo. Llevaba enamorada de él desde que casualmente...