Un último deseo. I

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Estaba nervioso. Me sudaban las manos. Tenía la garganta completamente seca. Y todas esas personas no paraban de mirarme.

Ya habían pasado cinco minutos desde la hora que habíamos decidido. Sabía que era completamente normal que la novia se retrasase un tiempo, pero lo que no sabía era que el novio sufriese tanto en la espera. Por esas preguntas que te aparecían como, ¿se habrá arrepentido? ¿Me dejará tirado?

No, eso ni pensarlo Hugo. Ella vendrá, no lleváis tres meses planeando la boda para que ahora te deje tirado, de eso nada, ella te quiere y tu no vas a dudar más, porque te quiere y eso es lo único de lo que puedes estar completamente seguro.

Sam me sonrió intentando tranquilizarme, pero eso era imposible, solo volvería a estar relajado cuando la viese aparecer por esa puerta tan bella como la había imaginado durante toda la semana.

Seguro que estaba incluso más hermosa de lo que podría haber pensado. Las chicas habían tenido muy bien guardado el secreto de cómo iba a ser el vestido y el peinado, pero confiaba en que consiguiese impresionarme.

- Hugo, el cura te mira mal, estate quieto- me dijo Sam acercándose a mí y agarrándome el brazo para que dejase de zarandear mi cuerpo de un lado para otro- Si te sirve de consuelo, Adri me acaba de decir que ya casi estaban llegando a la iglesia- suspiré aún más nervioso al pensar en que estaba a punto de llegar.

- No puedo, estoy nervioso... más que nunca- me froté las manos para intentar hacerlas entrar en calor. Mi cuerpo entero se había congelado al pensar en lo que estaba a punto de suceder.

- Hazme caso y relájate, de lo contrario, te desmayarás al ver lo guapa que está- me sonrió de forma graciosa sabiendo que esas últimas palabras me habían puesto aún más nervioso. Suspiré con fuerza y forcé una sonrisa.

- Gracias, Sam- cerré los ojos con fuerza para escuchar cómo la gente que estaba en la iglesia comenzaba a murmurar a la vez.

Eso solo podía significar dos cosas o me había desmayado y la gente se reía de mí, o... Eva acababa de llegar.

Sin duda alguna creo que era la segunda, porqué la música comenzó a retumbar en las paredes, y solo eso consiguió que abriese los ojos, encontrándome con la imagen más adorable que podría, como esperaba, haber llegado a imaginar.

Estaba increíblemente perfecta y como había supuesto, más aún de lo que podía imaginar.

Era... era, era como si de golpe hubiese entrado un rayo por esa puerta y hubiese iluminado todo.

Su pelo caía a un lado sujeto a una cola, mostrando las ondulaciones de este. El maquillaje era perfecto, ni muy marcado, ni excesivamente suave. Y el vestido... el vestido era Eva Barreiro.

Tal y como ella podría haberlo elegido.

Con un lazo en la espalda y con capas cayendo en volandas. Nada ajustado a sus caderas, pero haciéndole la forma perfecta.

Debía estar mirándola con cara de empanado, porqué Adri me tuvo que dar un pequeño golpecito para que yo me diera cuenta de que me estaba entregando su mano.

- Cuídala- me advirtió antes de soltarla e irse junto a Sam, que junto a él, compartía el privilegio de ser el padrino de mi boda.
Elección hecha por mí para así conseguir que me perdonase por haberlo juzgado tan miserablemente.

Cogí su mano con miedo a que fuese romperse en pedacitos de cristal al hacerlo. Ella se limitó a sonreírme, con un brillo en los ojos que jamás había visto. Tal vez, yo tuviese ese mismo brillo.

- Bienvenida a mi vida- le susurré antes de girarnos hacía el señor que me iba a dar el placer de convertirla en mi esposa, única e inevitablemente... mía.

...

Aún no me podía creer que hasta hace un par de minutos era una mujer prometida, y ahora... ahora estaba casada con el que se suponía el amor de mi vida.

No cabía en mi de saber que ya nada podría separarnos, que éramos el uno para el otro y que siempre lo habíamos sido.

Hugo no soltaba mi mano mientras recibíamos las constantes felicitaciones de los presentes, era como estar en un sueño, solo que era realidad. Lo miré, al mismo tiempo que él lo hacía hacia mí. Con esta mirada le decía todo y nada a la vez, la combinación perfecta.

- ¿Desaparecemos un rato?- me susurró al oído haciéndome estremecer del mismo modo que se suponía que iba a hacerlo durante el resto de mi vida. Yo sonreí.

- Estás tardando en sacarme de aquí- respondí radiante de felicidad. Hugo apretó mi mano aún más fuerte y me condujo hacia el coche antiguo, blanco y descapotable que había alquilado para nosotros. Todo estaba siendo perfecto.

- ¡Los novios se marchan!- chilló Anne.

Sonreí y la saludé mientras era ayudada por Hugo a subir al coche, gesto bastante caballeroso por su parte. Miré alrededor y le di un pequeño beso, provocando una pequeña ovación por parte de nuestro revolucionario público.

- ¡Que tire el ramo!- chilló Romi, que aparecía arrastrando a Nerea hacia donde se suponía el lugar que debía lanzarlo.

Me coloqué de espaldas, sujetando el ramo de rosas blancas con fuerza. Casi se me olvidaba por completo realizar esta parte, y no porqué no quisiese lanzarlo, si no porqué me moría de ganas de estar un rato a solas con mi, ahora, marido.

Una, dos y... tres.

Lancé el ramo hacia atrás con toda la fuerza que pude hacer, y creo que la suficiente como para que alguna de las tantas mujeres solteras que había en la ceremonia, llegase a alcanzarlo.

Giré el cuello para ver quien había sido la afortunada, y no pude evitar llevarme una mano a la boca al ver quien había sido la elegida. O mejor dicho, las elegidas.

Sam, Nerea y Anne sujetaban el ramo estupefactas por segundos, luego comenzaron a saltar dos de ellas mientras metían chillidos que dejaban sorda a la de en medio, es decir, Nerea, que no se podía creer lo que estaba sucediendo.

Mis ojos se giraron instantáneamente hacía Xabi, que sonreía, Flavio, que miraba fijamente a Sam y Unai, que miraba a Nerea con disimulo. ¡Sí! Todo estaba como debía estar.

- Vámonos- le dije a mi marido, que en seguida mandó al chofer a arrancar. Un momento de relajación antes de llegar al banquete era justo lo que necesitaba.

Deseo a las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora