Mañana en el súper. II

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Yo no soy de las que se entretienen al hacer la compra. Odiaba hacerla, por eso entraba en el supermercado igual que si se tratara de una carrera contrarreloj. Pilotando un carrito a gran velocidad, pasé volando por la sección de verduras echando al cesto repollo y lechuga además de fruta variada; luego recorrí rápidamente los demás pasillos.

No cocinaba mucho, porqué suponía demasiada molestia para una sola persona, pero de vez en cuando preparaba un asado o algo similar y después me lo iba comiendo a lo largo de una semana. Sin embargo, la comida para perros de Vega era una necesidad.

En aquel momento sentí que un brazo me cerraba alrededor de su cintura y oí una voz grave que me decía.

- ¿Me has echado de menos?

Conseguí reprimir el grito, de modo que lo que salió fue poco más que un quejido, pero di un salto hacia delante y a punto estuve de chocar contra una pila de latas de comida para perros.

Giré en redondo y rápidamente situé el carrito entre mi persona, el intruso y... ¿La niña?

Entonces lo miré con expresión de alarma.

- Ella es mi hermana Anne, enana, ella es Eva- dijo Hugo que se reía de mi cara de susto. Por un momento había pensado que era su hija secreta o algo.

- Hola Anne- la niña me saltó al cuello cuando me arrodillé ante ella, como si me conociera de toda la vida. Yo no tuve otra opción que enternecerme y estrecharla entre mis brazos con fuerza.

- Hugo me ha hablado mucho de ti, me ha dicho que eres un poquitín pesada pero muy, muy guapa- yo miré a Hugo con una sonrisa.

- Tu hermano exagera- dije acariciándole el pelo.

- No porqué eres guapísima- sonrió con dulzura, y a mi me dieron ganas de tener una niña de golpe para poder cuidarla.

- Anne, vete a buscar tus galletas mientras yo hablo con Eva- la niña asintió y se fue dando saltitos- Es muy extrovertida para su edad.

-Perdone —le dije— pero no le conozco. Debe de haberme confundido con otra persona- dije casi a gritos volviendo a ponerme tras el carrito.

Hugo frunció el ceño. Algunos clientes nos observaban con agudo interés; por lo menos una señora parecía tener la intención de llamar a la policía si él realizaba un movimiento equivocado.

—Muy graciosa —gruñó Hugo, y a continuación se quitó lentamente la chaqueta para dejarla caer dentro del carro por lo que la tensión de las miradas en el pasillo siete fue reduciéndose conforme la gente murmuraba: «Es un chico normal, tal vez bromeen».

—Márchate —dije—. Estoy ocupada.

—Ya lo veo. ¿Qué es esto, las Quinientas Millas del Supermercado? Llevo cinco minutos persiguiéndote por los pasillos.

—Nada de eso —repliqué consultando su reloj—. No llevo aquí cinco minutos.

—Vale, pues tres. Vi esa flecha negra que pasaba volando por la calle y di la vuelta para seguirla, pues supuse que eras tú.

— ¿Llevas el coche equipado con radar?

—He venido con mi todoterreno, no en uno de policía.

—Entonces no puedes demostrar a qué velocidad circulaba yo.

—Muy graciosa—dijo él, molesto—. Aúnque si no disminuyes la velocidad, voy a llamar a un patrullero para que haga los honores.

— ¿Así que has venido aquí para acosarme?

—No —contestó él con paciencia exagerada—. He venido porqué he estado fuera y quería saber cómo iban las cosas.

— ¿Fuera? —Repetí abriendo los ojos todo lo que daban de sí—. No tenía idea.- dije sarcásticamente. Hugo rechinó los dientes. Lo sabía porqué vi cómo movía la mandíbula.

Deseo a las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora