Desliz en las escaleras. I

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¿Quién me iba a decir a mi hace a penas dos meses que hoy estaría feliz de la vida llegando a nuestro edificio de la mano con mi vecina odiosa? ¡Nadie! Porqué ni yo mismo hubiese sido capaz de averiguar que esto pudiese llegar a suceder en algún momento.

Sin embargo, esto era lo que estaba sucediendo y precisamente, era lo que deseaba que sucediese.

Había conseguido sacarla de la casa a empujones, ya que el plan de ella era pasarnos todo el día metidos en el salón, tapados hasta las cejas y viendo películas por la televisión. Todo lo contrario a lo que quería hacer yo, que era ir a comer por ahí, dar un paseo e ir al cine. Tal y como lo haría una pareja de vez en cuando.

Al final lo había conseguido, a pesar de que se había comportado como una niña malcriada en el restaurante debido al enfado que se había cogido por tener que hacerme caso por primera vez... era una niña pija.

- ¡Ves como al final no lo hemos pasado tan mal!- le digo apretando su mano y acariciándola con el dedo pulgar mientras me alejaba lo máximo posible para estirar el brazo.

- Bueno, pero porqué al final he querido ser buena... que si no hubiese sido el peor día de tu vida, rubito- reí al escuchar el apodo juguetón que me había puesto.

- Cada día a tu lado es insoportable- le contesté provocando que ella me soltase la mano de golpe y me mirase con cara de asesina. De golpe me había arrepentido de soltarle tal delicadeza.

- Pues menos mal que no eres tú quien desde que se levanta va directo a tocar mi puerta para molestarme- yo me crucé de brazos, quedándome quieto con cara seria y mirada profunda, ella también se paró, poniendo la misma postura que yo y desafiándome con la mirada.

- Hoy tienes ganas de discutir, ¿no?- pregunté con voz seca. La verdad es que hoy se había comportado como una niña pija y mimada capaz de sacar de quicio al mejor de los paciente.

- ¡Pues sí!- respondió con una mala leche que no entendía en absoluto. Yo lancé un soplido cargado y reí irónicamente.

- Me parece bien... ¿Ahora?- lo dije como si se tratase de un juego, pero con cara de cabreo a pesar de que no era del todo real.

- ¡Idiota!- me dijo girándose sobre sus talones para comenzar a caminar con desparpajo hacía la puerta que se encontraba a pocos metros de nosotros.

- Eso... ¡Huye!... - le dije a gritos viendo como entraba en el edificio sin mirar atrás. De pronto me di cuenta de que no tenía ni idea de porqué habíamos comenzado a discutir, ni de porqué había querido que discutiésemos- ¡Joder!

Metí mis manos en los bolsillos delanteros del pantalón y comencé a caminar con un poco de velocidad. La verdad es que no sabía si subir y pedirle perdón ya o esperar un rato a que se le pasase el cabreo. Aúnque también cabía la posibilidad de que estuviese aún más enfadada que antes, cosa normal en ella.

Lo mejor sería que dejase que esta noche se relajase y mañana a primera hora me plantaría en su puerta con el desayuno en forma de cara feliz y con cara de perrito faldero.

Llegué a la puerta y miré hacia arriba para ver si la luz de su casa ya se había encendido, pero no había ni rastro de que eso hubiese sucedido. Tal vez se había paseado a oscuras hasta su cuarto mientras me ponía a parir.

Saqué las llaves y me concentré en intentar averiguar cuál era la del portal. Aún estaba intentándolo cuando la puerta se abrió llevándose mis llaves conmigo.

- Cualquiera diría que estás borracho y no atinas- susurró Eva con la cara hacia abajo y voz triste. Yo medio sonreí al ver que no había hecho nada de lo que había imaginado, si no que se había quedado aquí a esperar a que llegase.

Deseo a las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora