Como un cuento de hadas. II

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Aún no me podía creer que la persona que estaba detrás de esa puerta fuese a él cuando casi le había rogado que no me viniera a molestar esta semana, que la quería pasar enterita junto a mi novia. Sin embargo, parecía ser igual de inoportuno que Laura y Sam, siempre apareciendo en los momentos menos apropiados.

Le sonreí falsamente y lo atravesé con la mirada, algo de lo que se tuvo que dar cuenta en el preciso instante en el que frunció el entrecejo sin entender de qué iba todo esto. Abrí un poco más la puerta, lo suficiente como para poder verlo sin que se atreviera a entrar.

- ¿Qué pasa?- pregunté con voz ruda, aún un poco ronca por la situación anterior. Ahora mismo debería estar en la mesa de esa cocina y no aquí abriéndole la puerta al pesado de mi amigo para que me hablara de una de sus futuras conquistas o de Mar, como solía pasar últimamente.

- ¡Lo que me acaba de pasar!- exclamó colocándose las manos en la boca a modo de rezo, yo levanté una ceja y sonreí un poco al ver la cara de bobalicón que le salía de golpe. Sin duda, hoy tocaba hablar de Mar.

- Desembucha rápido que tengo prisa- dije mirando hacía atrás para ver si a ella le daba por salir a escena, pero no, o seguía en la cocina o estaba oculta en algún lugar de la casa que era lo más probable.

- Es que... es que... subía las escaleras y... ¡La encontré!- ahora solo había dos alternativas, o Flavio se había tomado algo que le había sentado mal o en vez de subir las escaleras, se había caído por ellas.

- ¿Se puede saber de qué hablas?- estaba desesperado por que terminara de contar lo que tenía que contar, para poder cerrarle la puerta en la cara y poder ir donde en realidad quería estar ahora mismo.

- ¡Que la encontré aquí! A Mar... bueno, en realidad no es Mar, si no Sam- yo no sabía si reír o llorar, pero de la risa después de lo que acaba de escuchar. ¿Mar era Sam y Flavio se había vuelto loco por la loca? ¡Pero en qué mundo vivíamos! Sin decir nada comencé a reírme- ¿Qué pasa?

- La pregunta sería... ¿Qué es lo que no pasa?- éste me miró con la misma cara que lo había hecho yo al principio, la de no entender nada de nada- Sam... es una de las mejores amigas de Eva y la veo como 5 veces a la semana- él abrió los ojos desmesuradamente y yo reí con más ganas aún.

- Entonces... tú la conocías, sin saber que yo quería conocerla porqué no sabías que la conocías y ahora que la conoces puedes hacer que yo la conozca aún más- la verdad es que no había entendido ni la mitad de lo que había soltado por la boca.

- Exactamente- asentí y miré para otro lado antes de que siguiera hablando de algo de lo que no tenía ni idea.

- Tío, esto es perfecto- sonrió como un loco, y creo que yo había puesto esa cara cuando me enteré de que Eva era la chica del vestido rojo y mi vecina. La verdad es que Flavio parecía muy ilusionado... y eso que todavía no tenía ni idea de la chica que se le venía encima, nada a lo que él estaba acostumbrado.

- Sí, sí que lo es- sonreí y le di una palmada en el hombro.

- Bueno... y a todo eso... ¿Qué haces en calzones?- yo me puse rojo como un tomate, o por lo menos eso era lo que debía estar haciendo en estos momentos. Abría la boca para intentar decir algo pero lo único que solté fue un suspiro y una sonrisa.

- ¿Y a ti qué te importa?- Flavio me miró con los ojos entrecerrados, no creo que me esté tachando de intentar seducirlo, pero sí de que algo estaba teniendo entre manos y por más que quisiera, el cuerpo de Eva estaba demasiado lejos si seguía hablando con él.

- ¡Ay Dios!- señaló hacía algo que había dentro de la casa. Yo miré y vi como era el bolso de Eva, que había terminado en el suelo sin saber como, justo encima estaban dos vasos a medio beber. Eso para Flavio era suficiente como para imaginar lo que había pasado- ¡Que estás hecho un killer!

Deseo a las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora