De balcón a balcón. I

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Las voces de las chicas inundaban mi salón esa tarde-noche de viernes. Hugo me había dicho que me vendría a visitar más tarde, que tenía trabajo pendiente y que quería acabarlo para poder pasar todo el fin de semana pendiente de mí, lo que era todo un detalle por su parte.

Yo me había limitado a aceptar su plan y a llamar a Sam, Laura y Nia para pasar una tarde de cotilleos en mi casa, la que se había convertido en el lugar de encuentro de todas desde un momento... del que no me había dado cuenta para ser exactos.

- ¡Si es que yo sabía que esto iba a pasar!- dijo Laura, la que al parecer había tenido la intuición de lo que podría pasar después de que Hugo y yo no conociésemos. Y la verdad es que si lo había hecho, tenía que darle las gracias:

- ¿Y cómo lo sabías?- preguntó Nia ajena a todo por un momento.

- Adri y yo llegamos a la conclusión durante una noche que Eva y Hugo eran la pareja perfecta. Aunque la verdad es que el plan nos salió un poco mal después de que Hugo lo estropease todo lanzándole el champán encima a la compañera- dijo señalándome con la mano extendida como si fuese a parar a un coche.

- Ya claro, aquí la que sufrió con todo fui yo- dijo Sam desde la cocina donde posiblemente estuviese robándome la Nutella- Ella me dijo que su vecino era horroroso y no había por donde cogerlo... ¿Y qué pasa? Que cuando llaman a la puerta me encuentro a un hombretón como la copa de un pino- asomó su cabeza para mostrarnos una sonrisa a conjunto con una boca llena de chocolate.

- Límpiate al menos- le dije con ironía al suponer que luego encontraría la comida de la perra y le daría por hacerse cereales con leche.

- Eso, mala persona- dijo Nia- Al menos ten dignidad y tráela con un par de cucharas para que podamos gorronear todas- le lancé un cojín a Nia después de que le diera la idea a Sam.

- ¡A callarse todas!- dije haciendo un silencio desconocido en el salón- Aquí, a pesar de que digáis lo contrario...- fui bajando la voz gradualmente mientras comenzaba a juguetear con un mechón de mi pelo-... la primera que se dio cuenta de que estaba enamorada de Hugo, fui yo- ellas suspiraron como unas quinceañeras.

- Eso es súper bonito- Laura me abrazó besando mi mejilla.

- Lo que pasa es que no quería aceptarlo, hasta ahora... que es mi novio y os chincháis- le saqué la lengua a todas.

- A mi no me das envidia que estoy casada- Laura enseñó su alianza con orgullo y Nia bufó.

- Yo tengo una fiera en mi cama- respondió haciéndonos reír a todas.

- Pues yo...- dijo Sam apareciendo con la Nutella y un par de cucharas- Yo...yo... yo tengo a Vega- señaló a la perra y esta se echó a correr como si se hubiese dando cuenta de la movida.

Sonreí y me puse en pie lanzando un suspiro a la nada y mirando hacia la puerta con desespero. No paraba de pensar en las ganas que tenía de que ese timbre sonase y apareciese él al otro lado de la puerta para darme esos mimos que solo él sabía darme.

Miré al suelo y lo golpeé con la punta del pie por lo menos, por centésima vez este día.
- Si tantas ganas tienes... ¿Por qué no vas a verlo?- dijo Sam sentándose en el sitio del que yo me había levantado segundos antes.

- Es que me dijo que iba a estar trabajando y no quiero molestarle, para una vez que lo dejo tranquilo, mejor que trabaje a solas- me acaricié el brazo y puse cara de perrito abandonado.

- Pues yo creo que él se está muriendo de ganas de que lo vayas a ver- dijo Laura cogiendo el bote de nocilla que le pasaba Sam.

- ¡Que no!- exclamé ardiendo en deseos de hacerles caso- ¡Y dadme mi nocilla!- reí antes de abalanzarme sobre Laura con la esperanza de que en este tres contra una, ganase yo.

...

La punta del lápiz se me partió en el mismo instante que oí como Eva chillaba como si estuviese siendo aplastada por una gigante o algo parecido. Me preocupé por unos segundos, pero al escuchar las risas que seguía la escena, sonreí un poco más relajado aúnque sin la misma inspiración con la que había comenzado a dibujar.

Eva se había convertido en un inconveniente para mi trabajo. Porqué desde que estaba con ella no podía hacer nada más que pensarla, tenerla o soñarla. Y eso estaba acabando con mi capacidad imaginativa.

Me llevé las manos a la cabeza y dejé que descansaran allí. Ya eran casi las ocho de la noche y simplemente había escrito el principio de lo que se suponía la próxima película de dibujos Disney.

Al principio se me había pasado por la cabeza dibujar una historia de príncipes y princesas, pero eso era algo a lo que todo el mundo estaba acostumbrado. Luego sin saber como, había empezado a dibujar a un chico hablando en el balcón de un edificio de Nueva York con su mejor amiga, y a partir de ahí todo había fluido.

Estaba comenzando a dibujar mi propia historia con un poco más de magia y fantasía.

- Voy a descansar un rato- agarré otro lápiz que se encontraba en la mesa de dibujo y cogí un cuaderno de dibujo. Luego me levanté de la silla para sentir como los huesos crujían en mi espalda debido al tiempo que había pasado sentado allí.

Caminé con los ojos cerrados por la casa hasta que noté el aire fresco contra mi cara. Olía a noche estrellada, capaz de inspirar al peor de los dibujantes.

Los abrí de golpe y me vi frente al balcón sintiendo la suave brisa que me hacía cosquillas en el cuerpo.

Con una sonrisa en mis labios me senté en la silla del balcón dispuesto a volver a dibujar, pero esta vez tenía en mente algo muy diferente. Quería tenerla a ella retratada para mi, quería poder observar su mirada, su boca, su sonrisa cuando ella no estuviese a mi lado. La quería a ella cuando no pudiera tenerla conmigo.

- ¡Hola!

Deseo a las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora