Pelea de asamblea. II

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Mis manos se posaron sobre mi cabello para colocar los cuatro mechones que se habían movido de su lugar durante mi bajada por las escaleras. El hecho de que me hubiera arreglado más de lo normal para una simple reunión de vecinos, no hacia menos visible el hecho de que me moría por provocar cierta atención especial de alguien allí presente.

Tal vez me había pasado un poco con los pitillos negros y puede que también con los tacones que le iban a juego... por no hablar de la hora que me había pasado alisándome el pelo... pero estaba segura de que eso valdría la pena en el preciso momento en el que Hugo se quedase atónito al verme, aunque ahora que lo pensaba, Hugo no seria él único que me vería guapa y no era por ser mala persona, pero los hombres de este edificio eran todos un poco salidos.

Tragué saliva antes de emprender la marcha hacia la sala donde siempre se celebraban este tipo de bobadas donde nunca terminábamos arreglando nada y nos dejaba a todos con una cabreo del copón. Pero esta vez no parecía tener pinta de que fuese a ser aburrida y problemática, al contrario, pintaba de las mil maravillas.

Nada más entrar en la sala, me encontré con Paco, Rocío y su hijo Marquitos. La adorable pareja que vivía encima de mi. Sonreí y acaricié la cabeza del niño, del cual había ejercido como niñera en numerosas ocasiones siempre pasándomelo estupendamente bien junto a él.

- Hola Marquitos- me agaché a su lado para estrecharlo entre mis brazos y darle un fuerte beso en la mejilla que lo dejó despaturrado por unos segundos. Luego me sonrió mientras levantaba entre sus manitas un libro de cuentos fantásticos para comenzar a hablar con entusiasmo.

- ¡Mira Eva! Me lo ha regalado el señor Hugo hace un rato... y me ha dicho que yo me parecía mucho al chico del cuento- yo sonreí complemente enternecida y enchochada al saber lo lindo que se comportaba Hugo con Marcos- También me ha dicho que cuando quisiera me podía pasar por su piso para enseñarme los dibujos que hace y así le podía dar ideas... ¿A que es una pasada?- yo reí.

- El señor Hugo es muy buen dibujante y seguro que con tu inteligencia hacéis algo increíble Marquitos- le respondí apretando su nariz con suavidad- Hablando de él... ¿Dónde está?- pregunté a la vez que miraba en todas las direcciones, pero no se encontraba ni interrogado por la cotilla del edificio, ni con el grupo de hombres que se había colocado estratégicamente en una de las zonas alejadas para poder perder de vista a sus mujeres.

- Se ha ido... creo que está por allí- susurró el niño sin apartar la vista del cuento mientras señalaba en una dirección. Solo entonces fui capaz de encontrarlo entre la multitud, riendo de algo.

Me puse en pie, de espaldas a la dirección en la que se encontraba al mismo tiempo que me llevaba un mano a la boca y lanzaba un poco de aliento para comprobar que seguía oliendo al espray de fresa que me había puesto antes de entrar a la sala.

Estaba segura de que no me cortaría un pelo en besarlo nada más verlo, y estaba seguro porqué no tenía tanta fuerza de voluntad como para aguantar sin hacerlo.

Coloqué en mis labios la mejor sonrisa posible y esta vez proveniente de la felicidad que me provocaba saber que él estaba al otro lado de la sala.

De golpe me giré y fue como si el mundo se apagara y se encendiera, o mejor aún, como si una bombilla comenzase a fundirse y no hiciera más que parpadear. Eso era lo que me pasaba realmente a mi cuando choqué con su cuerpo.

- Cuidado morena, que te haces daño- dijo con una sonrisa en los labios y con sus manos sujetando las mías con dulzura. Yo suspiré como una quinceañera enamorada.

- Hola- susurré sin ni siquiera pensar en sus palabras, simplemente me limité a mirar sus ojos y a sonreír como si me hubiese olvidado de cómo hablar o respirar- Lo siento- dije de golpe sin venir a cuento y con voz melosa.

- Eva...- sus dedos se adentraron en mi pelo de un momento a otro provocándome unas suaves caricias que comenzaban a relajarme- Y de nada- sonreí apartando la mirada de él y saliendo del trance, me sentía como una idiota que se enamora por primera vez.

- Bueno... - lo miré de frente y directamente a los labios que eran lo único que me importaba en este momento. Sabía que en el amor no todo eran besos, pero yo ya llevaba demasiado tiempo hartándome de miradas- ¿Me vas a saludar debidamente?- él rió mientras con su otra mano cogía mi cara con dureza.

- Será un placer- susurró antes de sellar sus labios con los míos en un dulce beso que no duró todo lo que yo esperaba ni tampoco lo que deseaba, pero que era lo normal teniendo en cuenta que estábamos rodeados por el resto de vecinos cotillas.

- ¿Nos sentamos?- pregunté agarrándole de la mano con firmeza ante la atenta mirada pícara y a la vez atónita de Nia, que se acercaba a nosotros.

- De eso nada- dijo la canariona al estar más cerca- Tú vete con mi novio- impuso tajante separando nuestras manos-... luego le haces lo que le tengas que hacer- susurró haciéndome reír- Y tú conmigo que tenemos que hablar- tiró de mi al mismo tiempo que Hugo reía mientras se acercaba al novio de Nia. Me encantaba la idea de poder contar abiertamente lo que sentía y había pasado en estás últimas 24 horas.

...

Metí mis manos en los bolsillos, todavía maravillado por lo increíblemente bella que parecía lucir hoy. No es que estuviera fea los otros días, porqué ella era preciosa... pero hoy, hoy estaba increíble, deslumbrante, esplendida.

- Romeo, sal de la nube- dijo el novio de Nia paseando su mano ante mis ojos- Ya casi ha acabado la reunión y no le has quitado la mirada de encima...- sonreí mirando hacía abajó, un tanto avergonzado por el hecho de que se me hubiese notado tanto.

- Lo siento... pero...- susurré como un idiota que nunca había sido.

- La vas a desgastar- susurró con su acento venezolano y yo reí.

- Mientras la desgasté yo y no otro...- reímos los dos y la mujer cotilla me miró con mala cara, aunque no sabría decir si esa era su cara natural.

- Cuando salgamos de aquí... nos vamos a algún lado lejos de esta chusma- dijo él mirándome con miedo, como si él también hubiese notado la presencia de la señora.

- ¿Como a dónde?- pregunté a media voz.

- A un lugar donde tendrás que tener muy vigilada a tu chica si va con esas pintas- yo lo miré sonriendo. Si algo tenía claro es que cuando volviera a su lado ni siquiera Nia podría apartarme de ella... nadie.

...

- ¿Nos vamos?- dije abrazándome al pecho de Hugo nada más notar que se acercaba a mí con la intención de hacer exactamente lo mismo. Nia había conseguido sonsacarme hasta de qué color eran las sábanas y necesitaba relajarme un poco junto a él.

- A donde tú quieras- respondió besando mi cabeza y apretándome un poco más.

- Venga ya tortolitos- dijo Nia agarrando de la mano a su novio y sacándome la lengua con burla como si con semejante hombre abrazándome tuviera algo que envidiarle.

- Pues si...somos unos tortolitos- le respondí besando suavemente esos labios que tan loca me estaban volviendo por momento y que  se había convertido en una droga envenenada que me hacía enloquecer.

- Venga hombre... vámonos de... ¡Rumba!- dijo Nia y todos reímos. A ver donde terminábamos, porqué con estos, todo era posible.

Deseo a las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora