Palomitas seductoras. III

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Terror, terror... ¿Por qué diablos la había tenido que escoger de terror? O mejor dicho... ¿Por qué le había tenido que decir que a mi no me daban miedo estás cosas? La última película de miedo que vi, fue en Disney Channel con esas que daban de Historias de media noche, y para colmo, estuve sin dormir una semana entera.

Miré de reojo cómo él miraba concentrado el televisor mientras comía lentamente las palomitas que me había ofrecido tantas veces. Estaba al otro extremo del sillón, tanto así que me había recostado en este y ni siquiera podía rozarlo con los pies. Hugo tampoco parecía muy colaborador en lo de acercarse un poco porqué sencillamente no me había mirado desde que la película había comenzado.

¿Es que en serio me había invitado para ver una película? Porqué la llevaba clara si se creía que yo me metía en la boca del lobo por Freddy Kruger.

- ¡Ah!- dije de golpe al ver como ese tipo de cara quemada aparecía de la nada y parecía salirse de ese pedazo de televisor.

La verdad es que, que su tele fuese tan grande tampoco ayudaba mucho en lo que era mitigar el miedo. Escuché su risa por lo bajo, y viendo que ésta podía ser mi oportunidad, estiré la pierna para darle un pequeño golpe en la pierna. Solo en ese momento se dignó a mirarme.

- Morena, tranquila, que no es mi culpa que seas una cagona- volvió a reír con fuerza mientras se volvía a meter un puñado de palomitas en la boca con gran apetito, el mismo que comenzaba a sentir yo a causa de los nervios. Me reincorporé sin responderle, sentándome, esta vez, un poco más cerca de él.

- Paso de lo que me digas- estiré la mano, cogiéndole el bol de palomitas para comer con ganas. Hugo se me quedó mirando con una sonrisa de medio lado, lo que me empezaba a poner más nerviosa aún que la película- ¿Tengo algo en la cara?

- No- dijo sin dejar de sonreír. Sentí como se deslizaba un poco por el sillón para coger un par de palomitas lentamente, rozando su mano con la mía, que se encontraba inmersa en el gigantesco bol.

Lo miré durante unos segundos, encontrando su mirada con la mía como si una electricidad invisible apareciera entre nosotros. Rápidamente quité la vista de sus ojos verdes antes de que comenzara a babear.

- ¡Joder!- grité de nuevo por otro susto inesperado, él esta vez no rió, si no que se acercó un poco más, pasando el brazo por el respaldo del sofá con un disimulo que yo había pillado a la perfección. Ahora estábamos rozándonos, tanto que no me sería nada difícil notar su respiración agitada.

- Evita, te imaginaba con más agallas a decir verdad- reconoció él con voz de decepción y con cara de arrogancia y chulería.

Esa era la cara que exponía ante mis ojos cada vez que buscaba guerra conmigo y vaya si lo conseguía. Porqué el verlo de esa manera conseguía ponerme de mal humor en un instante.

- Yo al menos... ¡Ahhhh!- esta vez no pude soportarlo al ver como los sesos caían en la pantalla y di un salto en el sillón, dejando caer el bol sobre sus piernas y agarrándome fuertemente de su camiseta mientras enterraba mi cara en su pecho como toda una miedosa que era.

Éste rió antes de dejar caer el brazo que tenía apoyado en el respaldo sobre mi espalda comenzando a acariciarla muy lentamente.

- Eva, no tengas miedo, que es una tontería... si ellos en realidad se estarían partiendo con la escena- intentó calmarme con caricias en el pelo y la verdad es que con solo sentir sus caricias me había olvidado del motivo por el que me había abrazado a su torso. Cerré los ojos para disfrutar del placer que me producía estar entre sus brazos.

- No te creo, pero bueno- susurré acomodándome en sus brazos e intentando mirar por el rabillo del ojo un poco de la película.

- Ya claro, tú lo que querías era una excusa para que te abrazara- susurró él intentando que no lo escuchara, pero para su mala suerte sí que lo había oído. Golpeé su pecho suavemente y me erguí para mirarlo.

Deseo a las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora