Epílogo.

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Habían pasado tres años desde nuestra boda y desde ese día eran muchas las cosas que habían cambiado.

Para empezar, Anne y Xabi se habían casado hace un par de semanas. La boda nos había pillado desprevenidos a todos, sobre todo cuando nos obligó a desplazarnos a Canarias para hacer su boda en una de las mejores playas de España.

Luego estaba la sorprendente relación que había surgido entre Nerea y Unai, el que se había convertido ahora en uno de mis mejores amigos junto con Flavio. Sinceramente, debería haberlo imaginado por las miradas de ambos durante mi boda.

Lucía y Romi seguían en sus andadas, más aún después de conocer a Nia, Sam y Laura. Desde entonces se había vuelto íntimas, lo que a veces da un poco de miedo.

Flavio... Flavio, de este si que no podría haber imaginado nada de lo sucedido. Para empezar, había conseguido ser uno de los mejores centrales de mundo, se encontraba en primera división, era considerado uno de los jugadores más apuestos del fútbol, la prensa lo seguía a todas partes y para rematar... ¡Esto!

- ¡Hugo!- Eva apareció en la cocina sonriendo tan tiernamente como lo hacía siempre. Yo la miré, tan sorprendido de su belleza como la primera vez. Ésta rodeo la mesa, acariciándola con el dedo índice, para luego colocarse tras de mí y envolverse en mi cuello.

- ¿Qué pasa?- pregunté dulcemente, acomodándome en la silla y llevando el vaso de zumo a los labios.

- Ya está...- susurró contra mi oreja, provocándome un hormigueo por toda la zona-... deberías- no la dejé continuar y me puse en pie, deshaciéndome de su abrazo.

- No hace falta ni que me lo digas- contesté, tocando suavemente su nariz- ¿Me acompañas?- le ofrecí el brazo como todo un caballero, incitándola a que se agarra.

- Será un placer- contestó, haciendo lo propio.

...

Desde el marco de la habitación observo como Hugo arropa a Álex, nuestro hijo. Hacia dos años que formaba parte de nuestras vidas y he de decir que él ha sido un regalo del cielo. No era de esos niños intranquilos que vuelven loca a una, si no un pequeñajo pacífico y juguetón, bastante inteligente para su edad.

Me acerqué por detrás a Hugo, acariciándole la espalda dulcemente mientras él miraba a nuestro hijo con ojos brillantes.

- Ha salido clavado a su madre- susurró suavemente para no despertarlo. Yo asentí, completamente segura de que así era.

- Aunque tiene los ojos de su padre- lo agarré del brazo para hacer que se girara y así poder salir de la habitación.

- Algo bueno tenía que tener- cerré la puerta tras de mí y acto seguido, golpeé su brazo juguetonamente.

- No ha tenido gracia- le respondí haciéndome la enojada, dejándolo atrás mientras atravesaba el salón y salía al porche.

- Mi amor- él me siguió, tal y como esperaba- Tres años casados y sigues siendo la misma... - reí mientras sentía sus brazos rodearme, tal y como lo hacía siempre.

- No pienso hacerlo- dije en voz alta, por fin.

- No pretendo que lo hagas- contestó sinceramente.

...

Estábamos sentados en el balancín que había en el porche. El año pasado, como regalo de aniversario, le había comprado a Eva esa casa con porche que tanto soñaba, aunque en vez de hacerlo en medio de un bosque con un lago al lado, la había conseguido justo en frente de la playa, y desde entonces, habíamos decidido venir aquí cada vez que quisiésemos alejarnos del mundo. Era un pequeño secreto entre ella, yo y el pequeño Álex.

- Me encanta estar así contigo... últimamente el niño no nos da un respiro- susurró ella, que tenía la cabeza apoyada en mi pecho mientras yo acariciaba su pelo. El suave balanceo junto con el sonido de las olas, provocaba que me sintiese más relajado que nunca.

- Yo también echaba de menos tenerte así- susurró contra su pelo al mismo tiempo que depositaba un beso en su cabeza.

- ¿No te parece increíble?- preguntó animada.

- ¿El qué?- no comprendía qué era lo que pretendía decirme.

- Lo de Sam y Flavio... lo tenían tan oculto- yo reí al ver a lo que se refería, la verdad es que había sido toda una sorpresa para nosotros enterarnos de esa forma.

- La verdad es que ver en el Hola a Flavio arrodillado en el suelo, con todo los pantalones empapados de helado y a Sam con un globo en la mano de Bob Esponja y un cono sin bola, no era precisamente la forma en la que esperaba enterarme de que se iban a casar- Eva me golpeó el pecho suavemente al escuchar cómo me reía.

- No te rías, que fue súper romántico- dijo dulcemente acompañado de un suspiro haciéndome sentir una pizca de celos por el modo en el que se refería a Flavio.

- Cuando vaya a buscar a su chica a otra ciudad, le pida matrimonio aún sabiendo que ella no quiere saber nada de él, se alquile un piso en el mismo edificio de ella para que lo perdone y se pase ahí hasta que termine el curso para luego poder casarse con ella... diré que Flavio es un ser romántico- ella rió bruscamente, como si fuese un chiste.

- Eres un celoso- contestó con una voz cargada de humor, levantando su cabeza de mi pecho para poder mirarme.

- Puede...- le sonreí y me acerqué para besar sus labios, pero justo cuando pensaba hacerlo, ella giró su cabeza, totalmente emocionada.

- ¡Mira Hugo, una estrella fugaz!- la señaló con ilusión- Hacía tres años que no veía una...- me miró, como si pretendiera que hiciese lo que yo sabía que quería que hiciera.

- No voy a pedir un deseo- le contesté.

- ¿Por qué?- preguntó apenada, sin entender mi respuesta.

- Porqué ya lo tengo todo... y no necesito nada más- cogí su cara con una de mis manos y la miré fijamente a los ojos- Tú me has dado todo lo que necesito- la mano que quedaba libre la deposité sobre su estómago, el lugar donde crecía una nueva vida... mi hija- Te amo- ella tenía los ojos llorosos, y eso me estaba emocionando aún más a mí.

- Te amo- acto seguido la besé, como siempre pero como nunca. Tal y como yo sabía besarla.

...

Allí, entre sus brazos era cuando me había dado cuenta de algo. Hugo me había devuelto la vida y le había dado sentido, entregándome amor, a Álex y a la niña que crecía en mi interior.

Ahora sí podía decir abiertamente que creía en los cuentos de hadas, en el amor verdadero, en el momento en el que el príncipe encuentra a la princesa y la ama para toda la vida, sobre todo, creía en los finales felices... y este era uno de ellos.

De nuevo apoyé mi cabeza en su pecho, mirando al cielo y sonriendo. Ahora solo quedaban las últimas palabras para que el final fuese de cuento de hadas.

- Vivieron felices...- susurré antes de levantar la cabeza y mirarlo a los ojos-... y comieron perdices.

FIN

Deseo a las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora