Un último deseo. II

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Ya estábamos sentados en la mesa con el resto de personas comiendo y charlando agradablemente de lo que se suponía que había sido una boda preciosa. Posiblemente también hubiese un pequeño grupo que estuviese criticando a la novia, su vestido, su peinado, la comida, que el banquete se celebrase en el mismo lugar que lo habían hecho Laura y Adri.

Pero ahora nada de eso me importaba en absoluto, era feliz y eso era suficiente. ¿Que criticaban? Me daba igual, la novia estaba preciosa, la comida era estupenda y este lugar era importante para nosotros.

Cogí la copa con una mano y una cuchara con la otra, luego me puse en pie ante la atenta mirada de mi mujer, que se mostraba sorprendida ante mi reacción. Comencé a golpear la cuchara contra la copa con sutileza intentando no romperla como me había sucedido una vez.

Las voces de los invitados comenzaron a disminuir gradualmente al choque de los dos elementos, al cabo de un par de segundos, todos estaban en completo silencio y mirándome con gran expectación.

- Buenas noches a todos- dije sonriente, depositando los utensilios en la mesa- Espero que estéis disfrutando de la celebración y del banquete- reí débilmente- A decir verdad, creo que todos sabéis que si no lo hacéis en este momento no me importa demasiado- se escucharon leves carcajadas por parte de ellos- Ahora mismo... solo tengo ojos para una persona- miré a Eva, que sonreía un tanto avergonzada al no esperarse mi pequeño discurso.

- ¡Creo que no eres el único!- chilló Flavio entre los invitados, yo le hice una mueca con la cara.

- Olvidaos de él- dije riendo- Bueno, si ahora estoy en pie no es porqué me duela la cabeza y quisiera que os calléis... si no porqué quiero resumiros mi historia... mi historia con Eva Barreiro- ella parecía ponerse aún más roja por segundos- Mi amor, tarde o temprano sabías que esto sucedería- todos volvieron a reír.

- Si no me avergüenzo por mí, si no por lo ridículo que resultas tú en la historia- se escuchó un barullo que me hizo sonreír al escuchar la respuesta de mi mujer.

- Buen punto- asentí- Pero me da igual... y sabes por qué... por que estoy acostumbrado- miré hacia delante- Hay veces en que llegamos a ser tan sumamente diferentes, opuestos, distintos... tan estúpidos, y no sé por qué, solo sé que hay veces que quisiera odiarte, tirarte por un balcón, decirte las palabras más dolorosas y crueles, al mismo tiempo no mirarte a la cara, mandarte muy lejos... pero pasan cinco minutos y me muero por estar a tu lado, besarte, sentirte y escuchar cómo me dices que me quieres- la miré de nuevo, sonriendo, ella también lo hacía- Porqué aunque hayan discusiones, intento siempre quedarme con lo bueno de todo esto, porqué ahora mismo sería incapaz de verme fuera de tu vida... formas parte de ese mísero recuerdo una vez más, porqué por una vez en mi vida he elegido hacer las cosas bien, de la mejor forma que puedo... y elegí que tú fueras parte de ellos, que tú fueras la que llenaras mis días- los suspiros por parte de las presentes no tardaron en llegar cuando le cogí la mano a mi esposa- Y es que hay veces que no damos importancia a las cosas, las vemos como algo insustancial y ahí es donde empieza el problema y donde comencé a tenerlo yo, porqué si le hubiera dado la más mínima importancia, no hubiera soportado irme de tu vida así como así... y de lo que más me alegro ahora mismo es que no fue demasiado tarde cuando me di cuenta que realmente te necesitaba, porqué estás conmigo, a mi lado, aguantándome, queriéndome, o eso creo- reí nervioso- cosa que nunca imaginé que volvería a suceder.

- Hugo...- me dijo ella, intentando decir algo, pero ahora que estaba en racha no me iba a callar.

- Supuestamente los trenes solo pasan una vez, si no los coges a tiempo se marchan, los pierdes para siempre... y por mucho que corras detrás de él nunca consigues alcanzarlo... y yo corrí detrás de ese tren, lo alcancé, tropecé mil veces, pero al final lo conseguí y eso es lo que más me importa en este momento, no volver a perderlo nunca más.

Eva se puso en pie, sonriendo y sin soltar mi mano. Todos parecían expectantes de lo que iba a decir, aunque posiblemente ahora que estábamos casados no importase tanto.

- Yo tampoco sé porqué te quiero- reí antes de besarla suavemente. Si mi vida iba a ser así por siempre, la recibía con los brazos abiertos.

...

Observé la escena con gracia. Dispuesta a alejarme un poco de todo el barullo que había arriba, me había comenzado a mover entre las mesas hasta encontrarme con la graciosa escena que estaba presenciando en este mismo momento.

- ¡Eres una torpe!- soltó Flavio cabreado, mientras miraba su traje totalmente mojado a causa de la copa que llevaba Sam en la mano.

- Me lo dicen mucho- al parecer esta vez no había sido de manera inconsciente, si no que se la había lanzado encima a propósito.

- ¿Lo has hecho adrede?- preguntó bastante sorprendido, pero la sonrisa de Sam lo decía todo... esta nunca aprendería.

- Sí- contestó con toda la gracia que creía tener.

- Serás...- acto seguido, la copa de Flavio cayó por el pecho de Sam, que se echaba para atrás bastante sorprendida por lo sucedido.

- ¡Qué haces!- chilló un tanto desesperada al ver como había quedado el hermoso vestido del que tan orgullosa estaba.

- ¡Uy! Se me ha aflojado la muñeca- respondió él sonriendo de la misma manera que ella lo había hecho anteriormente.

- Eres un rencoroso- Sam comenzó a dar suaves golpe contra su pecho, como si eso fuese a causarle un gran dolor ese hombre de casi dos metros.

- Y tu una mentirosa, Sam... ¿O Mar? La verdad es que ya no lo sé- dijo él, dando a entender que ya no le parecía tan gracioso que le hubiese engañado con lo del nombre, y posiblemente era porqué no tenía nada de gracia.

- ¿Qué querías? Que te dijera mi nombre... ¿No? ¡Pues no me daba la gana!... ¿Y si eras un pervertido o un acosador?- Flavio sujetó las manos de Sam, impidiendo que está siguiese golpeándolo.

- Pues sí, eso era lo que quería...- susurró soltándola bruscamente cuando estaban a tan solo un par de milímetros de chocar cara con cara.

- Entonces... menos mal que no te lo dije- respondió ella un poco más serena ante el acercamiento que había presenciado hasta hace un par de segundos.

- Si eso es lo último que tienes que decir... que pases muy buena noche- sin decir nada más, Flavio giró sobre sus talones para comenzar a caminar hacía donde se encontraba su grupo de amigos

- ¡Idiota!- le chilló Sam, caminando en dirección contraria, posiblemente hacía el baño.

Eso me recordaba algo, copas, champán, desparrame... esto iba a terminar en boda, seguro. Sonreí con mi deducción y pronto recordé lo que iba a hacer... iba a visitar mi lugar preferido. Mi piscina.

...

Me parece de locos que lo primero que se le ocurra hacer a estar mujer después de casarse, es lo mismo que hizo el día que nos conocimos. Irse a la piscina para meter sus pies en el agua sin llevar a su marido para que le haga compañía.

Aunque también es increíble que lo que se me hubiese ocurrido a mí, es ir al mismo lugar donde la había observado por primera vez junto con mí ahora amigo Adri.

- ¿Otra vez aquí?-... y hablando del rey de Roma.

- Sí, al parecer le he pillado el gustillo a vigilarla desde aquí- contesté sonriendo, pero sin mirarlo.

- Entonces creo que deberías volver a bajar, pero esta vez... sin copas, no queremos que haya un divorcio antes de tiempo- yo le sonreí y lo miré.

- Tienes razón... en las dos cosas- reí y miré las escaleras, era hora de actuar como un buen marido y acompañarla a todos y cada uno de los sitios que ella quisiera ir.

Deseo a las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora