El vecino nuevo. III

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La miro horrorizado sin saber qué hacer o decir. Esto me parecía algo fuera de lo normal.

Cuando había creído que no volvería a verla, cuando me había resignado a que jamás volvería a ver esos ojos azules, iba y... me volvía a tropezar con ella. En mi nuevo apartamento... aparecía ella. Y me estaba mirando, no con la mala leche con lo que lo hizo la primera vez, si no con la misma cara de satisfacción y sorpresa que lo hacía yo. Como si esa chica también se hubiese estado muriendo de ganas por verme.

- ¡Tú!- de su voz salió un susurro que vino acompañado de una sonrisa débil y vergonzosa, yo sentía como mis brazos se aplastaban por mi peso y el suyo, pero no me importaba. La tenía entre mis brazos que era lo más importante.

- Yo...- también susurré sonriendo de igual manera. Sin apartar la mirada de sus ojos enigmáticos. Su semblante no me dejaba ver más allá de sus emociones y por unos instantes sentí el impulso de acariciar su rostro para comprobar si era ella, porque el encontrármela así de indefensa bajo mi cuerpo, no era precisamente lo que había imaginado estas dos ultimas noche. Por lo menos no con ropa.

- ¡Quítate de encima!- su mirada volvió a pasar a la furia contenida que yo recordaba. Ésta sí que era la verdadera chica que me había vuelto loco. Una mirada furiosa y amenazante que me había enloquecido. Reaccioné con sus palabras y saqué mis manos de su espalda con mucho cuidado, para que ella no entrara en contacto bruscamente con el suelo. De un tirón estuve de pie, sonriendo de medio lado y ofreciéndole una mano para levantar que no aceptó- No necesito tu ayuda... puedo yo solita- apretó el borde de su falda mientras intentaba al menos poder sentarse. Desesperado, alcé la vista al techo, y con destreza conseguí sujetarla por las axilas para levantarla de golpe.

- Así mejor- seguí sonriendo al apoyarme en la pared, cruzándome de brazos y mirándola de arriba abajo, descubriendo unas largas y exquisitas piernas que no había tenido el placer de observar el otro día. Se colocó la falda y estiró la camisa antes de mirarme con esa cara de enfado tan característica en ella.

- ¿No puede saludar como las personas normales? ¡No! Tiene que lanzarse encima mío como un poseso- no contesté, estaba demasiado maravillado con volver a tenerla delante como para, al menos, intentar prestarle atención, di un paso hacía ella sin quitar la sonrisa pero descruzándome los brazos. Y extendiéndole la mano derecha a modo de saludo.

- Deja de llamarme de usted... Soy Hugo Cobo - extendí la mano y con la mano extendida me quedé, porqué ella ni siquiera las levantó para abofetearme por haberla echo caer, de nuevo.

- ¡No puede ser!- su cara mostró sorpresa, frustración y... ¿felicidad? La verdad, no lo sabia muy bien pero ella parecía resignarse ante alguna realidad- Soy Eva Barreiro, y al parecer, o por "casualidad"- esto ultimo lo dijo con retintín y haciendo un gesto de colocarle comillas a la palabra con las manos- eres mi nuevo vecino de enfrente- se llevó las manos a los costados de su cintura y comenzó a dar golpecitos contra el suelo con la planta del pie derecho, mostrando disconformidad.

- ¡Encantado vecina!- sonreí de forma burlona, siendo consiente de que eso avivaría más aún su enfado contra mí o contra lo que fuese que estuviera pensando.

- ¡Imbécil!- me insultó y comenzó a mirar hacía todas direcciones para luego dirigirse hacía ellas con preocupación- ¡Mira lo que has hecho idiota!- apuntó con el dedo a las diversas cartas que estaban esparcidas por el suelo.

- ¡Relájate!- alcé las manos en son de paz y disimulé con una sonrisa el cabreo que comenzaba a emerger desde mis adentro. No soportaba que me insultase y por lo que parecía, ella le había cogido el gustito a hacerlo.

-¿Que me relaje?- me miró arrugando el ceño, notablemente más enfadada que antes, y mientras más enfada estaba más guapa la veía.

- Es que siempre estás como muy tensa- yo reí y ella bufó dándome la espalda volviéndose a sujetar la falda con fuerza hacia abajo mientras comenzaba a agacharse con cuidado de que no se le viera nada, pero se equivocaba... porque yo estaba viendo justo lo que quería ver. Volviéndome a cruzar de brazos mientras me apoyaba en la pared, giró un poco la cabeza para preguntarme- ¿No me vas a ayudar a recoger?

Deseo a las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora