Habían pasado dos semanas desde que había escuchado el bombazo del año. Desde entonces todo parecía haber vuelto a la normalidad de los primeros días. Sam venía a cotillear con Laura y con Nia aunque nunca a mi piso y me imagino porqué. Hugo y yo volvíamos a ser los de siempre, esos vecinos que se llevaban a matar y que no se dirigían la palabra más que para insultarse. Lo único que había cambiado era mi manera de ver a Adri, ya no era el amor platónico que nunca podría llegar a tener, ahora simplemente era Adri, el mejor amigo que podría haber encontrado jamás.
Introduje la llave en la cerradura con una sonrisa ante mi último pensamiento, pero algo parecía estar fallando. La llave no conseguía entrar del todo, lo que me impedía poder girarla para entrar.
Probé de nuevo con la esperanza de que no me hubiese pasado lo de la última vez, pero fue imposible, al parecer la cerradura se había vuelto a romper por tercera vez desde que estaba viviendo en este piso y el colmo es que parecía ser la única inquilina a la que le pasaba esto.
Me llevé las manos a la cara para ahogar un grito de frustración. Por suerte le había puesto la comida a Vega antes de salir de casa y lo había dejado en orden, por lo que solo tendría que hacer una llamada y en breve tendría a alguien a mi disposición para poder abrir la puerta y conseguir entrar a mi maravillosa casa.
Busqué y rebusqué en mi bolso con la intención de encontrar mi maravilloso móvil, pero parecía que no estaba y me daba la mala sensación de que lo había dejado cargando sobre la mesilla de noche.
- ¡Joder!- dije más para mí misma que para que alguien pudiera escucharlo. Solté el bolso con gesto de rendición. Ahora que lo pensaba también estaban dentro las llaves del coche y Sam no estaba en la ciudad.
- ¡Buenos días, morena!- escuché a mis espaldas la voz de ese hombre que parecía subir cargado de bolsas, como si viniese de hacer la compra. No parecía estar de mal humor como lo había pillado estos últimos días, quizás él podría ayudarme porque a pesar de ser un mentiroso y teatrero, en ocasiones resultaba ser todo un caballero.
- Serán para ti- contesté con voz cansada, haciendo que al colocar las bolsas en el suelo me mirara con el ceño fruncido como si esperara que con solo eso le explicara el porqué de mi cara de tristeza.
-¿Qué pasa Evita? ¿Se te ha roto una uña?- bien, volvía a ser el de siempre, tal y como esperaba que dejase de comportarse por unos segundo solo para que me ayudara a abrir la maldita puerta.
- Nada, déjalo- ni me esforcé en mirarlo a la cara, simplemente suspiré profundamente y me senté en uno de los escalones con la esperanza de que ocurriera un milagro y Sam volviera antes de tiempo y le diera por venir a verme. Noté como él movía los dedos mientras caminaba hacía mí y se ponía de rodillas para quedar a mi lado.
- ¿Qué pasa?- preguntó esta vez de manera seria, mostrándome una de las cosas que me habían llevado a enamorarme de aquella manera de él. Le sonreí levemente mientras levantaba las llaves de la casa.
- Se me ha roto la cerradura y no puedo entrar en casa, por tercera vez en poco tiempo- sentencié dejando caer las llaves de nuevo junto con mi cabeza. Lo noté sonreír con dulzura, como si hubiese ganado un premio del que no me había enterado de momento.
- ¡Anda, dame! Deja ver si puedo hacer algo- me quitó las llaves enredadas en mis dedos, acariciándome la mano con una suavidad desconocida, tanta, que me entraron ganas de enredarlas aún más para seguir sintiendo unas caricias que ya tenían dueña. Su novia.
- Gracias- susurré muy bajito sin poder apartar ese último pensamiento de mi cabeza. Novia... otro amor platónico en mi vida.
...
Forcejeé con la puerta un par de veces con la suficiente fuerza como para conseguir abrirla pero sin romperla. No es que fuera un manitas, pero el hecho de verla en aquel estado me había echo ponerme manos a la obra con algo de lo que no tenía ni idea.
Por mucho que no supiera de cerrajería, esto no podía ser tan difícil como lo estaba siendo y lo peor de todo no era el hecho de no conseguir abrir la puerta, si no la mirada de ella sobre lo que se suponía que era mi cuarto intento fallido.
Saqué lo que entraba de la llave y puse los brazos en forma de jarra, lanzando un suspiro frustrado. No podía abrir la puerta.
La miré negando con la cabeza y ella se encogió de hombros para darme a entender que no pasaba nada, que lo había intentado. Le entregué las llaves y ella me sonrió amablemente antes de cogerlas.
Entonces pensé en que no podía entrar a mi piso y dejarla ahí tirada hasta que posiblemente llegase el cerrajero al que había llamado.
- ¿Cuánto va a tardar el cerrajero?- pregunté sentándome a su lado inocentemente y con una sonrisa suave en los labios. Si tenía que quedarme con ella esperando un par de horas, no me importaba, no querría otra compañía.
- No creo que llegue. Tengo el móvil dentro y no he podido llamarlo- respondió mirándome con otra de sus delicadas sonrisas y mi mente se quedó en blanco.
- Si es que lo que no te pase a ti, morena- respondí riendo secamente mientras mi cabeza intentaba encontrar algún método para poder salvarle al día de alguna manera. A pesar del daño que me había hecho no podía verla mal.
- Creo que llevas toda la razón- sin saber cómo, noté cómo su mano se posaba inconscientemente sobre mi pierna derecha y eso fue suficiente para que en mi mente apareciese la idea más lógica del mundo.
- Pero como yo estoy hecho todo un súper héroe- dije levantándome para ponerme en pose y hacerla sonreír- Se me ha ocurrido algo- le guiñé un ojo y ella rió.
- ¿El que HugoMan?- preguntó riéndose de alguna manera de mi idiotez.
- Bueno... puedes hacer esa mi llamada desde mi casa y...- suspiré-... quedarte allí hasta que llegue el cerrajero- ella dejó de sonreir para bajar la cabeza avergonzada.
- ¿Seguro que... no le importa?- no logré entender todo lo que había dicho en voz baja, pero cuando se puso de pie sonriéndome entendí que había aceptado mi propuesta.
- Esta bien... pero esto no cambia nada- me advirtió mientras se paraba frente a mi puerta. Preparada para empezar el día...
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lo que no le pase a ella... 👀
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Deseo a las estrellas
أدب الهواةEva Barreiro es lo que puede considerarse, una chica normal. Con 23 años recién cumplidos se acababa de independizar, mudándose a uno de los pisos en el centro de Madrid que poseía Adri, su mejor amigo. Llevaba enamorada de él desde que casualmente...