Capítulo XXI: Secreto al descubierto

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Eileen Lestrange observó fijamente el pergamino colgado en el tablero de anuncios de la Sala Común de Gryffindor. Mientras lo leía, varias ideas pasaban por su mente. Pero había una que empezaba a cobrar fuerza por encima de las demás. 

Sus padres se sentirían ofendidos. Sus hermanos, estarían decepcionados. Pero, de pronto, no le importó. No quería volver a su casa en Navidad. No si podía quedarse en el colegio. Buscó una pluma para ir a anotar su nombre en esa lista. Ya vería qué hacía en el verano. Pero, en ese momento, quedarse en el castillo era la mejor opción. Sonrió de veras cuando estaba por escribir su nombre y apellido.

–¿Qué haces? –inquirió sorprendida Lily. En seis años, era la primera vez que veía a su amiga anotarse para no ir a su casa en Navidad.

–Es que... hay una situación familiar en casa. Mis padres viajarán y... mejor me quedo aquí...

–¡Oh, por favor! ¿Piensas pasar sola la Navidad? ¡De ninguna manera! Ven a casa –invitó la pelirroja con una sonrisa arrastrando a la muchacha lejos del pergamino con los nombres de los estudiantes que pasarían las vacaciones en la escuela. Eileen la miraba incrédula–. Es posible que debas soportar a Dursley, el idiota de mi cuñado, pero si no te molesta, estás más que invitada.

–¿Tus padres? ¿No tendrán problema? –se extrañó la muchacha. Apenas si había visto a los señores Evans un par de veces.

–¿Bromeas? ¡Estarán encantados de conocerte!


***


Tal como Lily vaticinó, los señores Evans estaban contentos con la idea de que su hija llevara a su mejor amiga a pasar las vacaciones de Navidad con ellos. Eileen escribió a su casa diciendo que se quedaría en Hogwarts y omitió responder las cartas de su madre en las que le pedía diariamente que cambiara de idea. Suspiró de alivio al no ver a sus padres en el andén 9 y ¾ y sonrió de asombro al viajar una hora en automóvil en medio del tráfico de la autopista hasta llegar a Cokeworth.

Lily vivía en una casa de dos pisos. La pelirroja la condujo hacia la planta superior, en donde había tres dormitorios. Le indicó cuál era el suyo y la señora Evans ya había preparado otra cama para la visita. Eileen observaba sorprendida la cantidad de objetos extraños que había en esa casa. No lograba comprender para qué servía la mitad de ellos y a Lily le parecía de lo más divertida su cara de desconcierto ante algunas cosas.

Tal como ella había predicho, la familia de Lily era un cuento de hadas. Solamente su hermana mayor, Petunia, trataba a Eileen con desprecio. Se reía de las preguntas de la chica y en más de una ocasión sugirió que era posible que tuviera algún tipo de padecimiento mental. A Lily, aquellos comentarios la enfurecían. Pero a ella no le importaba, nunca había estado en un hogar donde fuera tan evidente que todos se querían. Incluso, estaba convencida de que, por encima de todas las cosas que le decía a Lily, la mayor de las Evans quería a su hermana mucho más de lo que sus propios hermanos la querían a ella.

Las dos semanas en Cokeworth fueron como un sueño para Eileen. Pero acabaron demasiado pronto y la chica sabía que eso tendría consecuencias. En la primera semana de clases de enero, Regulus la abordó cuando ella salía de la biblioteca luego de hacer unas tareas.

–Has hecho una verdadera idiotez, Lestrange –le espetó sin preámbulos.

–Y tú has hecho más de una, Black –respondió ella con una sonrisa.

–No estoy bromeando. Ahora apurarán tu prueba de lealtad. Y tendrás que darles explicaciones a todos, no solo a Rodolphus. Por cierto, tus hermanos te tenían cierta contemplación, pero ya has colmado sus paciencias.

–¿Algo más, lechuza? –preguntó sin borrar la sonrisa.

–Ten mucho cuidado con lo que haces.

Eileen se giró y caminó hacia la torre de Gryffindor. No le prestó la menor atención a la advertencia de Regulus. Subió a su dormitorio y se durmió enseguida. Al día siguiente, se despertó y fue a desayunar junto a sus amigas. Lily ahogó un grito al abrir su ejemplar de El Profeta y ella se apresuró a ver de qué se trataba.

Un ataque de mortífagos en un poblado muggle. Pero había algunos magos testigos de la situación. Decían que se habían divertido torturando a la gente. Habían intervenido los aurores y evitaron que hubiera más muertes. Sin embargo, no lograron detener a los atacantes. Algunos testigos aseguraron que se trataba de Rodolphus, Rabastan y Bellatrix. Se habían quitado las máscaras cuando creyeron que no había magos alrededor.

Eileen leyó la noticia y sintió que el color escapaba de sus mejillas. Los ojos de sus amigas estaban clavados en ella.

–¿Es verdad? –inquirió Mary. Sus pupilas azules estaban fijas en la muchacha de cabello negro. Lentamente, Eileen asintió con la cabeza.

–¿Por qué nunca dijiste nada? –preguntó Lily asombrada mientras fruncía el ceño al releer la noticia.

Sin saber qué decir, se encogió de hombros.

–¡Los has estado ocultando! –la acusó Hestia mirándola con verdadero asco. Sus ojos acusadores estaban fijos en Eileen.

–¡No, te juro que eso no! –se defendió la muchacha.

–Y por qué te juntas a hablar a escondidas con los de Slytherin? Te vi el otro día a la salida de la biblioteca –señaló Emmeline.

–¿A qué te juntaste con tu hermano en Hogsmeade? ¿A planear una tanda de asesinatos? –acusó Mary indignada.

–Son unas idiotas las cuatro y están locas de remate –despotricó Eileen. Se levantó de la mesa del desayuno sintiendo cómo todo el mundo la miraba y salió hacia los invernaderos para la clase de Herbología.

Durante las clases de ese día, las chicas no le dirigieron la palabra a Eileen. Luego de la cena, fue sin ninguna gana al entrenamiento de quidditch. El primer partido era contra Slytherin. No tenía ganas de ganarle a Regulus Black, quería tirarlo de la escoba y que se cayera desde cincuenta metros de altura.

La alianza impensada para cambiar el pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora