Capítulo XXXIX: Misión fallida

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Eileen seguía la preparación de aquella poción al pie de la letra. Era un bálsamo curativo, pero mucho más difícil de cualquiera que hubiera hecho hasta el momento. Lily, que se sentaba unas filas detrás de ella, se levantó para arrojar un papel al tacho de basura y cuando regresó, dejó disimuladamente un trozo de pergamino en su mesada. Eileen lo sostuvo en su mano inmediatamente. Leyó rápidamente lo que decía.

Hoy, a la salida de tus clases, en el hotel de la semana pasada. Hab. 605.

No necesitaba firma para reconocer la letra de Sirius. Asintió con la cabeza. Sabía que con eso era suficiente para que la pelirroja le avisara al chico que ella estaría allí. Con la perspectiva de ver a Sirius esa misma tarde, afrontó las clases mucho más animada que hasta entonces.

Salió de San Mungo y caminó las seis cuadras que separaban del hotel muggle al que habían ido la vez anterior. Subió en el ascensor hasta el sexto piso y golpeó la puerta en la que se enmarcaba el número 605. Él la esperaba tomando una cerveza de manteca en la cama, con un bóxer como toda vestimenta. Eileen sonrió mientras el chico le ofrecía una bebida y ella dejaba sus cosas en un escritorio que había junto a un televisor.

–Estás demasiado vestida –comentó él con tono provocativo, quitándole la capa que llevaba sobre la túnica.

–Lo lamento –respondió ella besándolo–. Más trabajo para ti. Tendrás que desvestirme.

Sirius la levantó en volandas y la arrojó sobre la cama. Eileen soltó un gritito cuando parte del contenido de la botella de cerveza de manteca cayó sobre su rostro. Pero él solamente rio y tomó la bebida en sus manos, para apoyarla sobre la mesa de luz. Entonces, volvió a besarla cada vez con más intensidad.

–La semana que viene, iré con James a una misión de la Orden. No podrás contactarme por el espejo hasta el viernes próximo más o menos. Creo que nos demoraremos unos cinco o seis días –explicó el muchacho cuando se despidieron, unas cuatro horas más tarde.

–Mucha suerte. Y avísame con Lily cuando regreses así volvemos a hablar –le dijo ella con una sonrisa. Volvió a besarlo y salió de la habitación. Lo último que vio antes de cerrar la puerta fue que él le guiñaba un ojo.

Eileen pasó toda la semana intentando no pensar en Sirius. Ni en la misión de la Orden. Ni siquiera quiso mirar el espejo doble. Se enfrascó en los estudios y hasta en los planes de la boda. Regulus le había escrito para preguntarle a dónde quería ir de Luna de Miel así comenzaban a organizar el viaje. La verdad era que ella no tenía ganas de ir a ningún lado. Pero puesto a elegir, decidió que quería ir a un destino con playas. Tomar sol y disfrutar el mar era algo que podría disfrutar, aunque fuera con Regulus Black.

Llegó el viernes y Lily no le avisó nada en clases. Eileen sabía que, en ese caso, no tendría novedades hasta el lunes. Sirius no podía contactarla a ella por el espejo, debido al peligro de que alguien escuchara su voz llamándola cuando estaba con su familia. Así que pasó el fin de semana suponiendo que el lunes su amiga le diría que ya podía comunicarse con el chico. Sin embargo, eso tampoco sucedió. La pelirroja ni siquiera le dirigió la mirada. Eso solo podía significar una cosa: no tenía nada para decirle. Se tranquilizó pensando que, si algo les hubiera sucedido a los chicos, su amiga sería la primera en encontrar la manera de decírselo. El martes, Lily faltó a clases y Eileen comenzó a entrar en pánico. Estuvo a punto de ir a su casa por la tarde para enterarse qué estaba sucediendo, pero sabía que eso sería exponerse a ser descubierta. Se contuvo y canalizó su ansiedad estudiando toda la tarde. Cuando cayó la noche, supo que tendría que tomar una poción para conseguir conciliar el sueño.

El miércoles por la mañana, Eileen arrastró a Lily del brazo por medio pasillo de San Mungo, la metió en el baño de mujeres y trabó la puerta. Afortunadamente, estaba vacío.

La alianza impensada para cambiar el pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora