Capítulo LVIII: La fiesta de cumpleaños

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-Lyra, cariño, es hora de irnos. -Murmuró Eileen inclinándose sobre el corralito en el que las dos bebas jugaban. Cuatro ojos grises se clavaron en ella y la mujer estiró los brazos para tomar a una de las niñas. Las pequeñas tenían el cabello negro, el rostro redondeado y los ojos de su padre. Habían cumplido los cinco meses una semana atrás y eran idénticas como dos gotas de agua.

-Las extrañaremos. -Murmuró Sirius sonriéndoles a Eileen y a Lyra.

-Mañana volveremos. -Le aseguró ella. -Ahora que hemos regresado a Prestbury, tenemos más libertad ¿Verdad, cielo? -Le preguntó a la niña con tono infantil y saltando levemente. La carcajada de la pequeña llenó el departamento.

-Hablas como si no hubieras disfrutado la estadía en Grimmauld Place.

-No sé cómo soportaste vivir quince años en esa casa. -Confesó Eileen.

-Disfruten el cumpleaños. -Le dijo Sirius dándoles un beso a cada una. Ella le tendió a la beba un momento para tomar en brazos a su gemela.

-¿Sabes que mami te adora? ¿Lo sabes, amor de mi vida? -Le preguntó con una sonrisa y le dio un beso en la mejilla. Entendía perfectamente a Sirius. Cada vez que se separaba de Amber se le formaba un nudo en la garganta que era casi insoportable. Volvió a depositar a la beba en el corralito, pero la niña rompió a llorar. -No, mejor no. -Murmuró más para sí.

Ella y Sirius sostuvieron a las pequeñas con un solo brazo y se intercambiaron las bebas. Luego, Eileen salió del departamento con Lyra en sus brazos.

Eileen apareció en el parque de la mansión de Prestbury y se adentró en la casa. La pequeña balbuceaba alegremente, con los ojos fijos en el rostro de su madre. La mujer la sostenía y le susurraba palabras tiernas. Cuando entró a la casa, se sorprendió al ver que Regulus no estaba solo. Al parecer estaba acompañando a la salida a un joven de cabello castaño y ojos verdes.

-¡Oh, qué bueno que llegaron! Así de paso se conocen. Eileen, él es Mark. Es mi pareja. -Le dijo abrazando al muchacho. -Ella es Eileen y la pequeña es mi sobrina, Lyra.

-Un gusto. -Saludó el chico a Eileen con un beso en la mejilla. -Hasta luego, pequeña. -Le dijo con un tono más agudo a la niña.

-Un placer conocerte, Mark. Nos vemos luego. -Saludó la chica con una sonrisa.


Lucius y Narcisa habían decidido celebrar a lo grande el primer año de Draco. El salón de Mansión Malfoy estaba repleto de decoración, sobre una larga mesa había infinidad de bocadillos y en una esquina había una serie de juegos infantiles y un gran corralito de bebés. Habían invitado a todos sus amigos, familiares y conocidos. Eileen se inclinó para dejar a Lyra con los otros pequeños. Estaban, además de Draco, Gregory, Vincent y Theodore, los niños de los Crabbe, Goyle y Nott respectivamente. Sin embargo, su hija comenzó a lloriquear y se aferró a ella con fuerza.

-¡Vamos, Lyra! Juega con los otros niños. -Le insistió Bellatrix con una sonrisa.

-No te preocupes, la tendré en brazos. -Apuntó Eileen al ver que la pequeña no quería quedarse. -Ven, cielo.

Al ver cumplido su cometido, la pequeña dejó de chillar y se quedó tranquila en brazos de su madre. Eileen se dirigió hacia donde la mayoría de las mujeres se encontraba charlando.

-Deberías dejarla con los otros niños. Llorará un rato, pero luego se acostumbrará y lo pasará bien. -Apuntó Walburga refiriéndose a Lyra.

-No, prefiero que esté aquí. No quiero que esté a disgusto. -La contradijo Eileen con decisión.

-Al menos déjala en el coche, se te van a acalambrar los brazos, cariño. -Opinó Elle.

-No, mamá. No tengo problemas en tenerla cargando. No te preocupes.

-Si la llevas al corralito con los chicos y le das un juguete suyo, tal vez se quiera quedar. -Insistió Druella, la madre de Narcisa y Bellatrix.

-Gracias a todas, pero de verdad, soy yo la que tiene ganas de tenerla en brazos.

-Así la terminarás malcriando y no...

-¡Mamá, por favor! -Replicó la muchacha y se alejó del grupo. Fue hacia donde estaba Bellatrix conversando con Rodolphus y Rabastan y se unió a ellos. A ninguno de los tres le importaba si ella tenía a Lyra en brazos o si la dejaba en el corralito con los otros bebés. Poco después, Narcisa se reunió con ellos y pasaron conversando gran parte de la tarde.

Lyra se quedó dormida en brazos de su madre y las previsiones de Elle Lestrange se cumplieron. A la muchacha ya le dolían los brazos de tenerla cargando, así que la dejó durmiendo en el cochecito. La pequeña había pasado la mañana entera jugando con su hermanita y ya estaba agotada. Se durmió completamente, sin enterarse de nada. Ni siquiera se alteró cuando todos corearon a los gritos el cumpleaños feliz y luego Theodore Nott se asustó y se quedó llorando durante casi media hora.

Eileen agradeció cuando finalmente la fiesta terminó y ella y Regulus regresaron a Prestbury. Cansada, subió con la pequeña en brazos al dormitorio que compartía con Lyra. La acostó en la cuna y se dio un baño, con la puerta del baño a la habitación abierta por si la bebé se despertaba. Luego, se colocó el camisón y se acostó a dormir.

Miró el reloj de la mesita de luz cuando el llanto la despertó. Recién era la medianoche. Tomó a la bebé en brazos y le dio el pecho para que se alimentara y con la esperanza de que volviera a dormirse. Sin embargo, apenas terminó de tomar la leche, Lyra empezó a reírse y jugar a esconderse bajo las sábanas de la cama de su madre. Eileen le alcanzó sus peluches. Se los había regalado Sirius, aunque toda la familia creía que los había hecho ella misma. Eran cuatro: un perro negro, un ciervo marrón, una rata gris y un lobo marrón. En el departamento de Londres, Amber tenía exactamente los mismos muñecos. Cada una de las niñas había adoptado a uno de los peluches como inseparables. Sirius le había dicho a Eileen que Amber no se dormía jamás si no estaba abrazando al lobo. En cambio, Lyra no soltaba al perro en ningún momento.

La alianza impensada para cambiar el pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora