Capítulo XXXVIII: Ataque a Crawley

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Comenzar a estudiar le proporcionó a Eileen una evasión de la realidad que abrazó con todas sus fuerzas. Cada vez que regresaba de reuniones de los mortífagos, de trabajos que consistían principalmente en torturar muggles o de reuniones con su propia familia, la muchacha se enfrascaba a estudiar y leer los apuntes con tanto ahínco que, antes de Navidad, para los primeros exámenes, había obtenido excelentes calificaciones.

Regulus regresó de Hogwarts y Eileen fue invitada a cenar en Grimmauld Place con su familia. Los Black y los Lestrange celebraron que la boda entre los dos jóvenes estaba cada vez más cerca. Walburga comentó emocionada los arreglos que se estaban realizando en la casa que pronto pertenecería a los chicos y estaba ubicada en Prestbury, un pequeñísimo poblado ubicado al norte de Inglaterra, a 18 millas de Manchester.

Sin embargo, evadirse por completo de lo que sucedía era muy difícil. Hubo una nueva reunión con los mortífagos en donde Voldemort celebró el trabajo de Regulus. La labor del muchacho era reunir seguidores entre los estudiantes de los últimos años de Hogwarts. Al parecer, estaba consiguiendo muchos adeptos. Y esa misma noche, como premio, él podría acompañar a los demás a un trabajo en un pueblo muggle donde habitaban algunos magos de sangre sucia. El muchacho estaba muy pagado de sí mismo, orgulloso y emocionado ante su primera acción como mortífago. Eileen, por su parte, trataba de no pensar en nada. Deseaba con toda su alma que llegara el momento de regresar, de abandonar el lugar y que todo hubiera salido más o menos bien. Ya había participado en innumerables ataques. Los peores había sido aquellos a los que Dumbledore decidió no enviar a nadie de la Orden del Fénix a ayudar, argumentando que si cada vez que Eileen participaba de una misión, esta era descubierta por la Orden, su labor como espía quedaría expuesto enseguida. Lo entendía y comprendía la situación. Pero ver cómo mataban inocentes sin hacer absolutamente nada le resultaba insoportable.

–Iremos a Crawley. Es una ciudad muggle a unos 30 kilómetros de Londres –informó Lucius aquella noche–. Esperaremos unos minutos y ya saldremos.

Eileen tardó un segundo en reconocer el nombre del lugar. Estaba seguro de que lo había escuchado alguna vez y cuando recordó dónde era, se le heló la sangre. Mary McDonald vivía allí. Así que anunció que iba un segundo al baño y envió un patronus a su amiga. No tenía tiempo de mandar dos mensajes, así que le ordenó a Mary que se fuera inmediatamente de allí y que alertara a la Orden. Salió del baño quitándose a su compañera de la mente y regresó con los demás. Unos minutos más tarde, desaparecieron rumbo al poblado que atacarían aquella noche.

El modo de acción fue el mismo que utilizaron en los sitios anteriores. Incendiar las entradas de los domicilios era la forma más eficaz de asesinar a los muggles de manera horrenda y obligar a los magos a delatarse al realizar un encantamiento para apagar el fuego rápidamente. Además, como siempre, un par de mortífagos celaba las esquinas, para evitar que quienes habían conseguido escapar huyeran de manera definitiva. Eileen entró a una de las casas de muggles junto con Lucius. Mientras el rubio elevaba por los aires y asustaba a un hombre que allí habitaba, ella subió a la primera planta a ver si estaba desocupada. Se sorprendió al encontrarse a Mary con una niña en brazos. Su amiga le apuntó con la varita, pero ella se quitó inmediatamente la máscara y la otra bajó la guardia.

–¡¿Qué haces todavía aquí?! –le susurró nerviosa, revisando que nadie la hubiera seguido–. Vete ya mismo.

–No, tengo que ayudarlos a escapar. Ya he avisado a la Orden, pero no me iré sin ayudar a mis vecinos a huir –le dijo su amiga con firmeza mientras hacía un traslador en un peluche y se lo entregaba a la nenita. Eileen suspiró.

–Sal por la puerta de atrás. Si sales por adelante, te descubrirán –le aconsejó rápidamente y luego corrió nuevamente escaleras abajo con la máscara puesta.

La Orden del Fénix ya había llegado, al igual que los aurores, y la calle era un verdadero campo de batalla. Eileen cruzó a la vereda del frente, esquivando maldiciones que iban y venían por todos lados y se metió en otra casa. No había nadie con vida. Al lado de esa casa, los gritos desesperados indicaban que alguien estaba siendo torturado. Fue hacia allí, encontró a Bellatrix lanzándole maldición cruciatus a una mujer que estaba junto a un hombre inconsciente. Volvió hacia la calle y todo sucedió casi en un segundo.

Casi al mismo tiempo, oyó a Antonin Dolohov lanzar una maldición asesina y a Lily, que estaba pocos metros de ella, gritar desesperada. Eileen siguió la dirección en la que los ojos verdes de la pelirroja miraban con desesperación. Justo en la trayectoria del maleficio, a mitad de la calle, estaba Mary, que no llegó a correrse a tiempo. La chica cayó inerte al asfalto y Lily corrió junto a ella. Dolohov volvió a levantar la varita y Eileen estuvo segura de que, si no intervenía, también asesinaría a Lily. Sostuvo su varita con firmeza, pero alguien pasó corriendo a su lado y la empujó al suelo. James y Sirius estaban detrás de ella y corrieron a ponerse entre Lily y Dolohov. Eileen quería matarlo. Por primera vez, deseaba asesinar a alguien. Pero tenía que controlarse, no podía exponerse a ser descubierta.

–Eileen, Bella, Antonin... ya está, vamos –gritó Rabastan desde la otra punta de la calle y ella asintió con la cabeza. Vio desaparecer a Dolohov y luego hizo lo mismo.

La alianza impensada para cambiar el pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora