Capítulo XXXIV: Heridas en el orgullo

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–¿Podemos hablar?

Eileen acababa de poner un pie en la torre de Gryffindor luego de las vacaciones de invierno. Era una tarde helada y por las ventanas se veía cómo empezaba a caer la noche. Una finísima capa de nieve cubría los árboles y los picos del techo de las torres del castillo. Los ojos negros de la chica se posaron en los grises de Sirius. Él la miraba con cautela, sabía que ella tenía motivos de sobra para estar furiosa con él, para mandarlo al diablo o incluso lanzarle un maleficio. Sin embargo, una sonrisa se dibujó en su rostro y la muchacha asintió en silencio. Sirius caminó escaleras arriba hacia su dormitorio y ella lo siguió.

En el interior de la habitación, Remus, James y Peter estaban jugando a los gobstones, pero se pusieron de pie como impulsados por un resorte apenas los vieron entrar a ellos dos y salieron hacia la Sala Común luego de saludar a la chica. James fue el último en salir y cerró la puerta tras de sí. Sirius parecía nervioso, pero suspiró al ver que ella, al contrario de lo que esperaba, no se veía ni siquiera molesta.

–Lo siento muchísimo... –murmuró con la vista clavada en el piso. Abrió la boca para seguir disculpándose, pero se asombró al verse envuelto entre los brazos de la chica. Le devolvió el abrazo y la besó en la coronilla.

–No te voy a obligar a salir con alguien que tiene que andar escondiéndose... –le dijo ella cuando se separaron y lo calló con un gesto cuando él hizo ademán de explicarse–. Pero te juro que he extrañado muchísimo charlar contigo.

Sirius estalló en una carcajada y ella le respondió con un suave golpe en el pecho.

–¡No te rías de mí! –le reprochó la chica.

–¿Cómo has estado? –preguntó él ya seriamente.

–Sobreviví.

–Sí, cuando me ahogaste en un abrazo me di cuenta que no eras un fantasma –acotó él.

–¿Te la vas a pasar riéndote de mí? Me pasé dos semanas en la cueva de las serpientes, sobreviví a batirme a duelo con tu prima Bellatrix y lo único que haces es reírte –exclamó ella y la sonrisa se borró de inmediato del rostro del chico.

–¿Qué ocurrió? ¡Hubieras dicho algo! ¿Estás bien? James te dijo que si necesitabas... –inexplicablemente, a pesar de que él estaba horrorizado, ahora era ella quien se mataba de risa. Se quedó observándola desconcertado.

–Sobreviví a batirme a duelo con tu prima porque nunca pretendió hacerme daño. Mis hermanos decidieron que necesito clases de duelo para cuando termine el colegio y ella se ofreció a enseñarme. Tengo que admitir que es una excelente profesora, especialmente cuando Rodolphus le prohíbe lanzarme maldiciones imperdonables.

–Tendré que tener cuidado contigo entonces –murmuró Sirius con una sonrisa–. No vaya a ser que te haga enojar y me frites a crucios.

–Eso le encantaría a mi profesora. Estaría orgullosa de mí –dijo ella con tono pensativo.

–No tengo la menor duda.

–¿Por qué estamos hablando de Bellatrix? –inquirió ella de repente frunciendo el ceño.

–No lo sé, hablábamos de las vacaciones ¿Acaso tienes algo divertido para contar?

–La verdad es que sí –contestó acordándose de repente–. He ido un día a Grimmauld Place. Tu madre está enfurecida con Kreacher porque no consiguió retirar lo que ella mencionó como una gran pila de basura que pegaste en las paredes. Así que dijo que la habitación no sirve más y la ha clausurado definitivamente –explicó sonriendo. El chico volvió a estallar en una carcajada.


***


Los meses siguientes, Eileen se concentró en obtener buenos resultados en todos sus Éxtasis. Pasaba horas en la biblioteca acompañada por Severus Snape estudiando todas las materias y luego aducía que iba a seguir leyendo en su habitación para ir a la torre de Gryffindor y estudiar con sus amigas o pasar un rato con Sirius. El chico había cambiado de idea respecto a su relación y no había vuelto a poner peros respecto de verse a escondidas. Así que los dos aprovechaban el último tiempo de colegio. Cuando terminaran, no sería tan sencillo verse.

En clases, Eileen mantenía la apariencia de que no se hablaba con los estudiantes de su casa, así que había dejado de trabajar en Pociones con Lily y ahora lo hacía con Severus. El chico le sugería pequeñas modificaciones a las indicaciones tradicionales de cada preparación y, para sorpresa de ella, el resultado asombraba al profesor Slughorn.

Los docentes cada día les exigían más y Eileen sentía que se quedaba sin tiempo para aprender todo lo que requerirían en los exámenes. En Defensa contra las Artes Oscuras, los habían puesto a batirse a duelos casi todos los días. Aquella era su actividad preferida.

–Black y Lestrange –los llamó el profesor y Eileen sonrió. Se divertiría.

–Veamos si has mejorado algo desde la última vez. Fue tan sencillo ganarte que resultó aburrido –murmuró él sonriendo y ella ensanchó su sonrisa. 

Si pretendía distraerla con comentarios graciosos como hacía casi dos años, iba por mal camino. Había aprendido a manejar su mente de tal manera que concentrarse no le costaría demasiado.

–Pobre de ti, Black –espetó con un tono de profundo desprecio. 

Sirius seguía sonriendo a pesar de que ella lo taladraba con la mirada. Eileen vio en la mente del chico que planeaba lanzarle un maleficio de piernas de gelatina y lo esquivó apenas él agitó su varita. Ella contaba con la ventaja de poder utilizar la legeremancia y no le iba a dar un segundo de chance, así que le lanzó un maleficio no verbal. Él lo evitó por pocos centímetros y los dos parecían estar bailando a una velocidad vertiginosa. Él lanzaba maleficios a viva voz y ella no decía una sola palabra. Solamente esquivaba los rayos de luz que salían de la varita del muchacho y disparaba encantamientos y maleficios en silencio absoluto. Sirius tenía que estar tan concentrado que tampoco tenía tiempo para hacer comentarios que fueran a distraer a Eileen. Finalmente, uno de los hechizos de la chica impactó en el pecho de él y voló por los aires hacia atrás para luego caer al suelo.

¡Accio! –murmuró ella apuntando a la varita de Sirius que había caído a un lado del chico. Él se estaba poniendo de pie y vio cómo la varita salía volando a las manos de la chica–. Ahora entiendo lo que dices... Ha sido aburrido –murmuró devolviéndole la varita al ir a su lugar luego de que el profesor los felicitara a ambos. Sirius la miraba enfurecido y ella sabía por qué: lo había herido en su orgullo.

Sin embargo, las asignaturas de los Extasis no eran las únicas que le demandaban cada vez más. Un mes antes de que finalizaran las clases, Dumbledore le dio una dura tarea.

–Para la semana que viene, tendrás que preparar cinco historias para contarme. Anécdotas de tu vida, algo que te haya sucedido en las clases... lo que quieras. Dos o tres de ellas, deberán ser mentiras. Si te sale bien el ejercicio, yo no podré saber cuáles son reales y cuáles inventadas –explicó el director. La chica lo miró con los ojos abiertos como platos.

–¿Quiere que sea capaz de mentirle a usted? –preguntó atónita.

–¿Quieres ser capaz de mentirle a Lord Voldemort?

La alianza impensada para cambiar el pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora