El sol se colaba por entre las cortinas del dormitorio. Allí, hecha un ovillo enredado entre las sábanas, dormía Eileen Lestrange. El cabello oscuro de la chica cubría su rostro y el aire de la brisa de la mañana ondeaba las cortinas de tela azul a través de la ventana abierta. La lechuza entró y se posó en la mesa de luz. Ululó débilmente, pero eso fue suficiente para despertar a la muchacha, que se desperezó con los ojos entrecerrados. Al ver al animal, frunció el ceño.
–¿Qué haces aquí, Ava? –le preguntó en un susurro al ave. Claramente, ella no contestó. Eileen suspiró y sostuvo en sus manos el pergamino que llevaba. Lo estiró y reconoció la letra tan rápido como había distinguido a la lechuza–. Me llevará un rato pensar en una respuesta –murmuró levantándose. Le dio algunas golosinas de su propia lechuza y le acarició la cabeza–. No es contigo, pero tienes un dueño detestable, chiquita. Veamos qué traes.
Querida Eileen:
Espero que pases un hermoso día de cumpleaños ¡Felicidades por haber alcanzado la mayoría de edad! Hoy es un día especial. Lamento que no vayamos a pasarlo juntos, aunque puedes descontar que sería un placer si vinieras a casa y pudiéramos celebrar en familia.
Deseo que pases un muy feliz cumpleaños, que disfrutes mucho y que los Bones te traten como te mereces.
Te quiero mucho.
Tu hermano.
Rodolphus.
Estaba por arrojar la carta al fuego sin terminar de leerla, pero se alegró de no haberlo hecho. Al leer el apellido de Edgar, sintió que se le helaba la sangre. Llevaba casi un mes en esa casa y no había salido a ningún lugar. Nadie podría haberla visto entrar o salir de esa vivienda, que además estaba alejada y no tenía vecinos. Sus amigos habían ido a visitarla, pero por red flu. Solo un puñado de personas sabía dónde se encontraba oculta ¡¿Cómo demonios había llegado esa información a su hermano?! No podía quedarse perdiendo el tiempo mientras era posible que Rodolphus enviara una banda de mortífagos a buscarla.
Si quisiera mandar un grupo a buscarla, su hermano no se hubiera molestado en avisarle que sabía en dónde se encontraba. Pero, igualmente, tenía que hacer algo. La situación en la que se encontraba ponía en peligro, además de a ella, a Edgar, Jenna y hasta al pequeño Tony.
Salió del dormitorio y fue rápidamente hacia la cocina. Edgar estaba aún allí, a punto de irse a trabajar al Ministerio.
–Mira esto –le dijo seriamente tendiéndole el pergamino escrito por su hermano. El joven observó con preocupación el rostro pálido y serio de la chica y leyó la carta.
–¿Es tu cumpleaños? ¡Feliz cumpleaños! –exclamó sonriendo.
–¡Eso no es lo que importa! Lee el final –señaló la chica alterada. La sonrisa desapareció enseguida del rostro de Edgar Bones, que frunció el ceño.
–Alguien le dijo –sentenció finalmente, dejando sobre la silla el maletín que solía llevar al trabajo.
–No le he dicho a nadie, salvo a mis amigos que han venido aquí: James, Sirius, Remus, Peter, Lily, Hestia, Marlene, Emmeline y Mary.
–De la orden lo saben Dumbledore, McGonagall y nosotros... –añadió en tono pensativo él–. Doce personas en total. No es demasiado, pero es un número relativamente grande. Si alguno comentó algo...
–¿Crees que alguno de los chicos ha divulgado...? –preguntó ella espantada.
–No sé si a propósito. No creo. Pero que ha pasado de boca en boca no lo dudo –replicó él frunciendo el ceño. Luego, volvió a sonreír–. No te preocupes. Hablaré con Dumbledore, te cambiaremos a otra casa segura y esta vez tendremos que tener más cuidado. Posiblemente, no puedas recibir las visitas de tus amigos hasta el primero de septiembre. Pero, en este momento, lo importante es priorizar tu seguridad.
–¿Qué sucede? –inquirió Jenna preocupada. Acababa de entrar a la cocina con el niño en brazos. El bebé llorisqueaba y ella lo acunaba en brazos mientras buscaba la leche del pequeño. Su marido le explicó lo que decía la carta y ella coincidió con él.
Edgar se fue a trabajar, anunciando que le escribiría de inmediato a Dumbledore y que les avisaría cualquier novedad. Eileen se sirvió una taza de café. Aquello no parecía un cumpleaños. De hecho, se sentía más apesadumbrada de lo que había estado en mucho tiempo. Jenna intentó tranquilizarla diciéndole que no pasaría nada. Pero ella no estaba tan convencida. No creía en absoluto que alguno de sus amigos fuera a decir algo que llegara a los oídos de los mortífagos. Pero el hecho de que la cambiaran de casa no la calmaba para nada.
Si la información de que Eileen estaba en casa de los Bones había llegado por error hasta Rodolphus, no entendía cómo podría llegarle también el dato de que no se encontraba más allí. En ese caso, era posible que, aunque ella no estuviera en esa casa, su hermano y amigos fueran a buscarla allí. Si los mortífagos sabían que sus amigos conocían en dónde se encontraba, querrían investigar su nuevo paradero. Había algo a lo que ella le temía más que a sus hermanos: era a que lastimaran a alguno de sus amigos. No podía permitirlo. Y estaba a su alcance evitar que eso sucediera.
***
–¡Estás loca! –exclamó Jenna espantada apenas ella le comentó su plan–. De ninguna manera –sentenció y le envió un patronus a Edgar. Su marido apareció al cabo de unos minutos por la red flu y se sacudió las cenizas en la cocina.
–No estarás hablando en serio... –murmuró preocupado.
–Es la única opción lógica –aseguró ella–. Si vuelvo a casa, no se preguntarán más en dónde estoy y no hay posibilidades de que vengan aquí buscándome. Así no pondré en peligro a nadie. Ni a ustedes ni a nadie que tenga la buena intención de protegerme. Yo fingiré que me he arrepentido y tendré una conducta intachable a sus ojos.
–Esa gente intentó matarte –observó Edgar.
–Estrictamente, la única que intentó matarme fui yo misma –corrigió Eileen–. Y todo eso fue porque los desafié airadamente. Ahora fingiré estar de acuerdo con ellos y aceptar sus reglas. Al menos por un tiempo, hasta que me pueda ir por mis propios medios sin depender de nadie ni poner a ninguna persona en riesgo.
–Es un sinsentido. No, no voy a permitir que hagas eso...
–Tengo 17 años. Soy mayor de edad y puedo decidir por mí misma qué hacer –señaló la muchacha–. Les agradezco muchísimo lo que hicieron por mí. Pero ya es hora que deje de exponerlos a un peligro que es real. Iré a preparar mis cosas.
¿Opiniones? A pesar del ofrecimiento de la Orden del Fénix, Eileen volverá a la Mansión Lestrange ¿Qué creen que pasará cuando lo haga? Leo sus comentarios y suposiciones.
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La alianza impensada para cambiar el pasado
Fiksi PenggemarPetunia Dursley se entera de la muerte de su hermana y quiere revertir ese hecho. Para eso, acude a la última persona que hubiera pensado: Severus Snape. ¿En qué consistirá el plan de ellos dos para cambiar el pasado y evitar la muerte de Lily?