El segundo semestre de aquel año de la carrera de Pocionista comenzó con un cambio que a Eileen no le gustó demasiado. Dejaba de tener clases en común con los estudiantes de Sanación. Eso implicaba que ver a Lily, aunque tuviera que disimular y fingir que no eran amigas, pasó a ser casi imposible. Cada tanto se cruzaban en los pasillos, pero no tenían demasiada oportunidad de conversar. Estaba al tanto de su vida principalmente a través de Sirius, que le comentaba los acontecimientos más importantes. En septiembre, ella y James se casaron y Eileen lamentó profundamente no poder acompañarlos en ese momento tan importante para ellos.
Eileen estaba en clases cuando le llegó una carta de Narcisa pidiéndole ayuda. Fue de inmediato hacia la Mansión Malfoy. Esta vez, los heridos eran Regulus y un joven a quien ella no conocía, de cabello castaño cobrizo y piel pálida. Los dos estaban inconscientes en una cama de la habitación que Narcisa utilizaba para atender a quienes resultaban heridos en las misiones.
–¿Qué les sucedió? –preguntó mientras seguía las instrucciones de Narcisa. La rubia estaba atendiendo a Regulus y ella al muchacho desconocido. Era joven y parecía tener más o menos la misma edad que ella.
–Ha sido ese auror... Bones. Todo ocurrió demasiado rápido –explicó Dolohov, que había ido con ellos. Eileen reprimió una sonrisa pensando en Edgar. Sin embargo, la ilusión de pensar que su amigo podría estar bien le duró solo unos segundos, hasta que Rabastan amplió la explicación.
–Rápido o no, no quedó ninguno. Ni el auror, ni la sangre sucia ni siquiera el retoño –murmuró entre risas y Eileen palideció horrorizada. Regulus despertó gritando de dolor, pero ella no era consciente de lo que sucedía a su alrededor. Solo podía pensar, espantada, en Edgar, Jenna y el pequeño Antony. El bebé debía tener un poco menos de dos años.
–¡Eileen! el llamado de Narcisa la sacó de su ensimismamiento.
–Ahí te la alcanzo yo –respondió Rabastan y le pasó a la rubia la poción para calmar dolores que estaba al lado de su hermana. Regulus continuaba dando alaridos descomunales–. Tranquila, va a estar bien –añadió acercándose a la chica y abrazándola. Entonces, Eileen comprendió que su turbación era muy evidente. Por fortuna, Rabastan la había interpretado como preocupación por su marido. A ella todavía le temblaban las piernas. Respiró profundamente para tranquilizarse.
–¿Qué le ha pasado? –preguntó con la voz ahogada.
–Es un efecto de la combinación de dos maleficios, pero va a estar perfectamente –respondió Narcisa. Regulus había bebido la poción y ya no gritaba. Ahora, estaba recostado en la cama, con los ojos abiertos pero la vista perdida. Enseguida se quedó dormido–. Tranquila, está todo bien. –le aseguró la rubia mirando a Eileen con una sonrisa.
Ella asintió con la cabeza y volvió a centrar su atención en el joven de cabello castaño, que ahora estaba comenzando a despertar. Una vez que el muchacho estuvo consciente, Rabastan los presentó.
–Mi hermana Eileen –le dijo al joven–. Y él es Barty Crouch... hijo –expresó sonriendo.
Hacia el mediodía, Narcisa le dijo a Eileen que podía trasladar a Regulus a su casa si prefería. Le explicó que seguramente dormiría gran parte del día y le indicó qué pociones debería beber y cada cuántas horas. Una vez en Prestbury, ella dejó a su marido durmiendo y se encerró en el baño donde rompió a llorar amargamente. Pasaron varios minutos hasta que recordó que tenía que advertir a la Orden de que el hijo de Crouch era un mortífago. Abrió el mueble en el que guardaba sus pertenencias y tomó el espejo que estaba junto a sus maquillajes. Sin conseguir reprimir los sollozos, susurró el nombre de Sirius.
El rostro del chico tardó un segundo en aparecer en el espejo. Sus ojos grises se abrieron desmesuradamente al ver la cara pálida y empapada de lágrimas de Eileen. Ella se enjugó las lágrimas inútilmente, ya que no podía dejar de llorar.
–Mierda –susurró Sirius al verla–. ¿Qué ha pasado?
Eileen no esperaba ser quien le dijera lo que le había sucedido a los Bones. Sin embargo, debería haberse dado cuenta de que solo habían transcurrido unas horas desde el ataque. Nadie se habría alarmado por su ausencia ni habrían ido a buscarlo. Por lo tanto, posiblemente sus cuerpos todavía estaban en la casa. El llanto salió casi con desesperación.
–¿Estás herida? ¿Necesitas ayuda? –preguntó el chico alarmado. Ella negó inmediatamente con la cabeza y respiró hondo para controlarse.
–Estoy bien. Han asesinado a los Bones –explicó finalmente–. Edgar, Jenna y el bebé. Todos están muertos –susurró.
–Lo siento –murmuró Sirius, cuyo rostro se ensombreció al escuchar lo ocurrido. Eileen vio que enviaba un patronus, seguramente avisando lo que le acababa de decir ella.
–Y tienes que avisar también que el hijo de Crouch es un mortífago. Ha participado hoy en el asesinato.
Una semana más tarde, Eileen se sorprendió de encontrar a Regulus en la casa a pesar de que era temprano aún. Habitualmente, su marido salía luego del desayuno y regresaba a la casa cerca de la hora de la cena. Esperaba que no le preguntara en dónde había estado. Luego de sus clases, ella se había ido a encontrarse con Sirius. Sin embargo, no parecía importarle a él en dónde había estado ella.
–Hola, ahora le pediré a Wilbur que prepare la cena –anunció con una sonrisa, dejando su cartera colgada en el perchero de la entrada.
–Wilbur no está –respondió él.
–¿Dónde está?
–El Señor Tenebroso me lo ha pedido prestado.
Eileen frunció el ceño extrañada ¿Pedir prestado el elfo? ¿Para qué diablos querría Voldemort un elfo doméstico? Estaba claro que no era para que le prepare la cena. Pero, de todos modos, no tenía el más mínimo sentido.
–¿Y tienes idea para qué lo necesitaba? –preguntó ella desconcertada.
–No, no lo ha mencionado y yo tampoco iba a preguntar –respondió Regulus.
–No importa. Prepararé algo de cenar yo misma –murmuró ella aún devanándose los sesos para descubrir qué tan importante podría ser que Voldemort quisiera el elfo.
–No, no es necesario –replicó Regulus–. Wilbur, regresa a casa –dijo en voz alta.
Eileen observó cómo el elfo apareció y se desplomó en el suelo de la sala. Respiraba agitadamente y estaba empapado. Se llevaba las manos al pecho, como intentando calmarse. Pasaron varios minutos hasta que se compuso, se puso de pie y con la voz aún ahogada, preguntó:
–¿Sí, amo Regulus?
–Cuéntame qué ha sucedido.
–El Señor Tenebroso se llevó a Wilbur a una cueva junto al mar. Y dentro de la cueva había una caverna, y en la caverna había un lago, negro e inmenso... ... había una barca... En la isla había una va... vasija llena de poción, y el Se... Señor Tenebroso obligó a Wilbur a bebérsela... —Temblaba de pies a cabeza—. Wilbur bebió, y mientras bebía vio cosas terribles... A Wilbur le ardían las entrañas... Wilbur le suplicó al amo Regulus que lo salvara, le suplicó a su ama Eileen, pero el Señor Tenebroso sólo reía... Obligó a Wilbur a beberse toda la poción... dejó un guardapelo en la vasija vacía... y volvió a llenarla de poción... Y entonces el Señor Tenebroso se marchó en la barca, dejando a Wilbur en la isla... Wilbur necesitaba agua, se arrastró hasta la orilla de la isla y bebió agua del negro lago... y unas manos, unas manos cadavéricas, salieron de él y arrastraron a Wilbur hacia el fondo... Wilbur se estaba ahogando, pero el amo Regulus le ordenó que regresara.
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La alianza impensada para cambiar el pasado
FanfictionPetunia Dursley se entera de la muerte de su hermana y quiere revertir ese hecho. Para eso, acude a la última persona que hubiera pensado: Severus Snape. ¿En qué consistirá el plan de ellos dos para cambiar el pasado y evitar la muerte de Lily?