Capítulo LX: Matar a sangre fría

149 12 2
                                    

-Oye, Reg... ¿puedo pedirte un favor? -Inquirió Eileen entrando a la sala de la mansión de Prestbury. Regulus estaba sentado junto al fuego de la chimenea, con una copa de vino de elfo en sus manos. En los brazos de la muchacha, Lyra estaba comenzando a dormirse.

-Claro, dime.

-¿Te quedarías con Lyra esta noche? Lo más probable es que ni siquiera despierte antes de que yo regrese. La dejaré durmiendo.

Regulus levantó la vista del fuego de la chimenea y observó a su esposa. Nunca sería capaz de leer las expresiones en el rostro de Eileen. Era imposible descifrar siquiera sus emociones. En ese mismo momento, no podría asegurar si se la veía enojada, preocupada o triste. Pero que se fuera sin la niña ya era una pauta de que algo estaba fuera de lo común. Era la primera vez en siete meses que le pedía que se quedara con Lyra y se iba sola.

-Sí... No tengo inconveniente. Pero, ¿tú qué harás? ¿A dónde vas? -Le preguntó con verdadera curiosidad.

-Voy a lo de Lily y James. Sirius está allí. Me aseguraré que está bien escondido y luego iré a buscar a Pettigrew. -Murmuró mientras mecía en sus brazos a la beba para que se durmiera finalmente. Los ojos negros de la muchacha estaban fijos en la pequeña y su cabello oscuro cubría la mitad de su rostro.

-¿A buscar...?

-A matarlo. -Aclaró mientras se dirigía escaleras arriba para dejar a la nena en su cuna.

Regulus la siguió y esperó a que arropara a Lyra para enfrentarla. La escuchó cantarle casi en susurros a la niña a través de la puerta entreabierta. La voz de la mujer se apagó y sus pasos en la alfombra fueron casi imperceptibles. Los ojos negros de ella se encontraron con los grises de él cuando la muchacha salió de la habitación y dejó la puerta entreabierta. Los dos bajaron la escalera sin decir una sola palabra, pero volvieron a cruzar una mirada cuando estuvieron en la sala nuevamente.

-¿Qué es exactamente lo que estás planeando, Eileen? ¿Eres consciente de lo que estás diciendo? -Preguntó él atónito una vez que ella estuvo dispuesta a escucharlo.

-Sí, lo tengo perfectamente claro. Mataré a Pettigrew antes de que pueda delatarme. Peter conoce a Amber y sabe que es hija mía. No la dejaré expuesta a ese peligro. Colagusano no va a sobrevivir a esta noche, te lo aseguro.

-Es una locura.

-Dejarlo con vida es la locura, Regulus.

-¡Hablas con tanta liviandad! Nunca has matado a nadie, ¿verdad? Si no, no hablarías de asesinato así como así. -Le recriminó él.

Eileen pestañeó desconcertada.

-¿Qué tiene que ver eso? -Inquirió sin comprender a dónde iba la argumentación del muchacho.

-No tienes idea de qué se trata. No es tan fácil como apuntar y decir avada kedavra. Te lleva una decisión y luego la culpa es lo peor. No te lo sacas más de la cabeza. Imaginas que es una cosa de nada, que lo harás y listo. Pero, ¿qué tal si no consigues hacerlo? ¿Y si tienes un instante de duda y Pettigrew lo aprovecha a su favor? Solo te expondrás más tú y a tus hijas. -Le señaló Regulus con absoluta seriedad.

-¿En qué momento te convertiste en un experto consejero asesino? ¿A quién has matado tú? -Preguntó intrigada.

No había escuchado alguna vez a los mortífagos celebrarle a Regulus que hubiera acabado con algún auror o miembro de la Orden del Fénix. A no ser que se tratara de algún muggle en un ataque masivo...

-Olvídalo, no te lo diré. Me odiarás.

-Creía que habíamos acordado no mentirnos ni ocultarnos cosas. -Le recordó ella.

Regulus le desvió la mirada y fijó su vista en el suelo. Suspiró largamente y se dejó caer en uno de los sillones, sin volver a dirigir su vista hacia la muchacha. Se llevó las manos al cabello y pareció tomar aire antes de decir un apellido con apenas un hilo de voz.

-Aquella vez... en lo de los Bones...

-¡Oh! -Se sorprendió ella espantada. -Creía que... que Edgar te había fritado a maleficios antes de que pudieras...

-No me refiero a él. Ni tampoco a su mujer. Tu hermano me lo ordenó y yo simplemente obedecí. -Explicó en voz muy baja.

Pero Eileen ya había comprendido todo. Y él estaba en lo cierto. No necesitaba mirarla para sentir la furia que emanaban sus ojos.

-¡Si serás desgraciado! ¡Antony no era más que un bebé! Me das asco. -Murmuró subiendo las escaleras nuevamente.

-¡Eileen! -La llamó Regulus y ella se detuvo en el segundo peldaño. Los ojos grises la miraban apenados. -Fue en el pasado, tu hermano me estaba instando a hacerlo y...

-Mis hermanos también me instaron a hacer cosas horribles en el pasado. Pero jamás hubiera asesinado a un niño, Regulus ¡Y te atreves a comparar mi plan de matar a Pettigrew con esa atrocidad! Me voy a llevar a Lyra. No voy a dejar a mi hija con un asesino de niños.

-¡Ahora me culpas y te haces la inocente! -Exclamó él enfurecido -¡Eres una hipócrita! Sabes perfectamente que Bellatrix está orgullosa de que realices la maldición cruciatus tan efectivamente como ella ¿Acaso nunca has torturado a un inocente? Yo te he visto hacerlo.

Eileen se quedó de piedra con ese comentario. No tenía nada para replicarle a Regulus. Ni siquiera podía excusarse de un modo diferente a como él había justificado el crimen de Antony Bones. Suspiró y luego se mordió el labio.

-Sabes que Lyra estará mucho más segura aquí que junto a tres de las personas más buscadas por Voldemort y los mortífagos. Así que salvo que de verdad creas que soy capaz de asesinarla mientras duerme, déjala aquí. -Murmuró finalmente Regulus con voz calma.

***

Eileen caminaba de prisa. La noche sin luna era oscura y el clima de octubre llegaba junto con los primeros fríos. El cielo estaba cubierto por nubes y caía una fina llovizna. Atravesó desde la plaza del Valle de Godric hasta la casa de los Potter con los sentidos totalmente alertas. Revisaba constantemente que nadie la siguiera, que no estuvieran mirándola desde algún lado escondido, que no la vigilaran. Su corazón latía a mil por hora. Se tranquilizó al atravesar la verja de la casa de Lily y James y escuchar la risa de Sirius ¡¿Cómo podía reírse en un momento como ese?! Tampoco le importaba. Estaba allí. Se encontraba a salvo. Eso era todo lo que interesaba.

Lily abrió apenas ella tocó el timbre y la morena entró a la casa de inmediato. Ya también ella estaba fuera del alcance de los ojos curiosos. Le llevó casi media hora explicarles lo que había ocurrido aquella noche en la reunión entre Voldemort y los mortífagos.

-Entonces el plan ha salido bien. No tienen la menor idea quién es el guardián secreto. -Celebró Sirius ante la incredulidad de Eileen.

-Eso es cierto. Pero no diría que salió bien. Igualmente, están todos tras de ti, Sirius. -Apuntó ella con el rostro pálido.

-¡Bah! No son más que un puñado de idiotas. Me tienen sin cuidado.

-¡PUES JUSTAMENTE LO QUE MÁS DEBES TENER ES CUIDADO! -Exclamó Eileen a grito pelado, provocando que Amber se despertara sobresaltada en el cochecito. -Lo siento, tesoro. -Se disculpó con la niña tomándola en brazos y calmando su llanto. -Tienes que esconderte.

-Puedes quedarte aquí. -Ofreció Lily inmediatamente.

Sin embargo, Sirius negó con la cabeza.

-Gracias, pero no es necesario.

-Tienes a todos los mortífagos tras de ti. -Le remarcó Eileen -Da lo mismo que no seas el guardián secreto. Te buscarán hasta encontrarte. Y cuando lo hagan, Amber estará en serio peligro. Si me delatas inmediatamente y dices que yo soy la guardiana secreta, entonces sabrán que Amber es mi hija y se vengarán con ella...

-Eileen, yo jamás... -la interrumpió Sirius, pero ella continuó hablando.

-...Si te niegas a delatarme, torturarán a Amber para que digas quién es el guardián secreto. Así que tienes que esconderte bien, donde no puedan encontrarte. Yo iré tras Peter. Tengo que matarlo antes que pueda delatar a los mortífagos la existencia de Amber.

La alianza impensada para cambiar el pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora