Capítulo LXV: Dolor e incertidumbre

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El piso de piedra estaba frío y duro, pero a Eileen no le importaba en lo más mínimo. Ni siquiera era consciente de ello. Le latía la cabeza y le estallaba de dolor, al igual que cada centímetro de su cuerpo. Estaba tirada y no se molestó ni siquiera en levantarse. No tenía noción del tiempo, pero sabía que llevaba mucho rato allí. No le prestaba atención a los gritos y acusaciones de Bellatrix, que había dejado de golpearla a patadas solamente porque Regulus se había interpuesto entre ellas dos. Entonces, la bruja arremetió contra su primo, acusándolo de traición y de ser cómplice de Eileen.

-¡Ya basta! ¡Silencio! -La voz de Ojoloco Moody interrumpió la verborragia acusatoria de Bellatrix y la mujer lo miró con profundo desprecio. -Serán interrogados individualmente y luego trasladados a Azkaban hasta la fecha del juicio. -Anunció. -Tú primero ¡Vamos, levántate!

Eileen obedeció lentamente. Apenas podía ponerse de pie y sentía millones de puntadas de dolor en cada centímetro de su cuerpo. Sin embargo, ir tras Ojoloco implicaba tener la posibilidad de saber qué había ocurrido. Y estaba totalmente convencida de que era por eso que él le había hecho el favor de interrogarla antes que a los demás. El hombre la condujo hacia una oficina en donde la ayudó a sentarse en una silla, para luego colocarse él en la otra que estaba enfrentada a esa, con un escritorio de por medio. Moody abrió el cajón del escritorio y sacó un frasquito. Se lo tendió a Eileen y le indicó que lo bebiera completo. Ella obedeció, suponiendo que sería veritaserum. Al beberlo, se sorprendió al descubrir que era poción para calmar dolores.

-Gracias. -Murmuró una vez que lo terminó -¿Tienes idea cómo están Sirius y Amber? -Inquirió desesperada. La expresión que se formó en el rostro de Ojoloco no era para nada alentadora.

-La niña se va a recuperar. Está en San Mungo. Lily Potter está con ella y acaba de decirme que ha recuperado la consciencia y que tendrá que pasar una noche en observación allí, pero que va a estar perfectamente bien. -Eileen suspiró aliviada. -En cuanto a Black, cuando llegaron ya estaba muerto. -Añadió con pesar y ella asintió resignada. Era como si una parte de ella ya lo supiera de antemano.

Por alguna especie de intuición, cuando Bellatrix la acusó en lo de los Longbottom, ella ya sabía que Sirius estaba muerto. No guardó en ningún momento esperanzas de que estuviera bien. La única manera de que Bellatrix hubiera podido torturar a Amber era que antes hubiese matado a Sirius. La única forma de que Sirius no le hubiera advertido a Eileen que su cuñada la había descubierto, era que fuera totalmente imposible hacerlo. Se obligó a pensar en lo único que podía salvarla de la desesperación: su niña se estaba recuperando, iba a estar bien.

-¿Amber está con Lily? -Inquirió con la voz quebrada.

-Sí. Apenas Frank fue a buscar a sus hijos, ella fue a San Mungo con tu hija. Le ha pedido a Frank que se quede también con Harry y no creo que se vaya del hospital hasta que no le den el alta a Amber.

-Necesito sacar a Lyra de donde está. La he dejado con Narcisa en la Mansión Malfoy. -Murmuró Eileen tratando de poner su mente en orden.

Ojoloco asintió y buscó algo entre sus pergaminos. Sacó uno de el montón de cosas que había en una carpeta y se lo entregó a la mujer.

-Esto es una orden de custodia. Escribe aquí con quién quieres que estén tus dos hijas mientras permaneces en prisión.

Eileen tomó el formulario en sus manos temblorosas ¿La condenarían a cadena perpetua? ¿Era ese pergamino una orden que indicaba con quién vivirían sus hijas hasta que fueran mayores de edad? ¿Cómo le explicaría alguien a Lyra lo que había ocurrido? Solo deseaba que, algún día, las chicas fueran capaces de entenderla y, si no era demasiado pedir, perdonarla.

***

El sol iluminaba la sala de San Mungo destinada a niños. Un sanador le indicaba con voz suave a Amber Black que caminara y le preguntaba cómo se sentía. La poción para calmar dolores había hecho efecto y la nena estaba en buen estado de salud en general.

-Le daré el alta. -Explicó el sanador dirigiéndose a Lily Potter. -Que tome un poco de poción para calmar dolores cada ocho horas durante dos días. Que guarde reposo, que se mantenga tranquila. Si notas que el dolor se incrementa o cualquier síntoma fuera de lo habitual, la traes.

La pelirroja asintió con la cabeza, firmó los papeles del alta y luego invitó a la niña a desayunar a un café en Londres. Tenía una hora hasta la citación en el Ministerio de la Magia, era el momento de explicarle la verdad a Amber. Una explicación que jamás pensó que sería ella quien brindaría. Pero con Sirius muerto y Eileen en Azkaban, no había más opciones.

-¿Puedo pedir torta de chocolate? -Le preguntó la nena mirando la carta del bar. Lily sonrió por primera vez en veinticuatro horas, que tuviera apetito era un buen síntoma.

-Sí, linda. Lo que quieras. -Encargó el pedido y aguardó a que llegaran los dos tés y la porción de torta de chocolate para volver a hablar. -Tengo que contarte una cosa, Amber. -Los ojos grises se enfocaron en su rostro, observándola con duda. -¿Recuerdas que tu madre tiene un trabajo súper secreto?

-Sí, por eso no puede venir conmigo. -Repitió la nena con hastío.

-Anoche, algunas cosas salieron mal en el trabajo súper secreto. Eileen trabajaba como espía entre magos tenebrosos. Ella trataba de averiguar qué querían hacer los magos tenebrosos para avisar y que los detuvieran antes de que llegaran a hacer nada malo. -Trató de simplificarlo. Amber la miraba con curiosidad.

-La bruja esa que fue a casa era tenebrosa, ¿no?

-Sí, amor. Y de las peores. -Confirmó Lily con pesar. -Tu mami tenía que vivir entre los magos tenebrosos para hacerles creer que era como ellos. Tenía un marido, que también era espía como ella, con el que simulaban tener toda una familia.

-¿Toda una familia? -Repitió Amber incrédula.

-Cuando tú naciste, tuviste una hermana gemela. Tu madre no podía ocultarle a los magos tenebrosos que iba a tener un bebé, pero decidió no decir que eran dos. De esa manera, uno de los bebés se quedaría con Sirius y estaría a salvo. Pero tienes una hermana, tiene tu misma edad, se llama Lyra.

-¿Y dónde está? -Inquirió mirando hacia todos lados, como esperando que su gemela apareciera de repente entre ellas.

-Ahora iremos a buscarla.

La alianza impensada para cambiar el pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora