Capítulo LVI: En crisis

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El Profeta seguía publicando artículos sobre la búsqueda de Eileen y por la información que la chica tenía a través de Sirius, en el Departamento de Aurores había varios que la buscaban incesantemente. Moody había puesto a cargo de la búsqueda a Alice y Frank Longbottom, que al día siguiente de que ella y Regulus se trasladaron a Grimmauld Place registraron Prestbury, y las dos mansiones de los Lestrange. Luego, recibieron la pista de que posiblemente estarían en Whiltshire, de manera que los Malfoy también sufrieron un registro en su casa. Sin embargo, según el mismo Moody, todavía no era conveniente que Eileen y Regulus regresaran a su hogar. Había varios aurores que sospechaban que podían estar escondidos en otro lado temporalmente y proponían requisar la casa en un tiempo.

Encerrada en Grimmauld Place, Eileen observaba a través de las ventanas cómo la primavera llenaba de color y flores los árboles y plantas de la plaza que estaba frente a la casa. El embarazo estaba casi a término y la barriga tenía un tamaño y un peso que apenas le permitía caminar lentamente por la sala o ir a recostarse. Pasaba gran parte del tiempo en el sofá principal o descansando en su cama.

-¿Estás bien? -Le preguntó Regulus en la mañana de aquel lunes lluvioso. Eileen no había querido levantarse de la cama y le había pedido a Kreacher que le llevara el desayuno al dormitorio.

-No paran de moverse, me están matando a patadas. -Confesó adolorida. Afuera caía una tormenta que parecía que fuera a partir el firmamento.

-Ah, habrán sacado la personalidad del padre. -Bromeó él.

-¡La que me espera! -Exclamó ella sonriendo.

Recién poco antes del mediodía, Eileen decidió levantarse y dirigirse a la cocina donde estaban todos reunidos. Sin embargo, no alcanzó a bajar dos peldaños de la escalera cuando tuvo que sujetarse con todas sus fuerzas del barral porque un agudo dolor le perforó el vientre. Las piernas le temblaban y empezó a marearse mientras se partía del dolor. Intentó llamar a Regulus, pero le faltaba el aire y no conseguía pronunciar palabra. No podía mantenerse en pie y a cada segundo que pasaba se sentía más débil. Decidió sentarse en la escalera, así que se inclinó con cuidado. Otra puntada de dolor la hizo llevarse ambas manos a la barriga. Perdió estabilidad y rodó escaleras abajo, sintiendo cómo se golpeaba en el vientre, los brazos, las piernas y la cabeza...


-¡Eileen! ¡Eileen, abre los ojos! ¡Mamá, dile a Narcisa que venga! ¡Vamos, abre los ojos! -Obedeció a la voz sin llegar a comprenderla del todo. Alguien la miraba con espanto. Era alguien conocido, ella sabía quién era. Le palmeaba suavemente las mejillas. -¡Eileen! ¿Me oyes? ¿Estás bien? -El hombre estaba desesperado y ella no entendía nada. Él desapareció de su vista. -¡No! ¡Abre los ojos! ¡Vamos! ¡Tú puedes! -Ella sentía que se ahogaba, pero hizo caso en lo que pudo. Abrió un poco los ojos, con la vista desenfocada. Volvió a sentir las palmadas en las mejillas y el chico le indicaba que la mirara. Le gustaron esos ojos grises. –¡Eileen, responde!

Regulus estaba desesperado. Había escuchado a su esposa dar un chillido y luego un ruido seco, la oyó rodar por las escaleras mientras corría hacia ella. La encontró en el vestíbulo, inconsciente y empapada en sangre. Tenía una herida cortante en la frente y además sangraba mucho por la entrepierna, un pequeño charco se estaba formando a gran velocidad bajo su cuerpo. Cuando consiguió que reaccionara, ni siquiera logró que murmurara una palabra. Lo mejor que obtuvo fue que le sostuviera la vista durante unos segundos, antes de volver a cerrar los ojos.

Narcisa entró corriendo y apartó a su primo para enfocarse en la chica. La expresión en el rostro de la rubia preocupó aún más a Regulus. Su prima parecía aterrada. Lo primero que hizo fue trasladar a Eileen a la sala, en donde la recostó sobre el sofá. Intentó hacerla reaccionar de varias maneras, pero no hubo caso.

-No puedo sola, necesito ayuda. -Murmuró aterrada.

-Yo te ayudaré. -Ofreció su primo de inmediato.

-Indícanos qué hacer. -Agregó Walburga.

Pero en realidad, lo que necesitaba eran personas con conocimientos de sanación. El ritmo cardíaco de la muchacha estaba totalmente fuera de control y no tenía la menor idea por qué la pobre chica parecía estar a punto de sufrir un ataque al corazón. No conseguía compensarla y el trabajo de parto era inminente. Si la madre no estaba consciente, tenía que sacar por medio de la magia al bebé... algo que no había hecho nunca en su vida. No había tiempo para tomar decisiones, la hemorragia era cada vez mayor. Extraería al bebé, pararía la hemorragia y rogaría que la mujer sobreviva a ello. No había muchas más opciones.

-Trata de ver si logras que recupere la conciencia. -Le pidió a su primo. -Sacaré al bebé.

-¡Eileen! -La llamó Regulus mientras ella comenzaba el procedimiento. -¡Ennervate! -El encantamiento debió haber hecho algún efecto porque la muchacha emitió un débil quejido. Narcisa se enfocó en la criatura... las criaturas. Había dos bebés. Aunque uno de ellos estaba totalmente inmóvil. Comenzó por ese. Era una niña. La sacó del vientre e intentó reanimarla. No había pulso ni respiración. Miró a Regulus, pero estaba enfrascado en tratar de obtener la atención de su esposa, que apenas lo miraba aturdida y con el rostro lívido. Siguió por la segunda criatura. Otra niña, que lloró estridentemente y su grito inundó la sala. Se la entregó a Walburga y se enfocó en parar la hemorragia de Eileen.

-Bebé... -susurró la madre casi sin fuerzas. Walburga limpió a la niña con un hechizo, la envolvió en una manta y se la pasó a Regulus. Eileen había vuelto a desvanecerse.

-Llévenla a la habitación. Hazle nuevamente un encantamiento para que reaccione y dale esta poción. Es reabastecedora de sangre, la necesitará. -Le indicó a Regulus refiriéndose a Eileen. -En cuanto a ella, lo siento muchísimo, no puedo hacer nada... -Murmuró con voz quebrada tomando a la niña inerte en sus brazos.

-¿Puedes encargarte de ella? -Le pidió a su madre Regulus. Walburga asintió con la cabeza y él sostuvo a la otra pequeña. A pesar de su palidez y su rostro sin vida, la arropó en una manta.

-No hay nada que nadie pueda hacer. -Le aseguró Narcisa a su primo.

-Yo... No quiero que Eileen despierte y tenga que hacerle frente a esto... -explicó en voz baja, sin quitar la vista del pequeño bulto. -La llevaré al panteón Black en Highgate así acabamos con este asunto cuanto antes.

-¿Puedo hacer algo por ti? ¿Quieres compañía o...?

-Prefiero estar solo. Pero sí puedes hacer algo por mí, quédate con Eileen, por favor.

La alianza impensada para cambiar el pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora