Capítulo XXXVI: La venganza de Rodolphus

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Si bien la reunión de los mortífagos había sido breve, la permanencia de Eileen en casa de su hermano se demoró ya que organizaron un festejo. Llegó a su casa cerca de la medianoche y fingió estar cansada para subir pronto a su dormitorio. Una vez allí, corrió a tomar en sus manos el espejo que había guardado y se encerró en el baño de la habitación, para evitar ser oída por alguien que pasara por el pasillo. Susurró el nombre de Sirius y él apareció inmediatamente del otro lado recibiéndola con una sonrisa.

–Ya estaba empezando a preocuparme –admitió el muchacho como saludo. Él estaba al tanto de lo que iba a suceder aquella tarde y ella le había prometido comunicarse apenas pudiera una vez que todo hubiera terminado.

–No he podido escapar de la celebración de Rodolphus y Bellatrix –respondió ella con tedio.

–¿Ha ido todo bien?

–Sí –confirmó ella. Luego le pasó la lista de las personas que habían asistido, aunque no era una sorpresa que ninguno de ellos fuera un mortífago. También le dijo que Regulus ya se había unido y que Voldemort había dicho que tendría trabajo que realizar en Hogwarts.

Convertirse oficialmente en espía para la Orden del Fénix implicaba que Eileen no tenía muchas posibilidades de ver a ninguno de sus amigos. Solamente estaba en contacto con Sirius, a quien le informaba por el espejo todo lo que él debía transmitirle a Dumbledore. A los demás, había dejado de verlos y ellos sabían que se casaría con Regulus, por lo que darían por hecho que mantendría lealtad a su familia. Aparte de Sirius, los únicos que conocían la verdad eran Lily y James. Sin embargo, habían encontrado una manera de verse cada tanto. Eileen o Sirius contrataban una habitación en un hotel muggle y los dos pasaban allí unas cuantas horas. Pero tampoco podía hacerlo tan seguido como hubiera deseado, porque para ello siempre tenía que inventar una excusa de que iba a algún sitio.

Elle Lestrange estaba enfrascada en organizar la boda, a pesar de que aún faltaba un año para el casamiento de su hija. Todos los días la llevaba a ver diferentes modelos de vestidos, le hablaba de la decoración, el lugar, los invitados y cada uno de los detalles. Su hija aceptaba todo lo que la madre proponía. Al fin y al cabo, le daba lo mismo todo lo que tenía que ver con su casamiento: se pondría el vestido que más le guste a su madre y cumpliría con cada una de sus obligaciones como correspondía. Cada día que pasaba, Eileen se sentía asfixiada en la Mansión Lestrange y no dudaba de que sucedería lo mismo al año siguiente, cuando viviera con Regulus.

Para añadirle un condimento a la sensación de estar atrapada, la semana siguiente su hermano le avisó que esa noche le tocaría cumplir su primera tarea para el Señor Tenebroso.

–¿Y qué sería exactamente? –le preguntó en un susurro a Rabastan mientras los dos caminaban por los jardines de la casa.

–¡Oh, no te preocupes! –contestó él sonriendo y palmeándole el hombro–. Es una tontería, muy sencillo. Un poblado muggle, donde también viven algunos sangre sucias... Se trata de ir a demostrarles por qué la magia no es para ellos. Será divertido y no habrá riesgos.

–Genial –murmuró ella y dejó escapar su nerviosismo en una risa. Si había algo a lo que no le prestaba atención su hermano era al nombre de una localidad habitada casi exclusivamente por muggles. No saber el nombre le impedía a ella avisar a la Orden de dónde sería el ataque. Pero, preguntar demasiado, levantaría sospechas. Especialmente si cuando llegaban allí, había un batallón de la Orden del Fénix esperándolos. Le avisó a Sirius lo que sucedería y le prometió que, apenas supiera dónde iría, se lo comunicaría de algún modo.

Rabastan y ella fueron a casa de Rodolphus y Bellatrix al anochecer. También estaban allí Lucius, Crabbe, Goyle, los hermanos Carrow y Snape. Rodolphus les indicó a ella y a Snape cómo actuarían.

La alianza impensada para cambiar el pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora