Capítulo LIII: Cortar a la gente en pedazos

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Los finos copos de nieve que caían durante la madrugada ya se habían convertido en una tormenta de invierno con un viento que arreciaba Whiltshire. Dentro de la sala, se oían las carcajadas del bebé, que sentado en la alfombra jugaba con Eileen. La muchacha sonreía y le lanzaba una pequeña pelota de tela. El niño la sostenía, la elevaba en alto con sus manitas encima de su cabeza y reía a montones antes de volver a arrojársela.

-¿Ya lo estás entrenando para buscador? -Preguntó Regulus observándolos a los dos con una sonrisa.

-No veo por qué no... -Respondió ella devolviéndole la sonrisa. Mientras hablaba con su marido, la mujer sostenía la pelota en la mano. Cansado de aguardar que le lanzara la bola, el niño comenzó a chillar.

-Bueno, tranquilo Draco, toma. -Murmuró Eileen riendo y continuó el juego. Sin embargo, no pudo seguir jugando con el pequeño mucho tiempo más.

Unas náuseas atroces la invadieron y tuvo que salir casi corriendo hacia el baño. Odiaba estar así. De un momento a otro, pasaba de encontrarse perfectamente bien a sentirse horrible. Devolvió todo lo que había comido en el día y cuando pudo volver a ponerse de pie, estaba mareada. Tiró la cadena y se enjuagó la boca mientras Regulus tocaba la puerta e insistía preguntándole si estaba bien.

-Ahora salgo. -Murmuró con voz débil.

El mareo se agudizó y cuando abrió la puerta del baño, apenas conseguía ver un manchón borroso en el lugar en el que suponía que se encontraba Regulus. Él alcanzó a sostenerla antes de que se desvaneciera. Con Eileen en brazos, llamó a Narcisa para que la revisara. Su prima le indicó en dónde recostarla y una vez que la muchacha estaba sobre la cama, comenzó a realizar algunos encantamientos.

-¿Qué es lo que está mal? -Inquirió Regulus al ver el ceño fruncido de Narcisa.

-Nada en realidad... Tiene la presión muy baja, solo eso. Y es normal en el embarazo.

-Es la tercera vez que se desmaya esta semana. Dijiste que era normal los primeros tres meses y ya va por el cuarto. Que yo recuerde tú no estabas así cuando esperabas a Draco. -Apuntó el joven.

-No. Pero cada cuerpo es diferente.

-Entonces, tal vez necesite algo diferente. Las pociones que está tomando no parecen ser muy efectivas.

-No lo sé, Regulus. Son las que me dieron a mí cuando estaba embarazada. No soy especialista en natalidad. Hago lo que puedo.

-Es evidente que no es suficiente.

-Dobby, trae un vaso grande de jugo de calabaza y algo salado para comer. -Le ordenó la rubia al elfo doméstico. Luego, volvió a dirigirse a su primo. -¿Qué quieres hacer? ¿Llevarla a San Mungo y que termine encerrada en Azkaban?

Regulus no respondió. En lugar de seguir discutiendo con Narcisa, se acercó a Eileen que estaba empezando a reaccionar lentamente. Una vez que abrió los ojos, la ayudó a incorporarse sobre las almohadas de la cama para poder beber a sorbos lentos el jugo. Su rostro seguía pálido y se la veía débil. Estaba cansado de verla en ese estado casi todos los días. Tenía que hacer algo.

Pasó alrededor de una hora hasta que Eileen se encontró nuevamente en condiciones de levantarse y regresar a la sala. Para ese momento, Rodolphus y Bellatrix ya habían llegado a la Mansión Malfoy. Al saber que su hermana había vuelto a desmayarse, Rodolphus compartió la preocupación de Regulus. Pero Narcisa tenía razón. No podían arriesgarse a llevar a Eileen a San Mungo. Luego de que su rostro hubiera salido en la portada de El Profeta y de que Bella la hubiera agarrado justo cuando estaban por detenerla, los aurores la estaban buscando por todas partes.

La alianza impensada para cambiar el pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora