Capítulo XXX: El recibimiento

144 12 2
                                    

El cielo se había teñido de azul conforme iba cayendo la noche. Apenas la joven tocó con sus dedos las gruesas rejas de hierro negro, estas se abrieron para dejarla pasar. Apuntó al baúl con su varita y lo guio por el gran camino de piedras hasta la galería de la Mansión Lestrange. Su corazón latía a toda velocidad cuando llamó al timbre. No pasó casi nada de tiempo hasta que las enormes puertas de roble se abrieron y el elfo doméstico la observó sorprendido.

–Adelante, ama Eileen –le dijo haciendo una reverencia y ella entró en la casa con un ligero temblor en las piernas.

–¡Eileen! ¡Mi niña! –los brazos de Elle Lestrange la envolvieron en un largo abrazo. La mujer no soltaba a la chica y por sus ojos caían lágrimas de emoción–. ¡Mi cielo! ¿Estás bien? ¿Te ha pasado algo? –le preguntó separándose para observarla detenidamente.

–Estoy bien, estoy bien –le aseguró inmediatamente para tranquilizarla–. Es solo que yo... ¡Mamá, lo siento muchísimo! He cometido una estupidez y...

Elle volvió a abrazarla y a besarle las mejillas. La condujo hacia la sala casi dando saltitos de felicidad. Su hija jamás la había visto tan entusiasmada en su vida.

–No te preocupes, cariño. Bellatrix y Rodolphus nos han explicado todo, no es tu culpa, tesoro. Es culpa de ese sinvergüenza... –añadió con bronca. Eileen estaba desconcertada, no sabía a qué se refería–. ¡Belmont! ¡Ven aquí!

–¡Querida! ¿Por qué tanto alboroto? –preguntó su marido mientras se acercaba a la sala. Sin embargo, apenas vio a su hija, corrió a abrazarla al igual que había hecho su madre.

–Lo siento, mucho –volvió a disculparse.

–No tienes que pedir perdón, cariño –insistió su madre–. También ha sido en parte error nuestro, lo siento. Nos apresuramos demasiado con ese compromiso, tú te lo tomaste muy en serio porque eres una jovencita sumamente responsable... y ese desgraciado se aprovechó de tu confianza para manipularte y engañarte haciéndote creer cosas que no son. Pero no es tu culpa.

Eileen bajó la vista ¿Así que esa era la interpretación que tenía su hermano sobre su huida? ¿Creía que ella se había escapado simplemente porque estaba enamorada de Sirius y él la había confundido con ideas equivocadas? Se sentía insultada, como si fuera una idiota que no supiera discernir lo que sucedía a su alrededor. Pero si quería estar en paz en aquel lugar, tenía que jugar bajo las reglas de su familia: aquellas que había aprendido desde el día que nació.

–Lo que sí es imperdonable es que no nos hayas avisado con más tiempo que volverías hoy, así organizábamos tu fiesta de cumpleaños como corresponde –murmuró finalmente Belmont–. Querida, ¿por qué no vas a la cocina y le encargas a los elfos una comida acorde a la celebración? Ahora mismo les escribiré a Rodolphus y Rabastan para que vengan.

La chica subió a su dormitorio, que estaba como si ella nunca se hubiera ido de esa casa. El elfo doméstico ya había llevado hasta allí su baúl, que ahora estaba vacío y cada cosa se encontraba acomodada en su sitio. La muchacha se acostó en su cama y suspiró. A pesar del rechazo que tenía hacia su familia, estar allí la hacía sentirse nuevamente en su casa. Se levantó y abrió los cajones, revisando cada una de sus cosas. Había muchas chucherías que no se había llevado a Hogwarts la última vez y que, por lo tanto, no veía desde hacía un año. No estaba contenta de encontrarse allí, pero sí estaba tranquila y convencida de que era la mejor solución para todos. Un suave golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos.

–Adelante –dijo de manera automática.

–Permiso, ¿podemos pasar? –la voz de Rodolphus le produjo un leve escalofrío ¿Qué demonios querrían sus hermanos a solas con ella en su habitación? Ya podía imaginar lo que se le venía encima.

–Sí, claro –contestó forzando una sonrisa. Los dos entraron al dormitorio y la saludaron con un beso y un abrazo.

–¿Cómo estás? –inquirió Rabastan.

–Bien.

–Nos alegra que hayas vuelto a casa –le dijo Rodolphus–. Por eso mismo, queremos aclararte algunas cosas. Nos equivocamos contigo, hermanita. Tú eres una chica delicada y sensible... no eres como Bella, sino más como Narcisa. Y nosotros te presionamos para que hicieras cosas que te impresionaban, te aterrorizamos para convencerte de hacerlas y él aprovechó para tenderte sus telarañas. Pero no volverá a suceder.

–Lo que Rod quiere decir es que eres nuestra hermana –agregó Rabastan–. Te conocemos desde que naciste. Sabemos cómo eres y estamos convencidos de que eres una chica de buen criterio. De hecho, por eso mismo regresaste.

–Confiamos en ti, pero queremos que tú también confíes en nosotros y nos hagas saber si algo te disgusta.

Rodolphus y Rabastan abrazaron a Eileen y luego salieron del dormitorio para dejarla cambiarse para la cena. La chica suspiró aliviada una vez que se fueron. La idea de la mocosa estúpida manipulada por el chico del que se había enamorado porque la habían comprometido le daba una oportunidad. Ahora tenía que interpretar ese papel. Pensó en la comparación entre las hermanas Black. Ella era más como Andrómeda, pero no pensaba dejar que sus hermanos lo supieran tan pronto. Ya llegaría el día de plantarles cara.

Metió la mano en el bolsillo de su túnica y extrajo lo que le había dado Sirius. Hacer ir a su novio a la casa para convencerla de que no se fuera había sido la última estrategia de Edgar. No funcionó, pero sí le permitió despedirse del chico y él le entregó un espejo doble, con el que podrían estar comunicados mientras ella estaba con su familia. Además, le había hecho prometer que le avisaría si necesitaba ayuda.

–Sirius Black –susurró dudosa, mirando su propio reflejo en el espejo. De repente, su rostro desapareció y le dio lugar al del muchacho.

–¿Estás bien?

–Perfectamente –contestó con una sonrisa. Y luego, le relató los sucesos desde que había llegado a esa casa. Ser el culpable de la huida de Eileen le parecía súper divertido a Sirius, aunque a ella le molestara porque la hacía quedar como una idiota–. Y ahora me están organizando una cena de cumpleaños, pero creo que somos solo la familia. No han tenido tiempo de prepararla –se rio la muchacha.

Lo que ella no sabía era que estaba subestimando el poder de organización de su madre. Cuando bajó nuevamente al comedor, se encontró con una mesa preparada para más de diez personas y el lugar completamente decorado.

–¿Qué es todo esto? –preguntó asombrada mientras saludaba a Bellatrix, que estaba riéndose con su hermano de algo que habían comentado.

–Una cena por tu cumpleaños –dijo Elle con naturalidad–. Como hemos avisado a último momento, solamente vendrán familiares y amigos más cercanos. Les he dicho a tus hermanos, a Walburga y Orion, que vendrán también con Regulus. Druella y Cygnus. Narcisa y Lucius. Abraxas y Celine. Solo ese grupo. Pero el sábado haremos la verdadera fiesta de cumpleaños.

Para ser un evento informal con un grupo reducido, a Eileen le parecía una fiesta a toda pompa. Los invitados no tardaron en llegar y todos actuaron como si la chica jamás se hubiera ido de su hogar. Ella misma no era consciente de cuántas personas habían llegado a enterarse. Pero estaba segura de que todos los que estaban en esa reunión lo sabrían porque eran parientes de sus hermanos aunque fuera indirectamente.

Hacia el final de la velada, Belmont y Orion confirmaron el compromiso de Eileen y Regulus. Quedaron en que lo anunciarían oficialmente en la celebración del sábado y todos aplaudieron a la nueva pareja. Regulus besó tímidamente a la chica, cuyas mejillas se ruborizaron, pero le devolvió el beso. La boda se haría apenas Regulus termine el colegio.

La alianza impensada para cambiar el pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora